Buenos Aires 1977. Un joven militante del PC es enviado a Berlín Oriental para investigar la desaparición de otro integrante del Partido que se hizo humo con un millón de dólares de la organización. Así empieza la trama de El oro de Berlín, la primera novela de Jorge Yabkowski, pone al desnudo las propias contradicciones de la Unión Soviética y el Partido Comunista Argentino.
-Todo gran escritor es ante todo un gran lector: ¿Cuáles eran las lecturas predilectas de tu infancia y juventud?
Heredé de mis padres, dos lectores seriales, el placer de la lectura. A los siete años debuté con El Tigre de la Malasia de Emilio Salgari. En seguida llegaron Verne, Mark Twain y toda la colección amarilla de Robin Hood. Junto a Álvaro Yunque, esos autores me acompañaron toda la infancia. En mi casa estaban prohibidas las revistas mejicanas. A Superman, Batman o La pequeña Lulú las conocí de contrabando en la casa de algún vecino del barrio. Las únicas publicaciones permitidas eran el Billiken y Patoruzito.
Como en todos los hogares comunistas hubo lecturas obligadas al comienzo de la adolescencia: Así se templó el Acero, el Poema Pedagógico de Makarenko, Reportaje al pie del patíbulo del checo Julius Fucik. En poesía, Nazim Hikmet, Marcos Ana, Maiacovsky, Paul Eluard, González Tuñón. No quiero olvidarme del teatro de Brecht (leído y también devorado en las magnificas puestas de Manolo Jedwabni en el Teatro del Centro) y el Juan Cristóbal de Romain Rolland. Accedí más bien tarde a los autores argentinos: Borges, Arlt, dos obras fundantes como el Facundo de Sarmiento y El Matadero de Esteban Echeverría.
Por último hay obras que son modelo e inspiración para El Oro de Berlín: Esta es tu causa, Mi ser querido y Respondo por todo, la trilogía de Yuri Guerman, Vida y Destino de Vasili Grossman y El Tercer Hombre de Graham Greene. Las primeras marcan a fuego el abismo entre el ideal revolucionario y el stalinismo. La última es un modelo de literatura de espionaje, de intriga política.
-¿Cuál fue el punto de partida de El oro de Berlín?, ¿cómo nació la idea de escribir esta novela?
Hace años quería contar la dictadura desde la mirada de los militantes comunistas, hacerlo sin ideologismos, reconstruyendo aquellas vivencias, trágicas y contradictorias. Buena parte de la literatura y el cine post caída del muro está escrita con resentimiento. Recién en películas como Good bye Lenin y La mirada de los otros, empieza a aparecer la dimensión humana de ese cambio de época. El joven Jorge Amado, Gioconda Belli y Pedro Lemebel cuentan al militante con formas muy bellas, pero rodeado de cierta aura de idealización. A mi juicio, el que mejor se acerca a la condición humana del revolucionario es el Vargas Llosa de Historia de Mayta y Travesuras de la niña mala.
Un compañero de militancia que estuvo en Bogensee (Berlín Oriental) en el ‘77 volvía una y otra vez sobre esa historia en nuestras conversaciones. Y un día me dije: Voy a escribirla. Le conté a María Ines Krimer, entonces mi coordinadora de taller. Ella me sugirió intentar el registro policial. Un dinero perdido en el ‘86 y un viaje a Berlín de un dirigente para recuperarlo me dieron la idea inicial. Así empezó El Oro.
-Nunca la ficción supera a la realidad: ¿qué fuentes usaste para la investigación de la novela?, hay afirmaciones muy fuertes que ya son vox populi como la de que el PC hizo un acuerdo con Videla.
Las fuentes son el testimonio de mis compañeros de militancia, mis propias vivencias y El Oro de Moscú, la excepcional investigación de Isidoro Gilbert. En el año en que transcurre la novela, 1977, yo mismo envié una carta al Comité Central del Partido Comunista criticando el apoyo a Videla.
Ese apoyo no fue secreto, está escrito y fundamentado en todos los documentos de la época.
En 1986 escribí un artículo con una visión crítica para el debate previo al XVI Congreso que nunca fue publicado en el periódico partidario. En el ‘87 presenté mi renuncia. Pude viajar a Berlín en 2010 para recorrer los escenarios de la novela. La escuela de Bogensee fue en los ‘30 la mansión del lago de la familia Goebbels. Después de la guerra se convirtió en centro de estudios de la Juventud Comunista de la República Democrática de Alemania. Hace un par de años la municipalidad de Berlín la envió a remate por once millones de euros.
Mi padre fue miembro del aparato financiero del PC por más de veinte años. Conocí de primera mano la historia de las empresas. Digamos entonces que El Oro es en parte autobiográfica y, al decir de Guillermo Saccomanno, también confesional.
-¿Qué repercusiones tuvo la novela en el ámbito de los dirigentes políticos y la militancia en general?
El Oro es mi primera novela. Obtuvo un premio en el festival Buenos Aires Negra, el BAN. Tanto los lectores del género negro como los militantes me han hecho llegar sus palabras de aliento. Lo más importante es que la mayoría la leyó de un tirón. Y ése es, para un escritor, el mejor de los elogios.
Artículo publicado en el Periódico de la CTA Nº 108, correspondiente al mes de marzo de 2015