Aún actualmente, definirnos como feministas nos acarrea un costo social. Todavía escuchamos compañeras buscando diferenciarse del término. Y es que ninguna quiere ser tildada de “anti-hombre”, “feminazi”, o “amargada”. Pese a las diversas corrientes de feminismo y particularidades de cada movimiento, lo cierto es que se trata de un movimiento revolucionario.
* Por Marina Caivano, Delegada de Prensa en ATE INAES
Al respecto es necesario aclarar ciertos puntos básicos:
_El feminismo no es comparable al machismo aunque tengan la misma terminación, porque el feminismo es un movimiento de liberación y de lucha por derechos que han sido negados, mientras que el machismo defiende privilegios adquiridos.
_El enemigo del feminismo no son los varones, sino el patriarcado que estructura los modos de relacionarse, de producción social de significaciones que oprimen a hombres y mujeres. Por esa razón, el desenmascaramiento del patriarcado es imprescindible para entender la opresión sexual de las mujeres.
Dicho esto, se entiende porqué algunas mujeres aclaran “no soy feminista, soy femenina”, siendo el significado de femenina:“que posee los rasgos propios de la feminidad, débil, endeble”. La que dice lo anterior, se estaría abrazando a los caracteres que asignó el sistema patriarcal para “el deber ser” de cada mujer.
_El feminismo no busca excluir a los varones de su proceso de liberación, pero las mujeres necesitan aún la capacidad de conocer y concretar, de distinguir en su especificidad lo que les es privativo, de ahí la necesidad de constituir espacios propios. Uno de los mayores obstáculos para la emancipación genuina de la mujer, es la decisión de que es ella misma la que debe tomar las riendas de sus problemas y resolución.
La urgencia del feminismo
Si bien la multiplicidad y diversidad de movimientos de liberación de la mujer hacen difícil su caracterización, el feminismo hasta en sus expresiones más moderadas y reformistas, presenta una dosis de radicalidad o “acracia” que provoca cierto rechazo en las organizaciones políticas tradicionales. Y esto no se debe a renombradas teorías posmodernas que descreen de las ideologías, sino a la urgencia por vivir una vida libre de la opresión patriarcal, el negarse a posponer sus proyectos de libertad ante los proyectos de los hombres y las clases.
Si consideramos la teoría marxista en su relación con la discriminación-liberación de la mujer, puede pensarse que encaminaban el progreso en el sentido de ir disminuyendo la discriminación y aumentando los márgenes de liberación de las mujeres en la medida en que éstas se encontraban incluidas en el genérico humano que, en el grado máximo de su despliegue: la sociedad socialista: liberaría a todos.
Las mujeres que adquieren “conciencia de género”, pueden mostrar una actitud crítica resultante del hecho de poseer conocimiento reflexivo de la injusta situación de inferioridad a la que se había relegado al colectivo femenino, así como la necesidad de reaccionar ante el discurso establecido por el patriarcado.
Hoy en día, confluyen muchas veces la militancia feminista y la militancia sindical o partidaria. Y cada vez más varones se autoproclaman defensores de la causa feminista o directamente feministas. Es hora de resignificar todas las dimensiones del constructo socio-político y cultural en el que vivimos para construir un mundo más justo, digno y equitativo.