Por Ester Kandel, Escritora. Egresada de la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
El texto que propone reformar el código civil recibió merecidas críticas, en tanto el Estado se resguarda y resguarda a los funcionarios de su actuación en defensa del mercado, asegurando la reproducción capitalista, desconociendo décadas de lucha de trabajadores/as y de las organizaciones populares.
Los cuestionamientos giraron alrededor de estos temas:
– “La mercantilización de las relaciones civiles, la desaparición de la propiedad social, el desconocimiento de la preexistencia de los pueblos originarios, el abandono del derecho al acceso al agua como derecho humano y la definición de persona a medida de la Iglesia Católica”. (Fabiana Arencibia, 2013).
– Sobre el embrión humano, desconociendo que “El embrión humano no es una persona, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el marco de la sentencia recaída en la causa Artavia Murillo y Otros Vs. Costa Rica, dictada el 28 de noviembre de 2012.
– La definición de la “persona humana desde la concepción” es una postura religioso confesional, que no se corresponde con los conceptos científicos ni las definiciones jurídicas.
– Fue “un guiño a los sectores conservadores” dijo Belén Spinetta (2013) Vale mencionar que la iglesia católica cuestionó fundamentalmente los aspectos del proyecto de reforma vinculados a la ampliación de los derechos de género y familia.1
– “Se intentan consagrar conceptos e instituciones que en algunos casos, nos retrotraen más allá de lo decimonónico y en otros ignoran los avances jurisprudenciales que la propia sociedad ha ido conquistando, así como ignoran los reclamos populares. Sólo en algunos aspectos se adoptaron o modificaron propuestas, fruto de la constante acción de organizaciones y movimientos sociales, populares, en la lucha por la conquista y manutención de sus derechos. Claro está, que siempre que no se pusiera en riesgo o en cuestión temáticas estructurales del sistema dominante. (…) Era el árbol que tapaba el bosque”.2 (Beatriz Rajand (2013).
Algunas cuestiones ideológicas sobre lo “moral” de la Iglesia Católica
La “moral” de la Iglesia Católica acompañó la esclavitud, el feudalismo y el desarrollo del sistema capitalista y con ello una organización social que en una última instancia garantice la propiedad y la herencia. La resistencia actual a reconocer que las mujeres deben elegir sin condicionamientos, su sexualidad y la reproducción amerita bucear en los orígenes y sentido de las mismas.
Un repaso por algunas fuentes citadas en historias de las mujeres, como por ejemplo por August Bebel, señala el papel que jugaron las mujeres, oponiéndose al imperio romano, adhiriendo al cristianismo, con expectativas de ser liberada del sometimiento, en nombre del mandato bíblico, primero por sus padres y luego por sus maridos.
Con frecuencia fue a través de ellas como se convirtieron al cristianismo los más poderosos. Así, por ejemplo, fue Clotilde la que indujo a Clodoveo, rey de los francos, a que aceptase el cristianismo en sus países. A la influencia de las mujeres se debe la conversión de muchos grandes. Pero el cristianismo recompensó malamente a la mujer.
Su situación no cambió, y debió ser obediente a los “mandatos divinos”.
Alejandra Kollontay, agrega información sobre el cristianismo cuando propagó “la mortificación de la carne”, introdujo ejercicios de oración hasta el agotamiento y predicó por añadidura, el ayuno y la abstinencia. El matrimonio estaba considerado como la expresión de la concupiscencia de la carne.
El cristianismo, la propiedad privada y la pobreza y el castigo a las mujeres
El cristianismo legalizó la propiedad privada, confirmando las clases sociales y las consecuencias que tuvo en la población. Es así que consideraba a la pobreza, la dulzura y la paciencia como virtudes que los siervos sin derechos tenían el deber de practicar.
“Creer sin dudar” era la máxima que avalaba a los terratenientes para tener asegurada su supremacía y la “ley divina” instituyó la inferioridad de la mujer.
Las mujeres fueron objeto de reproches, acusándolas de pecadoras y de incitar al hombre al amor carnal. El pueblo analfabeto, creía estas enseñanzas de la iglesia. Desde ya, que existía la doble moral, pues por otro lado avalaban la corrupción y la prostitución.
Las buenas cualidades de las mujeres, como el “arte de curar”, también eran descalificadas por los monjes. Por ejemplo cuando las campesinas conseguían curar una enfermedad, la iglesia las veía como una rival y consideraron su trabajo como “obra de Satanás o una “brujería”, aunque eran reconocidas por la comunidad.
La iglesia organizó durante varios siglos, una serie de procesos de brujas, en el transcurso de los cuales numerosas mujeres fueron perseguidas y asesinadas de manera espantosa. Entre los siglos XV y XVII, miles de supuestas brujas subieron a la hoguera. Durante un solo año, por ejemplo, setecientas “brujas” fueron quemadas vivas solamente en la ciudad de Fulda (Alemania) y en la región que rodea el lago. Como en el norte de Italia, no menos de un centenar de mujeres fueron juzgadas por haber “comerciado con el diablo”.
A pesar de estos castigos, las mujeres ejercían sus saberes y fueron “desobedientes” a los mandatos de sumisión.
A. Kollontay, al relacionar desarrollo económico y el lugar que fueron ocupando las mujeres, realizó varias observaciones, de hechos ocurridos en el transcurso de la Edad Media. Reconociendo que es difícil hablar de derechos en un sistema opresor que se basaba en el poder del terrateniente y los campesinos y campesinos eran “siervos”, hizo algunas diferencias que merecen nuestra atención.
Por ejemplo entre la población campesina:
El hecho de que el campesino estuviese tan esclavizado como su mujer contribuía a disminuir, incluso a borrar las diferencias entre ellos. Hombre y mujer se doblaban juntos bajo el yugo del señorío. En la vida de familia, sin embargo, el siervo sumiso y despojado de todo derecho no dejaba por eso de comportarse como señor y dueño con respecto a su mujer y a sus hijos.. Exactamente igual que el caballero en su castillo que mandaba a su mujer adornada con títulos de nobleza (…).
Cuando la propiedad privada3 consiguió imponerse en el seno de la clase campesina, el derecho paterno y por consiguiente el derecho del hombre sobre la mujer y los hijos, salió reforzado.
El matrimonio por interés pasó también a ser parte del modo de vida de los campesinos/as, con el agregado que el “señor” obligaba en algunos casos casarse con determinadas personas. Las campesinas tenían dos dueños, el “señor” y su marido. El poder del primero era de tal magnitud, que en ocasiones echaba al marido para incorporar a la campesina a su harén.
Sin embargo, a pesar de la posición subordinada de la mujer, en las sociedades en que los pueblos agrarios habían vivido un período de matriarcado, la mujer recibía cierto aprecio en su clan. Asimismo, dado que la lucha por la propiedad de la tierra y la propiedad municipal no se había terminado y como la mujer representaba una importante fuerza de trabajo, participaba en las deliberaciones de los aldeanos, aunque en su casa no tenía ni voz, ni voto.
Las rebeliones campesinas comienzan al final de la Edad Media y se registra que las mujeres tuvieron una participación muy entusiasta en la quema de castillos y en matar a los habitantes a hachazos y a golpes de horcas.4
Las mujeres en los conventos
La defensa de los intereses de la familia5 requería de medidas de protección contra eventuales malos casamientos en la aristocracia. Es así que la esterilidad era uno de los motivos de divorcio y la mujer era condenada al celibato en el convento, así como las mujeres deshonaradas y las mujeres que no deseaban casarse.
Cuando la organización económica feudal alcanzó su apogeo (900 -1200), las mujeres a pesar de su esclavitud en el seno de la familia recibían una instrucción “relativa correcta” para la época”6, especialmente si eran de origen aristocrático La formación en los conventos ingleses incluía la lectura de la biblia y el cuidado de los enfermos. Algunas mujeres religiosas entre el siglo X y el siglo XII, se destacaron en la ciencia y la literatura.7 También se abrieron escuelas contiguas a los conventos a las cuales concurrían hombres y mujeres.
La explicación de la educación de las mujeres también tiene otra explicación, la económica, dada la responsabilidad como organizadora de la economía doméstica feudal.8 Con el desarrollo del comercio, esta forma de organización económica perdió parte de su importancia porque la propiedad feudal o el castillo ya no conservaban el trabajo casero. Paralelamente, se observó el decaimiento en la instrucción y la cultura de las mujeres. El siglo XVII y XVIII se distinguían por la inclinación a la superstición y una marcada afición por los chismorreos y las diversiones superficiales.
Sintetizando la información A. Kollontay señaló:
Los conventos no eran entonces lugares de ocio, de desenfreno y de hipocresía. Eran por el contrario, centros de trabajo, que abrigaban los primeros estudios científicos y filosóficos. El mundo circundante estaba señalado por el bandidaje, los actos de violencia y de vandalismo de los más fuertes. Era, pues, muy natural para aquel que buscaba una tranquilidad y seguridad relativa, a fin de llevar a cabo su reflexión y su búsqueda, venir a refugiarse al convento.
La vida conventual de las mujeres, también existió bajo el dominio español en estas tierras, en la época del virreinato. Según Dora Barrancos (2007) el ingreso respondía a un conjunto de necesidades:
- necesidades de la familia, para resguardar el patrimonio, como adelanto de la herencia,
- una opción vinculada a subjetividades mortificadas por traumas personales;
- después de decepciones amorosas;
- falta de protección,
- resistencia a acuerdos matrimoniales.
Los requisitos para el ingreso a un convento, establecían: dote9, “limpieza de sangre” y legitimidad de nacimiento.
Con el ascenso de la burguesía, esta “despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia” (Marx y Engels, 1848).
La Iglesia avaló el régimen burgués donde por “libertad” se entiende, librecambio y también la función de la mujer dentro de la familia como “instrumento de producción”.
Ésta operó en la intimidad de la familia orientando la reproducción de un modelo en la que la mujer “debe” procrear” y no ser “libre” para decidir sobre su propio cuerpo.
Las críticas a la Iglesia no invalidan reconocer, así como lo hace Perez Esquivel (2003)10:
Hay que aclarar una cosa: cuando se habla de la Iglesia no hay que meter a todos en la misma bolsa. En América Latina hay muchísimos mártires, hay gente como monseñor Romero, el pelado Angelelli, hay gente maravillosa como el cardenal Paulo Evaristo Barrios, Carlos Cajade en La Plata. Hay mucho trabajo de base en las iglesias. Ahora, durante la época de la dictadura la mayoría de los episcopados en América Latina guardaron silencio, salvo algunos que lo asumieron
Para concluir, consideramos que en nombre de la “persona” los legisladores cercenan los derechos de las mujeres, siguiendo con la tradición conservadora que desde el siglo XIX, disputan por el acceso a decidir por los derechos civiles y cívicos. No los inmuta los resultados de los estudios como el siguiente:
Según cifras oficiales en Argentina el aborto clandestino es desde hace décadas la primera causa de muerte materna. La criminalización del aborto que da como resultado los abortos inseguros y la muerte de las mujeres, incluido el riesgo de muerte, resulta una violación directa del art. 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que expresa “El derecho a la vida es inherente a la persona humana. (Comisión de Articulación del aborto, 2013).
El estereotipo sobre el perfil de las mujeres y la “moral” que acompañaba fue resquebrajado, modificado en parte, gracias al protagonismo de los movimientos de mujeres pero existe un núcleo duro que lo sostiene, como en otras cuestiones, en defensa de un modelo.
Diciembre de 2013