He marchado junto a muchos sectores, a lo lago de la militancia, aun con quienes tenía y tengo diferencias insalvables.
Pero había tres cuestiones que estaban en claro, la primera que las diferencias eran insalvables, la segunda que marchábamos por cuestiones urgentes y circunstanciales y en tercer lugar, que las condiciones objetivas hacían que necesitáramos construir una mayoría (al menos momentánea) para darle entidad suficiente a la protesta.
Por Julio Macera, secretario adjunto de CTA A Capital
Es en ese sentido que apoyé la unidad de acción desarrollada por la CTA frente a propios y ajenos. Las condiciones objetivas de ese momento nos enfrentaban con un gobierno que se reivindicaba como «el todo», fuera de él (en especial a su izquierda) nada existía, todo estaba maravilloso y por eso lo votaban y solo ellos expresaban al pueblo. En ese marco es que resultaba indispensable construir una fuerza (fugaz, es cierto) que ponga en discusión lo que el gobierno no quería discutir y para eso la CTA sola no alcanzaba y la «unidad en la acción» lo hizo posible.
Por el contrario las circunstancias actuales presentan distintas dificultades y probablemente, una proyección futura muy grave y se dan, para peor, en un marco de confusión de los trabajadores y el pueblo ya que hoy pretenden hacernos elegir entre las consecuencias del pasado o la vuelta a ese pasado mismo
El problema central de la etapa es que lo que se reflejó en la últimas elecciones fue una derrota político-ideológica y cultural de quienes integramos ese sector que, tal vez por pereza intelectual, seguimos llamando el campo popular y esa derrota no se resuelve juntando más o menos militantes en una marcha o en una medida de fuerza.
Asumir eso supone ser capaces de realizar una autocrítica de lo que hicimos de los 90 para acá o al menos, del 2001 a la fecha.
Hacerlo significa asumir que más que derrota lo que sufrimos fue un fracaso.
Un fracaso que se construyó durante estos últimos años y que se reflejó en las últimas elecciones, pero no empezó con ellas.
Un fracaso político-ideológico que es colectivo y en el que algunos sectores tuvieron más responsabilidad que otros, pero que nos afecta a todos.
Ante esto y sin abandonar todas las luchas reivindicativas y defensivas necesarias, la única salida es asumirlo, abrir un debate e ir a darlo humildemente con los compañeros. En cada fábrica, en cada comisión interna, en cada barrio y en cada organización social donde podamos. Unir pensamiento (es decir debate autocrítico) y acción: Praxis.
Desprendernos de las falsas seguridades que nos dan las viejas certezas, las estructuras y los aparatos y escuchar a los compañeros para intentar construir juntos las nuevas preguntas.y las formas de lucha.
Sin hacer esto, de nada sirven las «alianzas contra-natura» y lo que es peor, solo van a construir acciones super-estructurales entre el micro-clima militante y que nada le van a decir al conjunto de los trabajadores y el pueblo. Muchos ya lo probamos en las luchas de estos últimos años en la ciudad con multisectoriales que solo sumaban sellos y banderas mientras los porteños volvían a votar al PRO una y otra vez.
Al menos yo, no estoy dispuesto a repetirlo.
La raíz de lo que nos pasa es política y la respuesta que debemos dar también lo es y la política debe construirse planteando futuro y no la vuelta a un pasado que, de paso, es el responsable de este presente.