Grecia le ha hecho un soberano corte de mangas a Bruselas. A pesar de llevar sus bancos cerrados toda una semana y de las catastrofistas advertencias lanzadas por la Unión Europea, la inmensa mayoría de los griegos no se arrugó y ayer votó OXI (No) en el referéndum celebrado en el país.
Atenas explotó anoche en una gigantesca fiesta, en una especie de trance colectivo. Las bocinas de los coches, los vítores, los pitidos, los cánticos y los gritos de «¡¡¡Hemos ganado, hemos ganado!!!» inundaban la ciudad.
La gente festejaba en las calles la aplastante diferencia de casi 20 puntos obtenida por el ’no’, y que ha hecho realidad la pesadilla de la canciller alemana Angela Merkel. Porque el 61% de los griegos metió ayer en la urna una papeleta con una cruz en el ’no’, frente a un 38% que marcó el ’sí’. Un desenlace que dejó ojipláticos a muchos ya casi nadie se esperaba una victoria de esa magnitud: se daba por sentado que fuera el que fuera el resultado sería por una diferencia pírrica.
«¿Debe ser aceptado el proyecto de acuerdo presentado a Grecia por la Comisión Europea, el Banco central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en el Eurogrupo del 25 de Junio de 2015?».
Esa era la pregunta que el pueblo griego estaba llamado a responder ayer, después de que el Gobierno de izquierda radical que lidera Alexis Tsipras considerara que la propuesta en cuestión era inaceptable y para curarse en salud decidirá convocar una consulta popular. Una decisión a la que Bruselas respondió enrocándose en sus posiciones y cerrando el grifo de las ayuda a Atenas, lo que obligó al Ejecutivo a ordenar el lunes pasado el cierre de los bancos.
El triunfo del ’no’ supone una gigantesca victoria política para Alexis Tsipras, que hace sólo cinco meses se convirtió en primer ministro griego al grito de «Acabemos con la austeridad». La prueba es que Antonio Samaras, líder de la formación de centro-derecha Nueva Democracia, anterior primer ministro del país y uno de los grandes abanderados del «si», presentaba anoche mismo su dimisión al frente del partido.
«Cuando un pueblo tiene fe y conciencia colectiva puede resistir. (…) Hoy celebramos esta victoria democrática pero mañana seguimos como país unido. Creo en el poder popular», proclamaba Tsipras en un mensaje televisado a los griegos y mostrando una calentura en el labio inferior, signo evidente de la tensión de los últimos días. «Grecia se sentará en la mesa de negociaciones para restituir la estabilidad económica», aseguraba, pero dejando claro que «la restructuración de la deuda es necesaria para la salida de la crisis», sentenció.
«No a más recortes, si a auténticas reformas», sentenciaba por su parte Yannis Varufakis, ministro de Finanzas griego, destacando que la victoria del No significa un rechazo a la austeridad. Pero Varufakis también se mostraba conciliador y aseguraba que su Gobierno «tenderá una mano de cooperación» a sus socios y buscará un «lugar común». «Vamos a colaborar con el BCE y tendremos una actitud positiva hacia la Comisión Europea», decía.
«Oxi, oxi, oxi», chillaban entre saltos los miles de personas reunida en Syntagma. «Syriza, Podemos, venceremos», era otro de los gritos de guerra que miles y miles de gargantas coreaban anoche al unísono en alusión al partido español que lidera Pablo Iglesias. Entre la masa de gente que festejaba la victoria del ’no’ había también quien empuñaba banderas españolas y republicanas. «No Pasarán», se leían en castellano en una pancartas. «Hasta la victoria siempre», proclamaba otra.
«Nuestros acreedores deben tomar nota de que la realidad ha cambiado», declaraba a la cadena de televisión SKY News Euclid Tsakaloto, uno de los principales negociadores griegos con la troika, cuando aún faltaba bastante para acabar el recuento de todas las papeletas pero ya era absolutamente evidente que el NO iba a ganar por goleada.
Tsakalotos avanzaba también cuales van a ser a partir de ahora los pilares sobre los que se va basar la estrategia griega. Para empezar, Atenas va a hacer valer el informe del Fondo Monetario Internacional hecho público la semana pasada que reconoce abiertamente que la deuda griega (estimada en unos 350.000-400.000 millones euros, el equivalente al 180% del PIB del país) es insostenible y que son necesarios al menos 50.000 millones de euros para solventar las necesidades financieras del país heleno. Y, por supuesto, va a echar mano del resultado del referéndum para esgrimir el apoyo mayoritario del pueblo griego a las posiciones que el Ejecutivo de Alexis Tsipras defiende en Bruselas.
El portavoz del Banco Central Griego, Gabriel Sakellaridis, ya ha hecho saber que esa institución solicitará al BCE una ampliación de la línea de asistencia de liquidez de emergencia (ELA). «Creemos que no hay razones válidas para que no aumentar la liquidez», subrayaba.
«Las negociaciones deben cerrarse muy pronto, incluso en 48 horas», hacía saber el portavoz del Gobierno, Gabriel Sakellaridis. «Haremos todos los esfuerzos por conseguir un acuerdo inmediatamente».
Fuente: www.elmundo.es