Se cumplen 45 años de la desaparición física de Agustin Tosco, el “Gringo”, que no sólo representa el sindicalismo combativo y revolucionario y consignas históricas reivindicativas, sino que también, su práctica irrumpe instalando una necesidad de debate teórico y práctico que interpela al movimiento obrero hasta la actualidad. El valor de las palabras y la práctica de Tosco se basa en su condición de clase: como militante popular, trabajador y dirigente sindical.

* Por Nicolás Honigesz, Directore de Prensa CTAA Capital

Agustín Tosco cumplió su función de dirigente desde su lugar de trabajo. Vale destacar que no tenía licencias gremiales. Por años, sus licencias eran acordadas para determinados momentos, siguió trabajando en Villa Revol hasta el momento que tuvo que pasar a la clandestinidad. De origen muy humilde, siempre fue un gran aficionado a la lectura, lo que dio lugar a una formación autodidacta y permitió superar su timidez.

Con 19 años, fue elegido subdelegado y un año más tarde delegado. En 1952 fue electo Secretario del cuerpo de delegados de Luz y Fuerza de Córdoba, y la edad de 24 años, en 1954, fue elegido Secretario Gremial del secretariado nacional de la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza. Entre sus principales definiciones encontramos su razonamiento ideológico: “Soy marxista-socialista, sobre la base del materialismo dialéctico». Y en cuanto a lo político: «dice estar por la unidad de las fuerzas de distintas tendencias, sin discriminaciones ideológicas, con la condición de que debían coincidir con la liberación nacional de los argentinos”.


Quienes tuvieron la oportunidad de trabajar con Agustín Tosco, destacaban siempre su actitud docente, sin mezquindades, siempre brindando y trasmitiendo sus conocimientos desinteresadamente. Él mismo decía: “No hay mezquindades, se debe ser un muy buen trabajador y un mejor dirigente sindical”.

Agustín Tosco afirmó que: “El dirigente obrero es un agente fundamental de la política y que los sindicatos deben llevar adelante una política general y no partidaria, que contemple el beneficio de todos los compañeros que tengan distintos pensamientos». Se trataba de pensar en la defensa del interés común. Tosco definió a la clase obrera como el agente esencial de la liberación nacional y social, siendo este proceso esencialmente político. Jugó un papel preponderante en la discusión sobre el rol del Estado y al respecto afirmaba que: “El estado es una estructura política y jurídica, que regula las relaciones sociales y económicas, empleando el aparato represivo y que está sometido a la presión financiera internacional y a las clases poseedoras”.


Él planteaba un sindicalismo dispuesto a disputar en todos los espacios, pero teniendo en claro que sólo la democracia de bases es la forma, y que ésta no puede ser suplantada por otro planteo. Esa relación que existe y debe haber entre dirigentes sindicales y bases, es la que logra la concientización y compromiso de las mismas.


Frente a las infinitas acusaciones de “anti-peronista” por parte de las burocracias sindicales, que pretendían el adoctrinamiento partidario del movimiento obrero, Tosco respondía: “Yo no soy anti-peronista, siento un gran afecto por muchos compañeros peronistas, convivo y lucho con ellos. En perspectiva pretendo esa unidad combativa con los compañeros peronistas y con las fuerzas de izquierda y revolucionarias.”


Para Tosco, la alianza social “anti-imperialista” debía estructurarse en una alianza política concreta con sectores “de avanzada” de los partidos políticos patronales. En palabras de mismo Tosco: “No tengo mayores diferencias con el sindicalismo peronista que levanta las banderas de la liberación nacional y social de la patria (…) mi posición es el respeto a las diferencias partidarias y a la concreción de la unidad de acción en la lucha, recorriendo todos los caminos necesarios para construir una funcionalidad cada vez mayor entre las alas progresistas de esos dos grandes movimientos populares (Peronismo y Radicalismo) y el resto de los sectores políticos de izquierda, la unidad popular necesita del peronismo revolucionario. Necesita del radicalismo y de los sectores que van hacia la izquierda”.


Una lucha a fondo contra la opresión imperialista implica la movilización revolucionaria de las masas, algo que la burguesía nacional no está dispuesta a realizar. Por eso se convierte en un freno a la lucha antiimperialista, quedando entonces planteada como una tarea de las masas bajo la dirección del proletariado organizado de manera independiente.

Tosco fue todo lo contrario del fanático adoctrinado, o el militante obsecuente, es el ejemplo desde la praxis del dirigente anti-burócrata. “Siempre es necesario encontrar las coincidencias para la acción y para la lucha en base a la unidad. Con ello lograremos los triunfos que anhelamos. Como lo enseña la historia del movimiento obrero”. Lo pensó, lo escribió y lo llevó a cabo. Tosco es el puño cerrado, el obrero de overol, el dirigente sindical que pelea en la calle.

Otra destacable cualidad fue la de no caer en discusiones interminables sobre personalismos. Cuando había una demanda y una necesidad de la clase trabajadora, la ponía en la primera línea, lo tomaba como algo natural, frente a los bastones largos y o uniformados. Fue un heredero o un alma perdida de aquellos fundadores del sindicalismo argentino a principios del Siglo XX con asambleas de trabajadores, inmigrantes de distintos idiomas al mejor estilo torre de babel donde se escuchaba la voz de todos.


Tosco no tenía necesidad de levantar la voz, sus palabras eran simples y llanas, hablaba con la verdad. Fue un dirigente de overol, que luchaba en la calle y hablaba y resolvía en asamblea. No hay mucho que interpretar. Él era lo que los demás resolvían –pero siempre dando su opinión– y luego se marchaba en la misma dirección. No dirigió sino que acompañó las explosiones populares poniéndose al frente de la voluntad popular. Tosco es el hijo del pueblo.


A fines de octubre de 1975 en plena clandestinidad y sentenciado a muerte por la Triple A, con graves problemas de salud tratables a tiempo en condiciones normales, fue internado en Buenos Aires con un nombre falso. Agustín Tosco murió en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975, a los 45 años. Sus compañeros llevaron su cuerpo sentado en el asiento del acompañante de una ambulancia hasta la ciudad de Córdoba.

Oficialmente murió en Córdoba el 5 de noviembre.
 El cuerpo fue velado en el domicilio particular de un dirigente de Luz y Fuerza y luego trasladado al Club Redes Cordobesas, donde se montó la capilla ardiente. A su entierro concurrieron unas 20 mil personas, pese a las amenazas de la Triple A. Al llegar el cortejo al cementerio San Jerónimo (de Córdoba), unos cuantos matones, apostados en los techos de los panteones, dispararon contra la concurrencia dejando varios heridos. Un grupo de trabajadores dejó el féretro en una bóveda ajena y recién por la noche lo trasladaron al panteón de Unión Eléctrica, donde sus restos permanecen hasta hoy.

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