El pasado martes 21 de abril se conoció la noticia del fallecimiento de Alberto Morlachetti, uno de los mayores referentes de la infancia en Argentina. Alberto crió chicos de varias generaciones, los salvó de las garras de la miseria humana y aprendió con ellos que ‘no existe pedagogía sin ternura’. Hacia finales de la década del 80, junto al sacerdote Carlos Cajade, fundó el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, con el que atravesó provincias enteras en las marchas protagonizadas por niños de organizaciones sociales de todo el país, denunciando que ‘el hambre es un crimen’. Para evocar y homenajear a Morlachetti, desde Estación Central se comunicaron con Sergio Val, referente de la organización Che Pibe, integrante del Movimiento.
– Es un momento de mucha conmoción, imagino que estuviste ayer y hoy en el velatorio de Alberto Morlachetti. Contanos un poco cómo se vivió esta despedida.
– Se vivió con mucha tristeza, con mucha congoja, ver a los chicos que crió Alberto ya hombres y mujeres, despidiendo a su papá simbólico.
– Ayer pasaban varias generaciones de chicos que fueron criados por Alberto. Pasaban educadores que fueron parte de la escuela de educadores que se organizó desde Pelota de Trapo, para que el Movimiento de Chicos fuera posible y fueran miles quienes lo impulsaran…
– Sí, nosotros mismos, educadores y hacedores también de otras obras en sintonía con el Movimiento, también fuimos de alguna manera paridos a la lucha por su mirada del mundo, de la vida y del futuro. Hoy me preguntaban en otra radio compañera cuál es el legado que nos deja Alberto y mencionaba la consigna de ‘el hambre es un crimen’ y creo que fueron muchos los legados que nos dejó, para mi hay una frase que me resume mucho mejor, que es ‘infancia es destino’.
Y es esa mirada del futuro, pero es ese futuro que necesitamos, que anhelamos, con humanidad. Porque el futuro que nos muestran hoy en la mayoría de los medios de comunicación se llama ‘una tarjeta de crédito’ o acceder a bienes materiales que en realidad no tienen nada que ver con la vida, porque para producir esos objetos la destruyen, nos destruyen a nosotros también como seres humanos, nos transformamos en consumidores y no nos atrevemos a mirar la mirada de ese pibe que te golpea la ventanilla del auto, que está esperando a que lo reconozcas como una persona.
– El Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo fue un poco la manera de regar esa semilla en todo el territorio de la Argentina, y como bien decís, en esa semilla germinamos un montón bajo esa ala y ustedes desde la Organización Che Pibe siguen su trabajo, que tiene que ver con esto de ‘con ternura venceremos’. Lo hacen cotidianamente, ¿No?
– Sí, nosotros estamos en una villa del conurbano. Acá cuando matan a un chico, sus amigos, sus pares, lo despide paseando el féretro y tirando tiros al aire. En eso se está transformando la Argentina, por lo menos la Argentina que no nos muestran los medios. A veces creemos que estas cosas pasan en México, pero no, pasan acá, a 30 minutos de la Casa Rosada y más cerca también. Basta con ver los informes de lo que está pasando en las villas de Capital con las cocinas de cocaína y la venta de droga.
– Alberto Morlachetti fue una persona muy influyente, logró instalar una agenda vinculada a la niñez, logró la Asignación Universal por Hijo. Después, podría haber dormido en los laureles, pero no, porque sus últimas entrevistas dan cuenta de cuál es la situación, estas denuncias permanentes y las ganas de volver a marchar y salir, porque a los pibes los están matando en los barrios…
– Alberto fue Director Provincial de Infancia a finales del 86, principios del 87 y a él le tocó administrar los recursos del Gobierno Provincial destinados a la Niñez. Se encargó de sacar a todos los directores de institutos de menores que venían de la Dictadura – quienes volvieron después de que él se fue-. La asignación universal pudo haber salvado a muchísimas vidas si se hubiera implementado cuando y como se tenía que implementar. Sacando el dinero de donde se tenía que sacar. Pero la Asignación Universal no puede transformarse en la única política del Estado dirigida a la infancia.
– Es importante destacar que es una política pública que garantiza que todos los chicos tengan acceso a lo que era una Asignación Familiar, que solo tienen los que tienen papás o mamás con trabajo formal. Lo que pasa que la contracara de esto es que hay mucha gente sin trabajo y no va a tener más remedio que siempre recibir eso que termina subsidiando el no trabajo de sus papás.
– Sí, pero además tampoco es tan Universal, debería ser una Ley y no debería depender de la voluntad o humor o de como le den las encuestas al gobernante de turno. Porque lamentablemente la política se economizó y se transformó en una cuestión perversa donde, en por lo menos esta última etapa, las políticas públicas no las define un proyecto de país, sino cómo medís vos en las encuestas. Y vos te das cuenta que van sacando de la galera medidas, entre comillas nacionales y populares, cuando los números no les dan o en las elecciones. Entonces, no hay un proyecto de país, lo que hay es conservar su lugar en el poder para seguir estafando a todos los argentinos. Y esto es lo que más duele, porque en Argentina no falta pan, es un país hecho de pan. El hambre se explica porque nos gobiernan los que nos gobiernan y las políticas públicas son las que son.
Quería reivindicar también en ese dúo dinámico que salió a recorrer toda la geografía Argentina para motivarnos en esto de la niñez, que fue con el amparo del Monseñor Novak, el obispo de Quilmes, quien abrigó y protegió ese brote de vida que se estaba dando con Carlos Cajade y con Alberto Morlachetti en el inicio del Movimiento de los Chicos del Pueblo.
Yo lo conocí a Morlachetti en el 88, en el Salón Felipe Vallese, en el Primer Encuentro Latinoamericano de chicos de la calle y Alberto decía -cuando le preguntaban por qué ‘Movimiento de los Chicos del Pueblo’- ‘porque si los papás de los chicos no tienen trabajo, los chicos tampoco tendrán infancia’. O sea, la clase es la que tiene que tomar y asumir que lo que hacemos lo hacemos por nuestros hijos, lo hacemos por la posteridad, es estratégico. Todas las Centrales de trabajadores deberían asumir que trabajamos no para darle de comer al capitalismo, sino para nuestros hijos, para la vida, trabajamos para ser cada vez mejores.
– Morlachetti era un tipo vehemente en sus ideas y en cómo las defendía. Contame las últimas charlas que hayan tenido, en qué andaban…
– Andábamos discutiendo de hacer esa marcha que nos debemos todavía. La discusión era con las tripas, en la Biblioteca, en el mismo lugar que le despedimos ayer y hoy, rodeado de educadores y militantes de barrios, de villas y de distintas partes del país. Fue por ese tema que tuvimos las últimas discusiones. Después fueron reuniones más de encuentro, de tomar un mate, de mirar cómo venía la cosa, pensando en esa marcha que no se pudo hacer, pero siempre desde lo fraternal, desde el abrazo, desde la mirada cómplice y conspiradora.