El 9 de octubre de 1967 en plena selva boliviana, en cercanías de la Quebrada del Yuro y en las aulas de una escuela de la Higuera, pronunció sus últimas palabras el estoico revolucionario, levantando su mirada frente a su ejecutor Mario Terán: “Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!».
Hoy su deceso forma parte de un anecdotario frente a lo que Ernesto Guevara -el Che- representa en la historia contemporánea. En una insignia, en una bandera o en una remera confeccionada en una marca registrada el Che sigue representando la falta de un derecho negado, la rebeldía y la vanguardia. Guevara es recordado como el hombre de la guerrilla de armas de la revolución hecha acto, pero dicha acción es consecuencia de un minucioso y exhaustivo pensamiento en un continuo proceso de aprendizaje.
El Che como Mariátegui, Gramsci o Lukács, entre otros, llevan la insignia de la filosofía de la praxis, discutiendo al interior del marxismo con la versión filosófica oficial que se intentó elaborar en la Unión Soviética durante la época de Stalin. La filosofía de la praxis asume el humanismo revolucionario anteponiendo la acción del colectivo para intervenir en una situación histórica concreta transformando la realidad.
La visión integral del proyecto socialista de Guevara se interpreta como la corriente anti-dogmática y latinoamericana del marxismo, y muy por lo contrario, lejos del dogma, evita el mecanismo de preceptos de Marx y Lenin como recetas universales en lugar de comprenderlas como herramientas fundamentales para analizar, planificar y actuar en base a situaciones y momentos históricos concretos. En su recorrido por América pudo identificar al imperialismo y las variantes del colonialismo y al capitalismo como sistema de enajenación opresión y explotación.
A 51 años de la desaparición física del Che, la opción socialista se plantea ya no como una mera estampa en una remera, ni como consignas históricas reivindicativas, sino como una necesidad de debate teórico y práctico en la actualidad. La historia demuestra que no es posible “humanizar al capitalismo” o “suavizar al imperialismo”, entonces lo que se plantea para los pueblos que pretenden superar la opresión del capital es: qué sistema político, económico, social, cultural sería el que puede atender las necesidades urgentes de los pueblos para una vida digna.
El Che es la síntesis perfecta que emerge desde el pensamiento a la acción y desde la práctica al pensamiento. Un hombre capaz de inquirir, dudar, de preguntar, de derribar las prisiones de lugares comunes; capaz de desafiar lo establecido, la reproducción de la norma, la reproducción de lo existente y de lo que se considera posible y atreverse a crear y ser original. En síntesis, el Che en su pensamiento como en su acción ejerce la ciencia más difícil: la de la Revolución.
Mario Terán, el asesino del Che, recuperó la vista en una operación realizada por médicos cubanos en una clínica de Santa Cruz de la Sierra. Clínica que fue donada por la Revolución Cubana al pueblo de Bolivia. Los médicos cubanos curaron al asesino del Che de la misma manera que el Che, como médico, curaba a los soldados enemigos capturados en Sierra Maestra. Un proyecto de vida, frente al proyecto de muerte del capitalismo.