lapulseada-3-2-4«Las dificultades del modelo económico están a la vista: altos niveles de inflación, bajas tasas de crecimiento y escasez de divisas. Estas dificultades se evidencian fuertemente en el mercado de trabajo mediante altos niveles de precariedad laboral, parálisis en la generación de empleo y caída persistente del salario real».

«En este contexto, atacar a la negociación colectiva y a los sindicatos es miope. Son estas instituciones, con sus limitaciones, las que han posibilitado el sostenimiento del salario, dinamizando la economía local.

«En un artículo recientemente publicado por este diario se cuestiona la centralización del sistema de paritarias (que implica negociaciones nacionales y por rama de actividad) y se sugiere avanzar en la negociación por empresa o región atada a variables como la productividad. La centralización de la negociación es una de las características de relaciones laborales argentinas. Se trata de unidades de negociación casi exclusivamente salariales, ya que en un contexto inflacionario es difícil modificar otras condiciones de trabajo. Pero negociar año a año ha posibilitado en los sindicatos la formación de estrategias que fortalecen las relaciones de trabajo. Esta centralización de la negociación a la hora de firmar un acuerdo es acompañada por una fuerte conflictividad por empresa o sindicato de base que presiona a las estructuras sindicales, influyendo sobre los alcances de los acuerdos logrados. Esto se refuerza por una mayor libertad sindical avalada por fallos de la Corte Suprema.

«Mientras el conflicto presiona a la negociación, la centralización genera una mayor amplitud distributiva (lo que se gana, se gana para todos), aun cuando se mantengan altos porcentuales de trabajadores no registrados (34%). Si bien esta dinámica no logra de evitar la caída del salario real, la sola posibilidad de desenganchar la negociación colectiva de los ámbitos nacionales y sectoriales implicaría una fragmentación aún mayor del mercado de trabajo. Bajo la negociación descentralizada los trabajadores de PYMES (más del 70% de los asalariados privados) o sectores vegetativos no lograrían siquiera alcanzar salarios de subsistencia. Otro tanto ocurriría si se pretende ligar la negociación a los incrementos de productividad. Dado que conviven un amplio abanico de empresas con distintas capacidades productivas, esas distintas trayectorias impactarían de manera diferencial en los incrementos. Esto implicaría que un mayor número de ocupados en sectores de menor productividad deban aceptar salarios muy por debajo de sus necesidades.

«A esto se suma la creencia empresaria de que la productividad se asienta en aumentar la producción vía incremento de los ritmos de trabajo o mediante el establecimiento de cuotas de producción. Los trabajadores producen más porque trabajan más. Así el aumento salarial sería solo una apariencia, porque se estaría retribuyendo al trabajador por más cuantía de trabajo. La consecuencia de este proceso sería la disminución de puestos de trabajo.

«Descentralizar la negociación y condicionarla a supuestos niveles de productividad no son propuestas nuevas. Ya fracasaron en el pasado y deterioraron el empleo y el salario. Y no fomentaron la reindustrialización ni mejoraron la productividad».

Fuente: Horacio Meguira y Julia Campos, Observatorio de Derecho Social de la CTA Autónoma; www.clarin.com

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