La muerte de un docente de la Escuela Pública por Covid-19 puso en evidencia lo que muchos pretenden callar sobre las condiciones reales en que se encuentra el sistema educativo de la Ciudad de Buenos Aires frente a la pandemia y el regreso compulsivo a la presencialidad como marca distintiva.

* Por Matías Levin, secretario de Comunicación de CTAA Capital

La noticia del fallecimiento de Jorge Langone durante el último domingo tras contraer Covid-19, fue la chispa que encendió una serie de medidas de protesta y visibilización por parte de distintas comunidades educativas, agrupaciones y sindicatos de trabajadores de la Educación que ven la vuelta a las aulas, tan militada por el gobierno de Horacio Rodriguez Larreta, como un peligro tan contundente como la ausencia de este compañero.

Desde la CTAA Capital, Margarita Contarieli, Directora de Escuela Pública, Educadora Popular e integrante de la Mesa Ejecutiva de la Central Porteña, dio cuenta de los múltiples semaforazos, movilizaciones y hasta del paro docente que se vivió como una gran jornada de visibilización de las problemáticas en torno a la presencialidad que, así propuesta e instituida, pone en peligro la salud de todas y todos.

“Este tipo de presencialidad, mata –asegura Contarelli-. No queremos continuar en este camino trabajando sin las condiciones mínimas necesarias para hacerlo con seguridad, sobre todo en el nivel medio en que el tránsito de docentes, dentro y entre las escuelas, puede favorecer la transmisión puesto que a mayor circulación de gente, mayor circulación del virus”.

En su análisis de situación, el regreso a la virtualidad es una posibilidad bastante cercana, en cuyo caso y con razón, se pregunta cómo se las ingeniaría el Gobierno ya que, desde su experiencia cotidiana, “en todo este año de pandemia no se invirtió ni un solo centavo en conectividad o dispositivos tanto para pibes como docentes, no hubo capacitaciones ni elaboración de planes de contingencia ni nada que se le parezca. Educación, desde hace mucho tiempo, es un área donde la desinversión es la normalidad, pero la pandemia ha revelado en toda su dimensión estructural”.

“Toda esa situación de precariedad planificada en la Educación vino a taparse con una presencialidad que roza lo criminal, no solo por las faltas mencionadas sino por los pronósticos que hoy se están cumpliendo sobre la aparición de nuevas cepas, la multiplicación de los contagios y la falta de vacunación al personal esencial (entre ellos los docentes). Entonces hoy tenemos una presencialidad pensada con fines políticos, que nada tienen que ver con el cuidado de las personas y cuyo funcionamiento en “burbujas” se torna intermitente por la cantidad de casos. Entonces, ¿A qué estamos volviendo? A un tiempo muy reducido de clase, que no termina de ser efectivo para enseñar –aprender, pero que sobre todo no es seguro”.

“Paralelamente a esto –remata Contarelli- existe todo un sistema de logística para repartir los carteles sobre el lavado de manos. Lo que implica el operativo para que lleguen dos carteles a cada colegio, un camión repartiendo ese material, chofer, acompañante, combustible, cuando te faltan elementos para cumplir minimamente la consigna que promocionan. Es indignante. No se puede atravesar semejante pandemia con este nivel de improvisación.”

Si bien era sabido que algo como esto podía pasar, para Contarelli no se esperaba que fuera tan rápido. “Sin embargo –asegura- acá estamos a un mes del regreso a las aulas lamentando la muerte de un compañero”.

La Ministra de Educación, Soledad Acuña, ante algunos cuestionamientos sobre el caso, no tuvo más reacción que un vil intento por desmarcarse de todo reclamo, excusándose en que Jorge Langone habría concurrido un solo día a trabajar.

Al respecto, Contarelli afirmó que “ No importa si fue a trabajar un día, tres, veinticinco o lo que sea. La única verdad es que para volver a la presencialidad en la Ciudad de Buenos Aires no están dadas las condiciones porque no hubo una planificación política basada en el cuidado ni mucho menos: la escasez de insumos de limpieza y desinfección suficientes, la desprotección a que dicha situación nos arroja a directivos y docentes que tenemos que salir a comprar de nuestro bolsillo para cuidar a nuestra comunidad, dan la pauta del estado de cosas.”

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