No es un error, no hubo un cambio de colores a los adjetivos. Así se vivió el 18 de febrero en Caracas, la capital de Venezuela y el centro de la atención de los procesos de transformación social. Entre 40 y 60 mil bolivarianos acompañaron al presidente Maduro (según la óptica con la que se lo mire), unos 10 mil manifestantes (según los medios de la misma oposición) estuvieron junto a Leopoldo López cuando se entregó a la justicia tras ser acusado de organizar la violenta manifestación del 12 de febrero.
Con la firma de un contrato colectivo de trabajo para los petroleros y petroleras de excusa, entre 40 y 60 mil personas marcharon por más de dos horas y media por la principal avenida de Caracas, la Libertador Simón Bolivar.
Recorrieron el 60% de la principal ciudad de Venezuela y nada de lo que se cruzaron tuvo que cerrar o dejar de funcionar. En esa zona hubo bancos, comercios, servicios públicos, transportes públicos y privados. En total, desde que arrancó la manifestación y hasta que terminó el discurso del presidente, esa Caracas vivió con normalidad la expresión política que ocupó las calles hasta las 17, unas 7 horas y media.
Del otro lado, en el 40% restante de la zona geográfica de Caracas, donde marcharon los “promotores de la libertad” con remeras y gorras blancas, los comerciantes, los trabajadores del estado, los servicios de transporte públicos (de ferrocarril o colectivos), tuvieron que bajar las persianas. Es literal y total.
Desde la Sabana Grande hasta el oriente de Caracas (donde se manifestó la oposición), la ciudad vivió un estado de indefensión, de temor, algo así como poner en pausa el contrato social donde nadie se hace cargo si en las calles no se garantizan los derechos esenciales. La sociedad civil está armada. Y en estos momentos, las armas están en la oposición civil y en la Guardia Nacional Bolivariana, el Ejército y la Policía Popular.
Debieron cuidarse quienes vestían remeras o gorras rojas. Los que pudieron, se las sacaron para atravesar tranquilos las calles que eligieron los representantes de la derecha para manifestar contra el gobierno socialista.
En la zona que ocupan los referentes de la oposición, adherentes y detractores de la vieja sociedad capitalista, pueden ser asaltados, agredidos y hasta asesinados, por igual. Esa oposición juega sus cartas a sangre y fuego porque en las urnas, Nicolás Maduro, les ganó las 3 elecciones que se hicieron en sus 8 meses de gobierno. No distinguen a quien agreden, su intención es generar una situación de terror y caos para socavar al gobierno nacional.
Además, en cada una de las elecciones, el gobierno aumentó el porcentaje de adhesión, del 3% inicial, a un 15% de ventaja el 8 de diciembre pasado, tan solo hace 8 semanas. Si, 8 semanas hace que ganó en el 75 de las comunas locales y se lo acusa de antidemocrático o se lo amenaza con sacarlo del cargo.
Antes, ganó en casi todas las gobernaciones. Perdió solo en 3. A la sociedad en transformación, la derecha la va a resistir incluso desoyendo la voz del pueblo expresada en una democracia social que hace más de una elección por año.
Desde el inicio del proceso chavista, fueron 18 elecciones, 17 ganadas por el oficialismo. La que perdió, no la perdió con la derecha. Fue cuando Hugo Chávez intentó tocar la autonomía universitaria y hasta sus seguidores le dijeron que no en una contienda que terminó 50,5% contra el 49,5% del sí a la propuesta del líder.
Es cierto, Venezuela vive una crisis económica causada por la depreciación de la moneda nacional y en la que tuvo que recurrir a medidas duras para cuidar el bolsillo de los ciudadanos. Los comerciantes que aumentan los precios sin justificación, son multados, cerrados y pueden, incluso, tener que responder ante la justicia penal.
El dólar paralelo se paga 60 veces más que el oficial, pero nadie le acepta dólares. La moneda de cambio es el Bolivar y si no consigue esos billetes, no compara nada. El dólar, como en Argentina, lo acaparan las clases pudientes. A diferencia de nuestro país, la venezolana es una sociedad que está cambiando y en la que viven los que quieren el socialismo y los que defienden las posiciones privilegiadas ganadas en el capitalismo.
La crisis política, ampliamente difundida, se basa en que la derecha, presentada por los medios como los adalides de la democracia, no la aceptan cuando las urnas les dicen que no. Tienen una aceptación cercana al 40%, no en un solo partido sino en varios, y no logran pasar ese número. Apuestan a que Maduro, con más del 55]% de aceptación, pierda apoyos a un nivel que lo coloque cerca de ese piso y techo que la derecha no ha podido modificar.
Ayer, esas dos Venezuelas se expresaron libremente en las calles de Caracas. La marea roja fue masiva y alegre. La blanca, sembró miedo en nombre de la libertad.
Fuente: Juanjo Beascochea para www.planbnoticias.com.ar