Como saldo de la reforma constitucional del ’94 la Iniciativa Popular y la Consulta Popular prometían ser una instancia de participación para que el pueblo exprese su voluntad.
* Por La Olla TV
Una instancia en la cual la elección no fuera sólo cada dos años, sino una herramienta de expresión que permitiera discernir, discutir, impulsar una elección sobre determinados temas que hacen al cotidiano, y en definitiva, al futuro de quienes dirimen las alternativas.
Y si bien hay casos emblemáticos, como lo ocurrido en Loncopué y Esquel sobre los proyectos mineros o en Misiones sobre las represas esta instancia, que figura en el artículo 39 y el 40 de la Constitución Nacional es menos permeable de lo imaginado. O deseado.
“Este sistema está en contra de estas alternativas”, dice tajante Roberto Gargarella, abogado especialista en derecho constitucional y sociólogo. Y agrega: “Las pequeñas modificaciones que uno puede incluir, como derecho de referéndum, plebiscitos, convocatoria popular, todo eso está bien, pero si se mantiene el resto de la infraestructura intacta, esta está bien preparada para resistir esos cambios. Eso hoy genera una reflexión adicional para Latinoamérica, porque muchos progresistas han defendido sistemas de autoridad concentrada, sin darse cuenta que la idea de presidencia fuerte es contraria a lo que uno pretende cuando defiende una democracia expandida, justamente porque no quiere que las decisiones estén concentradas ni en el poder económico, ni en el poder político”.
Gargarella señala así como primer punto “un escepticismo sobre las reformas menores que mantienen intacta una estructura que está hecha en contra de la participación, y muy en particular cuando lo que se mantiene es una estructura, como la que se mantiene en la Argentina, de una autoridad muy concentrada”.
De esta manera, no descarta el “obvio valor de las formas de expresión colectiva” pero hace hincapié en cómo “la estructura institucional en la cual estamos parados está muy bien preparada para resistir estos institutos” o Mecanismos de Participación Ciudadana.
“Uno sigue celebrando que aparezcan y se pongan en marcha, lo que pasa es que luego no se ve que estos pequeños éxitos sean consistentes con los modos en que el poder -tanto el político como el económico que tienden a trabajar juntos- arrasa en líneas generales”.
Estallidos, rupturas, movilizaciones, muestran que es posible otra cosa, pero para Gargarella en el mapa general “aun Bolivia o Ecuador, países retóricamente comprometidos con la participación popular, nos hablan de gobiernos alineados con cierta forma de explotación minera, extracción de recursos, expansión de la soja en Argentina y Paraguay, que dan cuenta de un panorama estructuralmente controlado por poderes muy fuertes”, más allá de los “pequeños episodios de ruptura aquí y allí”.
Poder constituyente
Como señalara Gargarella en otra oportunidad “el sistema institucional nunca se propuso asegurar el gobierno del pueblo por el pueblo, sino contener sus peores riesgos: la amenaza que el poder de las mayorías imponía sobre el desigual orden establecido”.
Así, describe que “las instituciones representativas se orientaron entonces a separar, antes que a vincular, a los representantes con el pueblo. De allí que se optara por un sistema político basado en “controles internos” (de una rama del poder sobre las otras) más que “externos” (del pueblo sobre los representantes). De allí, también, que se evitara o desmontara casi la totalidad de los puentes existentes entre gobernantes y gobernados (cabildos locales, mandatos imperativos, revocatoria de cargos, etcétera) y el vínculo entre ambos quedara reducido al del voto periódico: una sola oportunidad para expresarse, cada varios años, sobre todos los asuntos”.
Pero algo pasa, en algún momento, que se activan los procesos constituyentes. “Después de estudiar constitucionalismo comparado en Latinoamérica algo que vi es que las experiencias de construcción cotidiana más interesantes, más prometedoras, nacieron en situaciones de graves crisis social”, dice.
“Hay que estar preparado intelectualmente y tener la voluntad de impulsar ese cambio, pero lo que este estudio me ayudó a ver es que una reforma para ser promisoria también requiere ciertas condiciones que son independientes de la voluntad, o que requieren ir mas allá. En el 2001 en Argentina en términos sociales había buena energía de ruptura y cambio con lo anterior, porque sino lo que habitualmente ocurre es que quienes están en el poder bloquean esos cambios. Entonces, hay que estar preparado, pero también tiene que haber ciertas condiciones estructurales, de cierta efervescencia, para que un proceso pueda tener interés”.
“Me siento muy vinculado con los procesos de 2001 tanto por la esperanza de que allí podía ocurrir algo diferente como por la desesperanza de lo que luego vio. Hubo mucha energía cívica movilizada y los poderes establecidos demostraron tener una capacidad extraordinaria para resistir ese embate”.
Fuente: www.laolla.tv