Secretaria Gremial de la regional Capital de la CTA Autónoma, delegada en el sindicato de la obra social docente (SITOSPLAD), trabajadora, estudiante de Derecho y mamá. Con una perspectiva de género, clase y raza, Hebe invita a reflexionar sobre la militancia sindical desde la interseccionalidad.
* Por Ana Flores Sorroche, para Infogremiales
Se llama Hebe, con hache y be larga,
como no se pudo llamar la mamá de su mamá por alguna regla que
existía antes pero en 1985 ya no. Porteña, de nacimiento a la
fecha. Sus padres se separaron antes que ella cumpliera un año y se
fueron del barrio de Paternal al de Boedo con su mamá y su hermano a
vivir con la abuela Eve y sus tíos. Su papá se quedó en la casa
original, se volvió a casar y tuvo más hijos. «Estoy
acostumbrada a familias enormes, no preguntamos de dónde venimos.
Tengo 6 hermanos y hermanas. En los ’90
no era tan común tener una familia ensamblada como ahora, yo era la
única con padres separados. Pero siempre fuimos disfuncionales, ya
mi abuela se había separado en Mendoza. Resistió el machismo de mi
abuelo que fue un hombre maltratador, le hizo la vida imposible.»,
dice como todo de acá en adelante, sin rodeos.
De generación en generación
Su bisabuelo paterno era anarquista,
sospecha que anarcosindicalista. En Tucumán, cada vez que había
algún conflicto, por si las dudas, lo metían preso. «Se batió
a duelo con el fachista de su pueblo y lo mató, ganó el duelo. Se
terminó viniendo para acá, perseguido.»
Pero la antepasada gravitante fue Eve:
«Mi abuela materna era feminista y comunista. Fue presa
política, estuvo un año en la cárcel de San Telmo, donde las
monjas eran quienes reprimían a las mujeres.» Eve también fue
dirigente del «Mendozazo», invisibilizada por sus
compañeros y, como en una película, recién él último día de su
vida llegó a contar algo de esa época en una carta: «En
marzo (de 1972) llegan a los domicilios las facturas de luz con un
aumento de más del 300%. Ese fue el inicio de una rebelión
generalizada de las mujeres de los barrios populares. Junto con mi
querida amiga y camarada Kitty Sosa, desde la 4ta Sección, la
llamada «de hierro», pudimos dar impulso al descontento y
canalizar la lucha de las vecinas y sus familias…». Eve
Jiménez fue elegida para estar al frente de la Coordinadora ‘No
Pague La Luz’ que condujo a través de asambleas. En abril, luego de
que en una de las tantas protestas y movilizaciones, la represión se
cobró la vida de un canillita y la CGT convocó a un paro que se
extendió por 3 días hasta que finalmente el gobierno de facto
mendocino fue obligado a llamar a elecciones, abrir las paritarias,
rebajar las tarifas eléctricas y dar aumento de salarios y
jubilaciones. «A quienes deseen un mundo mejor, a las hijas
de Kitty, a mis hijos, nietos y bisnietos les dejo este mensaje de
lucha por la justicia y la felicidad del ser humano. Queda en ustedes
la posta.», cerró.
Atravesada por un legado desde la
admiración y el amor, Hebe retoma su historia para leer la que le
toca: «Nosotras hemos estado presentes siempre en la
militancia, hemos dirigido procesos importantes, nomás la historia
no lo ha mostrado. Mi mamá es trabajadora social, me llevaba a
las villas donde ella laburaba. Acompañaba a mujeres víctimas de
violencia de género cuando de eso no se hablaba.» Desde la
primaria que su mamá le explica por qué las mujeres tienen derecho
a elegir sobre sus cuerpos, por ejemplo.
También es hija de Ricardo, quien
recopiló los testimonios de trabajadores militantes que formaron
parte de la organización del sindicato de trabajadores del ingenio
Ledesma. Cuenta orgullosa que «La injusticia cojuda» fue el
primer libro que relató La Noche del Apagón de 1976 en la que el
régimen militar secuestró a unas 400 personas en Libertador General
San Martín, Jujuy, de las cuáles 55 continúan desaparecidas. «Me
crié con tres referencias básicamente, mi abuela, mi mamá y mi
papá.»
Hebe
Casi por decantación, fue a un
secundario militante, al Mariano Acosta, donde en 2001 se sumó a las
mesas de escrache popular. La forma de organización interna que le
dieron al centro de estudiantes fue horizontal, con voceros,
coordinadores y comisiones. Hebe participaba de la comisión de DDHH,
también era coordinadora pero huía de la vocería. «Había
sobradas personas que querían ocupar ese lugar, yo no quería.
Quizás esa cosa de ser ‘abnegada en la lucha’.», piensa en voz
alta.
A los 15, 16 años empezó a hacer
changas para juntarse unos mangos para ella y por esa formación
«obrerista». Después estudió Edición y Producción en el
Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica, más conocido como
ISER. «Siempre detrás de cámara», se ríe. «El
proceso de aprender a hablar frente a un micrófono lo tuve que
aprender a la fuerza.» Fue gracias al impulso de su secretario
general, Alejandro Bassignani, que huye del protagonismo.
Entró a trabajar en la obra social
docente (OSPLAD) a los 19 años, en el 2005. Empezó en el call
center pero como militaba en el barrio «Ramón Carrillo» en
el marco del plan «Yo sí puedo» de alfabetización,
consiguió traslado para trabajar en un plan de culminación de
estudios para trabajadores de la obra social, como facilitadora.
«Acompañamos a muchos trabajadores a terminar sus estudios,
particularmente recuerdo con mucho cariño a las trabajadoras de
maestranza de OSPLAD, que eran de pueblos originarios y me abrió
mucho la cabeza al tema. Pero, lamentablemente, esa historia terminó
muy mal para mí.» Hebe exigió explicaciones a la jefa por un
grupo de docentes precarizadas a las que no les estaban pagando: «Me
gritó, me amenazó, me zamarreó del brazo. Yo tenía 22 años.»
La denunció y se cambió de sede.
Tres mujeres militantes
En el 2008 pasó a ser administrativa
del departamento de Trabajo Social en la sede central donde conoce al
SITOSPLAD. «Me afilio y el sindicato empieza a hacer elecciones
de delegades en todas las sedes. Con otras dos compañeras, fuimos
las primeras tres delegadas todas mujeres en la sede.»
Mujer, joven y con sólo 5 años de
antigüedad, sus representados y representadas la prejuzgaban, la
consideraban una «bebé» y una trabajadora hasta llegó a
hacerle el gesto de que para llegar al cargo había «revoleado
la cartera». «Previo a cada asamblea recorría todos los
pisos, trataba de hablar en cada oficina, muchas compañeras y
compañeros me daban vuelta la cara, ni me miraban. Yo hablaba
igual.»
Hasta que en su primer conflicto
consiguió en una negociación el pase a planta de permanente de
nueve odontólogos que estaban como monotributistas hacía muchos
años, con el correspondiente salario y el reconocimiento de las
vacaciones y la antigüedad, cosa que, en general, no se reconoce.
El quiebre con la maternidad
idealizada
En 2011 fue mamá y el cambio le costó.
Pasar de ser una persona independiente, hiperactiva, enfocada a otra
más vulnerable, que cambia, que necesita ser cuidada no es fácil
pero cuando el bebé nació al menos hubo muchos brazos dispuestos a
ayudar. «Fui secretaria de prensa durante cuatro años. En ese
momento había tenido a mi hijo y la militancia gremial me salvó de
algo que podría haber sido depresión post parto. Estaba abrumada,
me costó muchísimo la maternidad al principio. Iba a las reuniones
de comisión directiva y mis compañeras me decían ‘Dejámelo, yo te
lo cuido’ y yo ‘Sí, tomá’. Mi hijo iba a las marchas desde la
panza, me tuvieron que ordenar reposo para que dejara de hacer
cosas.» Al poco tiempo de nacer su hijo se separó. «Nadie
decía cómo es realmente la maternidad, me pesaba la ‘maternidad
rosa’, lo que atraviesa un cuerpo en un embarazo no es poco, te
obliga a bajar la velocidad. Eso lo aprendí con los años, que hay
que aprender a poder parar y darse cuenta que la historia va a pasar
o a dejar de pasar, estés o no estés.», considera.
Y agrega: «De alguna manera, la
alienación en la que vivimos no nos permite escuchar lo que le pasa
al cuerpo. Yo no sé si es tan bueno que una mujer que tiene un hijo
a los dos meses vuelva a trabajar. No estoy diciendo que si una madre
quiere volver a trabajar no pueda hacerlo, pero también está el
verso de la libertad, que en realidad es devolverte a la
productividad y que el pibe se críe solo.»
«Género, clase y raza»
Hebe considera que «los
privilegios no pueden estar en ninguno de estos tres ejes de
opresión, género, clase y raza», siguiendo la línea del
feminismo interseccional: «Creo que las mujeres sindicalistas
tenemos que poder hablar por la clase trabajadora, tenemos que poder
hablar de los convenios colectivos de trabajo, de los acuerdos
salariales. Tenemos que poder discutir todo, no sólo las licencias
por maternidad, que también es importante, pero hay mucho más.»
«Cómo puede ser que el sindicato
del vestido, un gremio con predominancia de trabajadores inmigrantes
tenga un porcentaje máximo para extranjeros. Eso es racismo. Existe
en Estados Unidos, con los afroamericanos, pero acá también existe,
con los pueblos originarios, con los inmigrantes.», señala.
Por otra parte, apunta también que
«ser mujer» no es garantía de perspectiva de género:
«Tenemos varias jefaturas intermedias con mujeres que son muy
violentas con los trabajadores, como me pasó a mí. En OSPLAD hay
varios casos en los que las jefas avalan la violencia machista y en
otros son ellas las violentas directamente.»
Pero qué pasa cuando la mujer
sindicalista, a la que le costó llegar a un lugar estratégico, se
juega el cargo en exponer un conflicto: «Yo creo que ese
problema es ideológico. Yo soy de la idea de que somos trabajadoras
y sólo debemos darle respuestas a la clase trabajadora. A mí el
cargo no me importa. Si empezás a depender de alguien, lo que te
interesa es retener el cargo, ¿de qué manera?, ¿debiéndole
favores a alguien? El problema es cuando querés vivir del cargo.»
Ahora, aunque Hebe podría no
presentarse a trabajar debido a sus múltiples tareas gremiales,
prefiere presentarse a trabajar cada vez que puede, al menos tres
veces por semana, en su puesto de auxiliar de trabajadores sociales,
entrevista pacientes, releva variables sociales y carga los datos
para su análisis. «Quiero poder entrar al laburo sin agachar la
cabeza». Le ofrecieron la Secretaría Gremial de la regional
Capital de la CTA Autónoma y ella tuvo que advertir que el día
tiene 24 horas, porque entre el trabajo, su hijo, su casa y que se
puso a estudiar Derecho, no hay cuerpo que aguante, pero «hay
muchos compañeros en la central que bancan muchísimo. De hecho, la
CTA Autónoma se propuso cumplir con el 50% de mujeres en listas, y
no en cargos testimoniales, y que se haya elegido que una mujer ocupe
una Secretaría Gremial no es poca cosa.», reconoce.
En OSPLAD, sin ir más lejos,
padecieron un año muy duro. «No nos pagaron en tiempo y forma,
con horarios desdoblados, salarios de miseria. Cobramos entre 30 mil
y 25 mil pesos en cuotas y ahora la patronal viene a proponer
recortarnos el salario a la mitad a 800 trabajadores. Yo cobro 15 mil
pesos. Y Ctera es mayoría en el consejo de administración por lo
que tiene la responsabilidad absoluta de eso. No sé cómo pretenden
que vivamos con 15 mil pesos.» La obra social está fundida y
concursa un Procedimiento Preventivo de Crisis en el que sugieren
recortarle el salario por la mitad al 60% de la planta.
Hablar de lo imposible para que sea
posible
«Tenemos que plantear cosas que
vayan más allá de lo posible», afirma, pero ¿qué pasa cuándo
los planteos profundos y necesarios chocan con realidades concretas?:
«Es muy delicado. El sindicalismo es ingrato, mi papá me lo
dijo y es verdad. Venimos de una derrota ideológica muy grande. Hay
gente que cree en el sindicalismo delivery ‘A ver, vos, qué me vas a
dar’, y esto la burocracia sindical lo aplaude. También las
patronales, que son antisindicales. Hasta el ministerio de Trabajo,
más allá de los gobiernos, que suele tender a no querer
negociaciones paritarias colectivas. Nosotros hoy somos el gremio
mayoritario en OSPLAD y hoy están negociando un Procedimiento
Preventivo de Crisis sin nosotros.», evalúa.
«Por eso tenemos que pensar en un
proyecto de país, aunque parezca imposible. Hay que verbalizarlo
para que podamos verlo como una posibilidad. Las mujeres y
disidencias tenemos experiencia en esta pelea, hace 20 años en los
Encuentros Nacionales de Mujeres parecía imposible hablar de aborto
en el Congreso y hoy es una realidad. La pandemia hoy te da la
posibilidad de repensarlo todo en términos objetivos. Hay que estar
dispuestos en términos subjetivos a revisarlo porque lo que se
plantea como imposible es lo necesario. Hay que discutir la propiedad
de la tierra, la distribución de la riqueza y recordar que esto que
tenemos no es lo natural, es creado.», apunta.
Hebe argumenta: «Las mujeres somos
outsiders, por eso podemos pensar las cosas desde afuera. Una
boludez, pero cuando se juntan a discutir paritarias ¿cómo rompen
el hielo? Hablan de fútbol. Eso los iguala a todos. En cambio cuando
estoy yo, que no me interesa el fútbol, ya entro desde otro lugar.
Hay códigos distintos. Y no es que no tenemos estrategia, tenemos
otra estrategia.»
Acaso podamos mencionar la frase de
Malena Pichot «Enojate, hermana». Dejar los debates en una
laxitud complaciente da a entender que hay una base de acuerdo en que
el ‘status quo’ está mal pero no tan mal: «Siempre me dijeron
la frase ‘el que se enoja pierde’ ¿Por qué? Hay que enojarse, ser
estratégicos, saber golpear y tener un proyecto colectivo. No hay
que ser un boludo que la pudre solo por todos lados, hay que tener un
proyecto colectivo consensuado. Pero no enojarse es no tener sangre
en las venas. Los estallidos sociales son enojos.»
Ahora bien, el clasismo afirma que es
la clase trabajadora la antagonista necesaria de quienes son
propietarios de los medios de producción por lo que debería
protagonizar los enojos. Qué pasa cuando hay cantidades masivas de
oprimidos más oprimidos que los oprimidos. «Ahí estuvo
visionaria la CTA en definir que trabajadores somos todes, ocupados y
desocupados. El riesgo ahí creo que es el de institucionalizar la
precarización, eso hay que discutirlo. La organización sindical
anquilosada para otro modelo de país de pleno empleo que hoy no
existe no tiene sentido pero la ley 23.551 hay muchos que no la
quieren tocar porque hay mucha plata en el medio.», lanza.
El planteo no es fácil pero Cristina Fernández de Kirchner le da la razón a una Hebe pelilarga cuando la comparte en este video en pleno 2017 macrista: a veces hay que enojarse y poner la fecha. Click en el link para ver el video >>> https://www.facebook.com/watch/?t=3&v=1455377281193469
Fuente: Infogremiales | infogremiales.com.ar