imagesDesde comienzos de este siglo, una ola de fervor revolucionario recorrió América Latina como en tiempos de San Martín y Bolívar. Los pueblos que habitan al sur del Río Bravo volvieron a enarbolar con orgullo las banderas de la emancipación americana. Las dificultades y contradicciones que agitan la región no son óbice para transitar este nuevo ciclo histórico.

* Por Juan Carlos Giuliani, Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA.

El triunfo de Macri en las elecciones presidenciales en nuestro país, la derrota del Chavismo a manos de la oposición conservadora-neoliberal en las legislativas venezolanas, y el intento de la derecha brasileña de llevar a juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, son otros tantos síntomas de la crisis que atraviesan los procesos políticos que desde principios del milenio abrieron un cambio de época favorable a los sectores populares en la región.

Resistir construyendo poder popular -interpelando la claudicación del posibilismo que cierra las compuertas a la participación y frena la movilización de masas para administrar lo dado- es la consigna para superar este momento de inflexión en Latinoamérica. Ha llegado la hora de alimentar el movimiento de transformación continental. Es un tiempo signado por el redescubrimiento doctrinario de los próceres que urdieron el destino de la Patria Grande.

Así como en los umbrales de la última década del siglo pasado –el 9 de noviembre de 1989– se derrumbó con el Muro de Berlín el paradigma de que el socialismo iba a suceder inexorablemente al capitalismo, la primera década del siglo XXI asistió a la caída del Muro de Wall Street, ícono del sistema capitalista internacional. La hecatombe financiera sinceró la crisis de liderazgo y de hegemonía de los Estados Unidos.

La multipolaridad mundial comienza a transformarse en una realidad. Se está desplomando lo viejo sin que lo nuevo termine de nacer. He allí la clave de la crisis civilizatoria que explica las turbulencias que sacuden esta etapa de transición.

El capitalismo sustentado en los excedentes financieros, tal como se desarrolló en los últimos 20 años, ha caído en bancarrota. Aunque todavía no hay un modelo alternativo concreto al extractivismo dominante en la región, lo cierto es que en Latinoamérica -en medio de marcadas contradicciones y signos de retroceso en algunos casos- se están desarrollando procesos que cuestionan la lógica de acumulación de la economía de mercado y proponen la construcción de un nuevo socialismo para este siglo.

Más aún, países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, se han planteado reformas constitucionales con el propósito de producir cambios estructurales tendientes a transferir poder del Estado al pueblo, para crear nuevas institucionalidades de participación popular como resultado del cambio de la correlación de fuerzas.

Felipe Varela encarna el postrer intento por imponer la Causa Federal frente al abuso de poder porteño al servicio del Imperio Británico en el siglo XIX.

Contrario a la Guerra de la Triple Alianza ideada por Gran Bretaña y ejecutada por Brasil, Argentina y Uruguay para sofocar el desarrollo autónomo del Paraguay, en diciembre de 1866 lanza desde Jáchal, San Juan -sitio contaminado casi 150 años después por la voracidad impune de la multinacional Barrick Gold-, su proclama revolucionaria, dando un profundo sentido nacional y americano a la lucha montonera.

Dice Varela: «¡Soldados federales! Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas». Y enjuiciará con severos términos la política mitrista: «Compatriotas, desde que aquel usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos».

Se inicia así en nuestro país una revolución popular americana que será ahogada a sangre y fuego. El lema que el caudillo montonero lleva al combate, «la unión americana de las Repúblicas del Sud contra las potencias europeas», no es una frase casual.

Al titularse «representante y defensor de la Unión Americana», Varela está ligando su pronunciamiento a la reacción continental contra los planes imperialistas de apoderarse de América.

La historia enseña que la lucha por la independencia nacional está definitivamente unida al destino común del conjunto de las naciones latinoamericanas.

El MERCOSUR, el ALBA, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Banco del Sur, son otras tantas herramientas que habrá que fortalecer y perfeccionar en procura de la integración regional con autonomía de las potencias imperialistas.

Como lo soñaran nuestros grandes hombres, no habrá paz sin justicia, ni un mañana feliz sin una Patria para todos, que viaje con su canto libertario y mestizo desde Tijuana hasta Ushuaia. Ese es el camino por venir.

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