El secretario Adjunto de la CTA Autónoma, Ricardo Peidro, declaró el martes 19 en el Tribunal Oral Federal número 1 de Buenos Aires en el juicio en el que intervienen el fiscal General Pablo Ouviña y los jueces Oscar Ricardo Amirante, Adrián Federico Grünberg, Pablo G. Laufer y Cynthia Cicchetti.
* Por Inés Farina
En dicha causa judicial se investigan los crímenes de lesa humanidad cometidos bajo el «Plan Cóndor» que implementaron las dictaduras suramericanas (Chile, Uruguay, Argentina, Ecuador, Brasil, Bolivia y Perú) de forma coordinada para detener, torturar y desaparecer militantes.
El juicio comenzó en marzo de 2013 y ya declararon cerca de 200 personas, en relación con víctimas argentinas, uruguayas y chilenas, y se prevé que cerca de un centenar ofrezcan su testimonio por los crímenes cometidos contra ciudadanos paraguayos.
Peidro ya declaró en otras oportunidades, entre ellas, en el juicio de la causa Atlético-Banco-Olimpo (ABO) en el que por su caso, el de su compañera Gabriela y otras decenas de compañeros/as fueron condenados a cadena perpetua varios represores. La importancia de su declaración respecto de la Operación Cóndor radica en que él es el único testigo del cautiverio en un campo de concentración en la Argentina del uruguayo Gustavo Insaurralde, quien había sido secuestrado en Paraguay.
Según consta en los llamados “Archivos del terror” de la dictadura de Alfredo Stroessner, encontrados en 1992, Insaurralde se encontraba junto a su compatriota Nelson Santana Scotto y a los argentinos Marta Dora Candil Gil, José Nell y Alejandro Logoluso Di Martino en Paraguay. El 23 de marzo de 1977 fueron secuestrados y el 16 de mayo fueron trasladados en avión: nunca más se supo nada de ellos. El único testigo de la presencia de Gustavo Insaurralde en el campo de concentración Club Atlético en la Argentina es Ricardo Peidro, quien también estuvo detenido desaparecido allí, y compartió la celda con él durante algunos días.
Si bien ya se sabe cómo fueron detenidos en Paraguay y posteriormente trasladados a la Argentina en un avión enviado por la marina y piloteado por el Capitán D’Imperio de acuerdo a las pruebas que existen en los “Archivos del Terror”, muchos de esos datos habían sido expuestos con anterioridad por Peidro porque Gustavo Insaurralde se los había contado en las pocas horas de charla dentro del campo de concentración. La prueba de que ese avión llegó a la Argentina es la presencia de Gustavo Insaurralde en el campo del Club Atlético.
En su declaración, Peidro recordó que “el día 25 de mayo nos sacaron a todos los detenidos a un patio interno del campo de concentración sin quitarnos los grillos y con las vendas en los ojos a cantar el himno. Finalizado ese acto grotesco escucho cómo le pegan a uno de los que estaban y le preguntan por qué no cantaba y él contestó que no lo hacía porque era uruguayo (no puedo asegurar que era la misma persona que luego vino a mi celda)”.
“Ese mismo 25 de mayo abren la puerta e ingresan a un compañero a la celda en la que me encontraba. Era un cuarto totalmente cerrado que tenía una puerta de metal con una mirilla que se abría solamente del lado de afuera y que era el lugar donde se ponía a los detenidos después de haber estado en las leoneras”, continuó su relato Peidro. «’Las leoneras’ eran espacios separados por tabiques de mampostería en un lugar amplio donde se arrojaba a los compañeros y compañeras que previamente habían sido interrogados en las cámaras de tortura. Esta persona que ingresó a mi celda era Gustavo Insaurralde. Yo tenía 22 años recién cumplidos y lo veía a él como ‘un viejo de más de 30’. Tenía 34 años, me preguntó dónde estábamos a lo que yo le contesté que no sabía”.
“Después el compañero me contó que él pertenecía al Partido para la Victoria del Pueblo, con un gran poder de denuncia en el exterior sobre las atrocidades que ocurrían en América Latina. Era un compañero de la dirección de su organización. Me contó que años atrás había estado detenido en Uruguay, que vivió en Argentina, en Lanús, muy cerca de donde viví yo toda mi vida y se había ido al Paraguay cuando la cosa se hacía insostenible y ya había caído prácticamente la dirección de su Partido”, recordó Peidro.
“Luego me explicó que en Paraguay estaban preparando la salida al exterior pero que a ellos los detuvieron cuando cayó la persona que les estaba haciendo los documentos. Gustavo me contó que estaba a punto de partir a Suecia donde lo esperaba su compañera embarazada de 6 meses”, agregó Peidro.
“Recuerdo dos conversaciones con el compañero que demuestran su entereza. La primera fue el 25 o 26 de mayo, cuando escuchamos desde nuestra celda que sacaban a otros compañeros y los llevaban al patio interno donde los golpearon violentamente, los torturaron y les inquirían si tenían algo que decir. A Insaurralde y a mí nos dejaron adentro de la celda. Fue tal la golpiza que se escuchaban los ruidos cuando los llevaban arrastrando a las celdas. Horas después esos mismos compañeros fueron sacados cordialmente y nosotros seguíamos adentro de la celda.
«Escuchábamos que les iban a hacer una despedida porque, según les decían los represores, iban a pasarlos a cárcel legal y como tenían que viajar en avión y estaban muy tensos, iban a aplicarles una inyección para calmarlos. En esa “despedida” tocaban la guitarra los represores y les hacían cantar a los compañeros. En un momento le dije, ’si verdaderamente estos compañeros pasan a la legalidad, por nuestra supervivencia, tendríamos que estar ahí’. Pero él me contestó que estábamos mejor ahí, en la celda, porque intuía el destino de los compañeros y lo que significaba ese ’traslado’ y ese vuelo.
“La otra conversación que recuerdo con él es que escuchábamos una radio de lejos y estaban dando la programación de teatros y cines y en un ataque de indignación le digo, ‘¿te das cuenta, la gente va al teatro y al cine? ¡cómo pueden ser tan hijos de puta!’ y él con una entereza muy grande me dijo, ‘compañero, nosotros elegimos otro camino’. Días después, me vinieron a buscar a la celda por mi letra y número (yo tenía el R82 y mi compañera Gabriela el R83) y allí me liberaron. No pude ni despedirme del compañero, nunca más supe de él».
«Para mí después de tanto tiempo, desde la CONADEP hasta hoy, es una satisfacción muy grande poder dar testimonio de mis días con Insaurralde en el marco de la causa que investiga a la Operación Cóndor. Todos estos años fui consciente de la responsabilidad que recaía sobre mí por haber sido el único testigo de su presencia en un campo de concentración en la Argentina. Este testimonio debe servir para condenar a los genocidas partícipes de su secuestro y desaparición, pero también debe aportar a la construcción de la sociedad que soñaba y por la que luchó”, concluyó, emocionado, Ricardo Peidro.
Fuente: ACTA