Los espacios de educación popular enfrentan “problemas con la alimentación, con las condiciones sanitarias y la falta de conectividad para la continuidad del ciclo lectivo”. En este informe, qué estrategias se dan para sostener el vínculo con los estudiantes y cuáles son los reclamos más urgentes.

La cuarentena desordenó el funcionamiento normal del ciclo lectivo en los distintos estamentos educativos. Las dificultades que atraviesan los estudiantes escolares y universitarios, se ven agravadas en los bachilleratos populares, particularmente los de la ciudad de Buenos Aires.

Estos espacios educativos son llevados adelante por organizaciones sociales con trabajo territorial en los barrios populares. Sus estudiantes son vecinos de la zona, que son quienes más padecen las consecuencias, no sólo de la situación actual, sino de todas las desigualdades que genera el sistema.

Es por esto que el rol de los educadores populares no se circunscribe sólo a su función pedagógica, sino que tienen una implicancia social importante.

Los padecimientos del soberano

«Hicimos un revelamiento en cuanto a lo alimenticio, a infraestructura, a cómo están atravesando esta situación a nivel laboral y también si podían establecer algún nivel de conectividad o tener algún tipo de recursos para hacer alguna modalidad virtual que permitiese continuar con los estudios», contó a Canal Abierto Ariel Rapp, educador del Bachillerato Popular Roberto Chejolán, que funciona en la Villa 31.

A partir de ahí, «lo primero que surgió fueron problemas con el tema de alimentos e infraestructura, particularmente el tema del agua y las condiciones sanitarias con las que viven nuestros estudiantes. A todo esto se suma lo que tiene que ver con la falta de conectividad o de dispositivos para poder establecer una continuidad educativa. Por eso empezamos a pensar estrategias que tenían que ver con distintos reclamos» sumó Rapp.

Resultados similares arrojó el sondeo hecho por los responsables del Bachillerato Popular Miguelito Pepe. Consultada para esta nota, Anabela, educadora de esa institución, explica: «Muchos se vieron afectados y afectadas a partir de esta cuestión económica que empezó el 20 de marzo, aunque ya unas semanas antes se habían suspendido algunas actividades, ya que obviamente muchos trabajan en actividades no esenciales«.

Los accionistas de las empresas de aplicaciones de videoconferencia probablemente sean de los pocos ganadores a nivel económico de esta situación de impacto mundial. A partir de las medidas de aislamiento obligatorio implementadas en la mayoría de los países, estos programas pasaron a formas parte de la cotidianidad de muchas personas que hoy las utilizan para encuentros virtuales masivos, reuniones de trabajo y para instancias educativas.

El problema que estas herramientas presentan es la cantidad de datos de Internet que consumen, lo que obliga a disponer de una red hogareña, algo habitual en hogares de clase media que deviene en un verdadero lujo en las casas de los barrios populares.

«No hay muchos que accedan a una red wi fi propia o libre, eso también hacía que distintos dispositivos o aplicaciones como las aulas virtuales no pudieran ser dadas como creeríamos porque eso excluiría a quiénes no puedan acceder a esas redes», agregó Anabela.

Sin embargo, desde la coordinación del bachillerato encontraron la forma de poder avanzar con las clases. «Como vimos que la mayoría tiene un dispositivo móvil, preguntamos si podía tener acceso al celular dos veces por semana en el horario en el que se cursaría el bachillerato para hacer intercambio a través de Whattsapp, ya que es la única aplicación que no consume datos».

«Ahí intentamos en estas semanas armar un formato que se pudiera adaptar a esa herramienta y tuvimos una respuesta increíble, de los tres años» celebra la docente. El Bachillerato Popular Miguelito Pepe, funciona desde hace años en la zona de Constitución, pero a comienzos de este año mudaron su sede a San Telmo, por lo que temían que aquellos que recién se incorporaban perdieran el contacto. Sin embargo, «nos sorprendió lo del primer año, que es cuando se arman los grupos y siempre hay una instancia de presentación y mucho entusiasmo y participación. Ahora lo que nos queda hacer es evaluar dentro de 15 días como se da esta manera la posibilidad de ir acercando algunos contenidos, algunos trabajos y tratar de ver posibilidades de acceso al Facebook, que permite hacer salas de encuentros, o algún canal de Youtube».

Anabela destacó que el ímpetu para sortear los inconvenientes y adaptarse a la nueva realidad no se circunscribió solamente al estudiantado, sino que «el equipo docente del bachillerato tuvo una muy buena predisposición y activó para bien poder tomar esta nueva herramienta como una posibilidad de acceso a la educación, para continuar un intercambio con los estudiantes y no perder el ciclo lectivo, pero sobre todo para seguir teniendo contacto con los estudiantes que vienen al bachillerato en busca de un título pero también como forma de seguir aprendiendo».

La deuda eterna

A los problemas nuevos que trajeron la pandemia y su consecuente cuarentena, se suma el reclamo que los docentes de los bachilleratos populares arrastran de hace años, que es el reconocimiento económico a su labor.

La mayoría de los bachilleratos están reconocidos por el gobierno porteño, expiden títulos oficiales, los egresados son computados en los números que todos los años se presentan, pero muy pocos educadores reciben un salario por el trabajo que desempeñan.

«Somos trabajadores que no cobramos salarios, estamos precarizados por el Estado, pero cuando muestran números sí el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos reconocen como escuela. No es sólo el salario, sino cuestiones que tienen que ver con las viandas. Ahora en la pandemia no estamos recibiendo viandas», reclama Rapp.

Con la comida no se jode

Uno de los reclamos que atraviesa a los bachilleratos de la ciudad tiene que ver con la distribución de bolsones alimentarios destinados a quienes hacen sus estudios en las distintas escuelas. A pesar de estar reconocidos por el Ministerio de Educación porteño, los bachilleratos populares no reciben la ayuda que el gobierno entrega para reemplazar la labor de los comedores escolares.

«Los bachilleratos populares tienen una particularidad que es que sus estudiantes necesitan también de la ayuda alimentaria. Todo el sistema educativo, a excepción de jóvenes y adultos, está recibiendo en la totalidad de sus escuelas las canastas para cada estudiante. En el sector de adultos, simbólicamente, hemos sido excluidos de la entrega. Así que a los problemas económicos que se atraviesan por la cuarentena se suma la discriminación que sufren los estudiantes de los bachillerato oficiales al no recibir la canasta alimentaria, que por más paupérrima que sea siempre sirve un poco para paliar la alimentación diaria. Además se suma la situación grave que el ministerio de Educación de ciudad cortó la inscripción a las becas de apoyo escolar, que implican un monto de dinero que es destinado a la continuidad en las escuelas de los estudiantes. Esto fue suspendido por el gobierno de la ciudad «, dijo a este portal Sebastián Mondonio, educador del Bachillerato Salvador Herrera, que funciona en Villa Lugano.

«Además a la situación gravísima se le suma la falta de la disposición de cualquier tipo de medios de sanidad a las escuelas. No enviaron un solo barbijo ni productos de limpieza -denuncia Mondonio-, suspendieron la entrega de los elementos básicos para la protección y la limpieza. Por lo tanto la situación pedagógica es muy difícil y se va resolviendo con muchas deficiencias. Semanalmente se intenta conectar con todos estos límites con los estudiantes para realizar algún tipo de actividad que siga manteniendo el vínculo y la relación con la escuela, pero lejos de ser una situación educativa virtual ideal», agregó.

Por su parte, Rapp contó que «con la Coordinadora de Bachilleratos Populares y el Frente de Bachilleratos Populares de la CTA Autónoma hicimos una serie de reclamos para garantizar las viandas, que no le están entregando a casi ningún bachillerato«.

Una historia bonaerense

Arbolito es el nombre del bachillerato popular que lleva adelante la Unión Solidaria de Trabajadores, una empresa recuperada de Wilde. «Los chicos por ahí agarran más rápido la dinámica de las aplicaciones mientras que a los más grandes les cuesta un poco más. Hay grupos de Whattsapp por cada año y desde ese lugar se van ayudando y acompañando para poder acceder a la plataforma», contó Diego Ledesma, docente de la escuela.

Y agregó que «después está la dificultad económica. La mayoría de los estudiantes tienen hijos a los que también les mandan las tareas por Internet, por lo que cuando dependen del paquete de datos de la línea telefónica, a la hora que tienen que entrar a la plataforma se quedan sin crédito en el celular y tienen que recargar y hoy no están contando con el dinero para poder hacerlo, en muchos de los casos le dan prioridad a que sus hijos puedan resolver sus tareas».

Sofía es estudiante de tercer año, el último de la modalidad. La cuarentena la encontró en el año en que iba a egresar. Consultada por Canal Abierto, contó: «Tengo a favor la accesibilidad porque tengo computadora en mi casa, entonces puedo entrar tranquilamente. A veces hay inconvenientes con el wifi porque en esta zona no es bueno el servicio. Pero cuando pasa esto me manejo por el whattsapp. A algunos compañeros, al no tener computadora, se les vuelve más complejo poder seguir«.

Fuente: Canal Abierto | www.canalabierto.com.ar

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *