Si bien pasaron algunos meses desde el incendio que provocó la muerte de dos niños en el taller clandestino de la calle Páez en el barrio de Flores de la Ciudad de Buenos Aires, la situación de los trabajadores y trabajadoras esclavos no se ha resuelto. En esta nota, Juan Vázquez, trabajador textil, integrante del colectivo Simbiosis Cultural, ofrece una mirada distinta para entender la compleja trama.
Habla de la necesidad de abrir los talleres y mejorar las condiciones de trabajo en contraposición a una mirada mediatizada que estigmatiza a los trabajadores y que reclama allanamientos que lo único que consiguen es el despliegue violento de la policía y que los talleres se instalen en otros lugares.
Juan cuenta que migró cuando era chico “siguiendo a su mamá” y así, comenzó a transitar los talleres desde muy temprano. En su caso no fue una elección y por eso prefiere contar el caso de su compañera para poder explicar algo de lo que ocurre cuando una persona decide dejar todo en busca de supuestas “mejorías económicas”.
“Cuando uno migra corta con todos sus lazos sociales. En el caso de mi mujer, dejó de estar al lado de sus hermanos, de sus amigos y compañeros y llegó sola. Ese momento, cuando llegas y entrás al taller, es el más vulnerable y es justamente el momento que aprovechan para decirte las nuevas condiciones: vos vas a comer acá, vas a dormir acá, este a va ser tu trabajo y esta va a ser tu paga. A partir de eso empieza un proceso de naturalización, para poder vivir. Y como hay otros que ya lo tienen naturalizado, no lo problematizás”.
Como sea, la rueda sigue girando. “Cuando vas conociendo cómo se maneja un taller empezás a proyectar: yo puedo ser el próximo tallerista, y eso hace que la rueda siga girando, porque todos hacemos esa proyección y es por eso que muchos se quedan y es por eso también, que cuando se habla de un allanamiento se habla de un allanamiento a la colectividad, porque se asumen todos como de la misma clase social. Sin embargo toda esa bolivianidad tiene un complejo lazo social entre un estrato y otro”.
La defensa de los puestos de trabajo y la presión de la misma colectividad es otros de los entramados que entran en juego. Como describe Simbiosis Cultural (Ver recuadro) en uno de sus artículos respecto al incendio anterior: “el pedido de justicia desapareció y la defensa de las fuentes de trabajo fue el lema que unió a los talleristas y algunos costureros de la colectividad (…) no hacían más que silenciar injusticias, buscar enemigos externos a la colectividad boliviana y amparar una forma de trabajo que beneficia económicamente a los que manejan los talleres, a las grandes marcas y a una economía que crece con la pobreza y el sudor de la gente”.
Asimismo, Juan señala que son un montón de factores que hacen que “esa promesa que te hiciste vaya quedando atrás y que te quedes”. Y cuando habla de esa promesa describe el “por un tiempito nomás”, mismo nombre que le pusieron a uno de los programas de radio que desarrollan en Simbiosis y que habla de esa idea de venir a la Argentina a trabajar sólo por un corto plazo.
“Mi mujer migró a los 23 años por un problema familiar y económico. En ese marco estaba la promesa ‘vas a ganar en dólares, te lo voy a juntar todo y no vas a gastar mucho’. Así viene a al casa de la tía, que es la que la que explota durante mucho tiempo, trabajando durante 16 horas, incluso los sábados y los domingos yendo a La Salada. La explotaba de lunes a lunes y es así que al año se decide volver. Entonces esta tía le paga 300 dólares. Ella pensaba: voy a ira trabajar, voy a volver y con esa plata voy a seguir estudiando. Pero cuando vuelve se da cuenta lo que es volver y no tener plata y decide volverse a la Argentina. A partir de ahí empieza a buscar otros trabajos y empieza a luchar un poco por su tiempo”.
Posibilidad de organizarse
“Siempre nos costó hablar con los compañeros. Porque no es cómodo”, dice Juan. “Mucho menos cuando se te puso una palabra tan fuerte como la de esclavo”. Así cuenta que después del 2006, cuando ocurrió el incendio en el taller de la calle Viale en Caballito -donde murieron dos adultos y cuatro niños, todos de origen boliviano- lo que se mediatiza son palabras como esas: esclavo, clandestino, ilegal, todas palabras que tipifican para describir, entre comillas, la situación de los migrantes bolivianos que viven en Argentina.
“Entonces a un boliviano hablarle sobre el trabajo era entrar en ese hoyo que era muy vergonzoso y nada cómodo. Cuando el otro te ve como una víctima, cuando te infantiliza, te corta cualquier posibilidad de cambio, te asume como alguien a quien decirle qué hacer y es difícil dialogar. Por eso, después del 2006 no se causa otro efecto que estigmatizar y alejar los talleres. Los vecinos señalaban tranquilos allá hay uno, allá hay otro, y la gente desaparecía de su barrio, pero se iba a otro”.
La ausencia de políticas de Estado es otra de las patas que salen a la luz. “Hace dos años el INTI les propuso a todos los organismos que hacen ropa para el Estado que lleven una oblea la cual garantice la posibilidad de revisar dónde y cómo se hizo esa ropa que paga el Estado (como la de la policía o la gendarmería) y sólo una empresa aceptó. Entonces lo que se hizo fue llamar a todas las empresas de ropa y decirles esta misma idea: queremos poner una suerte de sello al estilo IRAM que ustedes puedan demostrar dónde están haciendo la ropa. Y de nuevo, sólo una marca aceptó, que es Ombú. Ninguna otra quiere ese sello. Hay 109 marcas denunciadas. Ahí ya ves la complicidad que hay a nivel estatal. La Salada está alimentada sobre personas trabajando en estas condiciones. Esta es una industria que tiene a un 80 por ciento de las personas trabajando en forma no declarada. Las empresas no están obligadas a declarar de dónde sacan esas producciones que venden. Entonces, cuando se mediatiza esto, cuando se estigmatiza a un sector, se dejan de ver todas esas connivencias. Además están los mismos consumidores, que en un contexto inflacionario, no podrían consumir ropa si no fuese en estos valores”.
En este marco, las estigmatizaciones no funcionan para modificar esta estructura, simplemente la acomodan en otros lugares. “Es por eso que después del incendio de Páez, en medio del dolor que nos causaba volver a pensar en personas muertas en un taller textil, decidimos salir. Porque todo el tiempo era un trabajo hacia adentro de la colectividad, pero buscamos cambiar los interlocutores”, cuenta.
“Lo que es interesante es que junto con el Centro de Formación Profesional 24, la Casona de Flores y el Colectivo Situaciones, veníamos teniendo charlas largas sobre trabajo, qué significan las nuevas redes de trabajo, cómo encararlo, cómo pensarlo, pero por ejercicio, y ahora sale como algo que para mi es novedoso en la sociedad. Porque estábamos acostumbrados a tener dos miradas muy distintas, la de la víctima y la del victimario. Pero empezamos a problematizar eso y a encontrar una multiplicidad de factores que hacen que los talleres textiles sigan funcionando de esta forma”.
Propuestas para repensar
Viendo lo recorrido, los distintos intentos y propuestas. Trabajando en el mismo medio, preguntándose, problematizando, Juan Vázquez señala: “Nosotros no decimos que se cierren los talleres, sino al revés, que se abran los talleres, para conocerlos, para encontrar en ese otro interlocutor algunas cuestiones de las que aprender mutuamente y a partir de eso encontrar nuevas soluciones, que los implique a ellos y que implique al resto de la sociedad”.
“Para nosotros que venimos cociendo, siempre fue medio tedioso contar lo que era estar en una maquina, festejar un cumpleaños en las maquinas, o lo que es discutir por el control de la radio, ya que hay una sola para todos, pero es fundamental, me parece, porque esa es la mejor forma de salir del discurso mediático que estigmatiza y a partir de eso encontrar puntos en los cuales poder trabajar”.
Así, señala algunas posibilidades: “Lo que le pediría el a Estado si correspondiera es hacer la ropa que visten las instituciones con esas condiciones; que las empresas que quieran vender ropa la produzcan, que no tercericen; para los que quieran ser microempresarios, bueno, vamos a producirlas, pero las normas de seguridad no se negocian: el matafuegos tiene que estar, el extractor de aire tiene que estar, el tendido eléctrico tiene que estar. Ahora, si no llegan con la plata para hacerlo, el Estado tiene que ser parte de eso, es una apuesta del Estado para resguardar a las personas que están trabajando”. Indica que esto es más productivo que el hecho de allanar todos los talleres habidos y por haber, que ya está comprobado que no funciona. “Eso por parte del Estado, pero después tenemos como sociedad nuestro rol. Hay que empezar a hablar de eso con cada uno de los sectores de la sociedad. Antes estaban los de la Organización Alameda por un lado y del otro las organizaciones de la colectividad que defendían la estructura misma. A partir de esto aparece un tercer sector, que trata de complejizar el tema y dice: la verdad es que yo no quiero allanamientos”.
Juan cuenta lo que significa esta situación: la policía que entra en forma violenta con las armas en la mano y apunta a todos, mujeres embarazadas, hombres tirados en el piso. Es una situación muy violenta y sólo están cociendo. No están armándose, están cociendo, pero para ellos apuntar a una banda narco o a un costurero es lo mismo”. También señala otras situaciones que se están dando como el pedido de dinero para no allanar y “algo que también sucede en los allanamientos es que se llevan toda la plata y desaparecen los ahorros. Ahora, cuando decimos no queremos que allanen el taller como solución, también decimos no queremos esta forma de trabajo en el taller”.
Finalmente contó que la Asamblea se viene juntando los sábados a partir de las 17 en Morón 2553. El jueves 14 hubo una gran movilización desde Paez y Terrada hasta Luis Viale y Espinosa, sitios de dos talleres textiles incendiados (2006-2015) bajo la consigna No olvidamos. “Vamos a seguir luchando, para que en la causa del incendio estén los detenidos que tienen que estar”.
Simbiosis Cultural
“Somos un colectivo que tiene sus raíces -de una forma u otra- en Bolivia, pero las extendió en Argentina. Somos ese híbrido de culturas”, señala el quiénes somos de Simbiosis. Este espacio que surgió en el 2008 lleva adelante diferentes proyectos. “Empezamos a pensarnos y el tema textil era un tema que nos metía mucho, en ese memento, el 90 por ciento trabajaba en talleres textiles”, cuenta Juan. Así surgió el programa de radio Por un tiempito no mas “en honor a la gran mentira que nos decimos cuando migramos”, después la Editorial Retazos (que publicó No Olvidamos y De chuequistas y Overlokas) y comenzaron con la parte audiovisual con Ojo Bolita. “Pasamos horas hablando por radio, cosiendo libritos, editando… Eso somos, interrogantes, dudas, broncas, luchas, todas juntas y revueltas”.
*Violeta Moraga, Equipo de comunciación de de laolla.tv.
Artículo publicado en el Periódico de la CTA Nº 109, correspondiente a los meses de mayo-junio 2015