A Lucas lo mató la policía. Dispararon 12 balas, dos a la cabeza del chico de 17 años que agonizó durante un día. Los que dispararon no tenían identificación, tampoco el auto con el que interceptaron a los 4 amigos que salían de entrenar de un club del barrio de Barracas.

Los hechos son pocos, en un tiempo breve. Lucas jugaba en las inferiores de Barracas Central y sus 3 amigos habían ido a probarse. Salieron del club en auto, pararon a comprar jugo en un kiosco y cuando estaban de regreso a sus casas los interceptó un auto sin identificación del que salen tres tipos armados. Frente a esa escena creyeron que se trataba de un robo y no se detuvieron; entonces comenzaron los disparos. Su amigo cuenta que a las pocas cuadras vieron a unas policías y pararon desesperados a pedir ayuda porque creían estar en medio de un asalto violento y Lucas estaba herido. Pero no, no los ayudaron. Fueron detenidos. Pasaron la noche a disposición de la justicia de menores porque la versión policial hasta ese momento era que se trataba de jóvenes que participaban de un robo. Quienes dispararon no, porque en la ciudad de la doctrina Chocobar meter bala se puede y se promueve.

Gabriel Isassi, Fabián López y José Nievas son los asesinos de Lucas, los que efectuaron los disparos, dos a la cabeza de un chico porque dijeron que habían recibido una alerta sobre jóvenes sospechosos en un auto. Sospechosos de qué no dijeron.

El auto en el que iban estaba en regla, era del papá de una de los chicos, toda la escena es ilegal. Pero como en estos casos los policías actúan seguros de su impunidad, lo mataron y comenzó inmediatamente el operativo encubrimiento, como siempre con sectores del periodismo dando por cierta una versión policial insostenible respecto de lo que se difundió como «un confuso episodio». Mientras el adolescente agonizaba y otros agentes detenían a sus amigos intentaron instalar la idea de enfrentamiento y plantar pruebas porque así funciona el gatillo fácil, es un método.

En su 5 años de existencia, la policía de la Ciudad, asesinó a 121 personas según el registro sobre casos de gatillo fácil de la CORREPI y este dato pone marco al asesinato de Lucas. No es un hecho aislado, se trata de una institución con personas con poca formación, sin instancias de democratización y desapego por los DDHH, una fuerza creada con los exonerados de otras fuerzas, con permiso para matar porque hay una institución que encubre, funcionarios que ven con buenos ojos la mano dura y la represión, en un clima social fogoneado desde los medios, que asocian la inseguridad a los pibes construyendo estereotipos que los ponen en peligro.

Los pibes saben porque viven el verdugueo a diario, porque conviven con la policía en su barrio que los hostiga, porque conocen a pibes a los que mató la policía y porque viven a diario la portación de rostro.

La policía mata pibes porque se puede, no se trata de una “mala actuación” de malos policías. Hay permiso para matar, arenga para matar cuando de vocifera que hay que meter bala y se pone en el foco a los pibes de los barrios populares. Pero Lucas no está solo, no lo estuvo nunca, es del Club Barracas Central, su familia estuvo a su lado todo el tiempo, están amigos y amigas, vecinos. Todos saben que la policía mata pibes y que sin presión se encubre el crimen por eso su mamá y su papá se sostienen como pueden, y en medio del dolor hablan con la prensa, cuentan lo que están viviendo que dejaron a su hijo en las manos de Dios desde ayer cuando los médicos le dijeron que no había nada más que pudieran hacer, mientras piden justicia.

Es la tarde del jueves y son un montón de pibas y pibes los que están en la marcha que se arma en Barracas, muchos son sus compañeros del club, se convocaron en el mismo horario que se conoce la muerte de Lucas. Otros están en la puerta del Hospital del Cruce de Florencio Varela a donde había sido trasladado por la gravedad de su estado. Lloran, se abrazan, se acompañan, se sacan la bronca y el dolor y la impotencia.

Quién nos cuida de la policía a nosotros, la policía nos asesina, eso dicen mientras marchan porque los pibes y las pibas saben que la inseguridad son ellos.

Fuente: Niñez y Territorio

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