No exageramos al afirmar que la política nacional se vio infectada por el accionar de los servicios desde la dictadura para acá. Es cierto que podríamos remontarnos a la suerte del Mayor Alberte, la misma noche del 24 de marzo o más atrás al «Caso Satanowsky » y la guerra por las acciones del diario La Razón (1957) o aun hasta la «muerte por enfermedad» de Mariano Moreno (1811), ahora que lo pienso tres casos NUNCA resueltos, pero esto bien puede ser tema de otra nota.
* Por Julio Macera
Durante la dictadura se consolidaron grupos represivos que adquirieron, dentro del plan sistemático, autonomía operativa hasta terminar «operando» en contra de otras fuerzas y hasta colaboradores civiles de la dictadura. «Atentados terroristas» fraguados, asesinatos de colaboradores, operaciones de prensa, mejicaneadas y otras acciones llevaron su firma.
Esos sectores no se disolvieron en la democracia, se «especializaron» y continuaron actuando durante el gobierno radical que los llamó «mano de obra desocupada», una verdadera mentira por otra parte.
La mayoría continuo funcionando orgánicamente en la SIDE y en otros servicios. Raúl Guglielminetti es un ejemplo, pero no el único. Tipos como Stiusso y otros igual de jodidos continuaron funcionando, operando y cobrando durante la democracia. Recuerdo miles de operaciones que ocuparían un libro, solo voy a contar una: Después de uno de los levantamientos cara-pintadas los servicios que operaban en la CGT habían logrado «convencer» a los dirigentes que esa noche se iba a producir un golpe «institucional» que voltearía a Alfonsín y colocaría en su lugar al vice Víctor Martinez (que estaba de acuerdo) El segundo paso era detener a media Coordinadora, a la mayoría de los dirigentes sindicales, a Madres, a integrantes de otros organismos de derechos humanos y a todos los «zurdos». En ese momento tendría 31 o 32 años y vi el miedo en la mayoría de esas caras (no tenía un espejo a mano para ver la mía) algunos propusieron irse a dormir a otras casas hasta ver que pasaba…lo cierto es que no pasó nada pero que la opereta funcionó, funcionó.
Sin embargo fue en el menemismo cuando el rol de los servicios se hizo una nefasta práctica cotidiana. La SIDE se dividió en parcelas y aunque algún cumpa se enoje, hasta Galimberti tuvo también su pedazo de la SIDE, sector que tuvo que ver con la muerte de un gran compañero, el Lobito Rodriguez Saa.
Esa etapa se llenó de oportunos «suicidados», algunos zurdos que se pegaban un tiro en la sien derecha, otros que se ahorcaban con una nota del diario La Nación entre los dientes, nota que hablaba de casos en los que estaban involucrados y hasta un diputado «rebelde» que recibió una llamada en su casa donde le pasaban su última charla con una «amiga clandestina», para que «evite» presentar una denuncia en la próxima sesión. La AMIA, la voladura de Río Tercero y la caida de un helicóptero militar en Palermo, son un ejemplo por nombrar solo una mínima parte de las operetas durante el menemismo y sin meternos con Oyarbide y Spartacus, vieja guerra por el manejo de los prostíbulos entre la Federal y la SIDE, guerra que produjo muertes, por supuesto, nunca aclaradas.
En la Alianza, por otro lado, debe haber habido el mayor número de operetas por minuto gobernado de la historia mundial y lo mismo continuó ocurriendo hasta Duhalde y durante su gobierno. Con solo ver el entrecruzamiento de llamadas entre el comisario Fanchiotti y el Subsecretario de Inteligencia y amigo personal del Presidente, Oscar Rodríguez (esposo de Mabel Müller) antes, durante y después de la represión que mató a Maxi Kosteki y Darío Santillán, entendemos el rol de los servicios en los hechos más graves de nuestra historia.
Resumiendo, durante el actual gobierno se continuó y se profundizó el rol de los servicios en la política. Negocios y operaciones fueron la continuidad del modelo iniciado en el menemismo, lo que es más, se profundizó con la llegada «oficial» del ejercito a la cuestión encabezado por el represor Milani. Sin embargo el hecho nuevo es que, cada vez más, la realidad política argentina se parece a un policial negro, algo que bien retrata el libro de Tenembaum «Una mujer única».
Es en este marco que debe leerse lo que está ocurriendo ahora, una guerra entre malos y peores que nos tiene de testigos y únicas víctimas. Una guerra por orden de intereses económicos y políticos de acá y de afuera.
La mala noticia, es que como víctimas no tenemos a quien recurrir y también la buena. Somos nosotros los que tenemos que terminar con este modelo de servicios de informaciones, movilizándonos, exigiendo y siendo capaces de construir una respuesta política a este problema político, solo entonces vamos a poder empezar a cambiar la realidad.
En medio de tanta muerte no aclarada, en medio de tanta operación vamos a tener que juntar la bronca con la esperanza y ponernos a andar.
Nunca fue buen tiempo el tiempo de hacernos los boludos, pero este menos.
* Secretario General Adjunto de CTA Capital