Según datos del ANSES, el 44% de las mujeres en edad jubilatoria pueden acceder a un beneficio previsional por falta de aportes, situación que expresa la brecha de género en el mundo del trabajo. Se trata de una desigualdad que deja expuestas trayectorias laborales interrumpidas por la necesidad de cuidar, ante la ausencia de políticas públicas y la discriminación a la que fuimos expuestas las personas gestantes cada vez que pudimos tomarnos la licencia por embarazo y excedencia y quedaron suspendidos nuestros aportes, de trabajos inestables, informales con bajos salarios que son los primeros que se pierden en tiempos de crisis y en los que somos mayoría nosotras.
* Por Clarisa Gambera, secretaria de Géneros de la CTAA Capital
Esos aportes que faltan son un aspecto más de la violencia económica por motivos de género en el marco de una organización social patriarcal vigente.
La pandemia profundizó la crisis y también las desigualdades golpeando más a quienes estaban peor: hoy, seis de cada diez familias monomarentales son pobres, el doble del promedio general según informe del Ministerio de Economía y Unicef, el 84% de estos hogares con una persona a cargo del cuidado exclusivo son mujeres. Las mujeres a cargo del cuidado son pobres de ingreso y pobres de tiempo y esta sobrecarga se redobla en el contexto de aislamiento.
Los sectores laborales que han sostenido la primera línea están altamente feminizados trabajando expuestas al contagio, con jornadas extendidas, sin poder garantizar el cuidado de sus hijes, en condiciones de trabajo muchas veces precarias y en el caso de las trabajadoras comunitarias sin ninguna protección social.
El Registro de Deudores Alimentarios de la Ciudad de Buenos Aires, que depende del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño arroja que en 2021 hay un 85 por ciento más de padres que no pagan que el promedio para el mismo mes de los últimos diez años. Las madres que logran avanzar con una demanda judicial reclamando a ANSES para recibir la asignación familiar no califican para recibir ni el IFE, ni la tarjeta alimentar.
Es indiscutible que el cuidado es para las mujeres un vector de desigualdad, siempre, pero en el marco de la crisis COVID 19, la participación laboral femenina cayó al 45% y en 2 tercios de los hogares que incrementan su carga de trabajo doméstico las mujeres fueron sus responsables principales o exclusivas.
Desde antes de la pandemia la participación en el mercado de trabajo y el acceso a un empleo era más difícil para quienes tienen hijes a cargo. Tienen más chances las mujeres sin hijes pero lo opuesto ocurre para los varones, aquellos con hijas/os muestran mayores niveles de empleo que aquellos sin hijas/os. En consecuencia, la brecha en la tasa de empleo aumenta notoriamente entre mujeres y varones jefes o cónyuges con hijas/os.[1]
Las que cuidan tienen menos posibilidad de conseguir empleo y también menos probabilidad de sostenerlo. En la medición de inestabilidad, la brecha de transición a la inactividad aumenta con la presencia de hijas/os de menos de 6 años en el hogar. Según informes del CIPPEC[2] las mujeres de 16 a 29 años con hijas/os son las más perjudicadas, dado que transitan desde la ocupación a la inactividad 23 veces más que sus homólogos varones dejando al descubierto la imposibilidad de la conciliación entre cuidado y empleo. En el total de 16 a 59 años con hijos, la intensidad es algo menor: las mujeres transitan 18 veces más que los varones a la inactividad, aunque todavía se encuentran muy lejos de los valores de 5 y 6 veces, correspondientes a los mismos grupos etarios de 16 a 59 y 16 a 29 años, respectivamente, pero sin presencia de hijas/os menores de 6 años en el hogar.
En este contexto la iniciativa que pondría en marcha el ANSES es un reconocimiento de ese trabajo de cuidado hasta aquí invisible, este “Programa Integral de Reconocimiento de Periodos de Servicios por tareas de Cuidado” permitiría que se jubilen mujeres a las que le faltan años de aporte, tomando la responsabilidad del cuidado como una razón que explica esa falta y que, concretamente, acreditando tener hijes se estaría compensando en parte.
Se trata de una bandera histórica del movimiento de mujeres y de una demanda concreta que hemos tomado desde la unidad de las trabajadoras, ese feminismo sindical que nos ha permitido avanzar en un agenda común. Pasaron dos años desde el domingo helado de fin de junio del 2019 cuando en el Centro Cultural Leopoldo Gonzales de ATE pusimos en acto un pacto feminista en la Jornada Norma Plá tramando estrategias feministas contra el fin de la moratoria previsional que se hizo conocida como moratoria para amas de casa, poniendo en foco el trabajo invisible de las mujeres. En aquella jornada de la que participaron compañeras de distintas organizaciones, nosotras aportamos la experiencia de las trabajadoras de ANSES quienes habían estado al frente de los operativos de la moratoria. Era un tiempo de resistencia donde desde el gobierno se nos acusaba de ñoquis, se armaban lista de despidos, se desmantelaba áreas completas del Estado y se impulsaba un reforma previsional de más ajuste y menos derechos. En ese contexto de tercera reforma del Estado, aquel domingo, mis compañeras expresaron mejor que nadie que nuestro trabajo son los derechos del pueblo, emocionadas porque fueron miles las mujeres que pudieron jubilarse, también contaron quiénes no, las deudas; entre esas las personas Trans Travestis excluidas del mundo del trabajo, sin aportes y sin tiempo porque la violencia sistemática acorta sus expectativas de sobrevida y no les permite esperar.
Con esa acumulación de deseo llegamos a la calle, frente a la Casa Central de ANSES en un acto unitario con las centrales sindicales, era el tiempo de la resistencia desde esa unidad feminista que nos permitió articular conflictividades superando la fragmentación y también las segmentaciones generacionales y sectoriales que no hacen más que debilitar las luchas estuvimos en la calle como expresión de un movimiento capaz de expresar que esas que no pueden acceder a un beneficio provisional son/fueron las pibas que no pudieron planificar sus embarazos y entonces quedaron atadas al cuidado que desalienta la continuidad educativa y hace difícil acceder al empleo, que esos aportes que no están serán los nuestros que hoy somos trabajadoras precarias sin aportes, que esas mujeres que han soportado la sobrecarga de trabajo doméstico son nuestras madres y abuelas no tan distintas a nosotras en este presente donde el trabajo reproductivo de ha intensificado en jornadas de superexplotación.
Reconocer el cuidado de hijes y vincularlo con los aportes es sin dudas un avance. Los aportes que no están se los quedó el patriarcado, eso decía la bandera que desplegamos ahí a la puertas del ANSES porque trabajadoras somos todas y las tareas de cuidado son trabajo! No es amor.
“- Un año de servicios previsionales por hijo/a para mujeres y personas gestantes con hijos/as nacidos/as vivos/as o adoptados siendo menores de edad.
– A las mujeres que hayan sido titulares de AUH (y el niño o niña haya percibido este derecho por lo menos durante 12 meses) se les computarán dos años adicionales.
“-A las trabajadoras registradas que hayan hecho uso del período de licencia por maternidad y por excedencia. También se les reconocerá el mismo plazo a los fines de acceder al derecho a una jubilación.”
Hoy desde temprano muchas de las que estuvimos ese día en la calle nos compartimos las buenas nuevas, un pacto feminista contra los pactos patriarcales ese es el hilo que nos sigue encontrando y nos permite seguir tejiendo este feminismo popular para resistir y también para defender y proponer políticas públicas que vuelvan derecho lo que necesitamos para salir de la desigualdad.
[1] EPH 2018
[2] El género del trabajo: entre la casa, el sueldo y los derechos / Gala Díaz Langou… [et al.] – 1ª ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fundación CIPPEC, 2019.
Fuente: CTAA | www.ctaa.org.ar