Resulta interesante analizar la agenda en debate en la región, puesta en discusión en ámbitos de la diplomacia y la política regional, pero también en las calles. Por un lado acontece en Panamá la Cumbre de Presidentes de América y el protagónico papel histórico de Cuba en el debate regional de la máxima institucionalidad americana.
Por Julio Gambina, Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA (IEF-CTA).
¿Quién ganó la batalla por décadas entre EEUU y Cuba? ¿Triunfó el bloqueo estadounidense que condenó al aislacionismo cubano, o se terminó imponiendo la voluntad y las aspiraciones por ejercer relaciones soberanas impulsadas desde un pequeño país y aislando nada menos que a EEUU?
Es cierto que la proyección de las inversiones económicas en Cuba, provenientes de EEUU, intentarán socavar la pretensión anticapitalista del proceso cubano. Las relaciones mercantiles capitalistas intentarán lo que el bloqueo mercantil no logró. La realidad es que la perseverancia política de Cuba actúa como demostración sobre la posibilidad de intervenir soberanamente en el ámbito mundial. No existe el límite de la correlación de fuerzas, sino la decisión de avanzar en un proyecto propio, ampliando los límites para la transformación social y la emancipación.
El comentario es válido, aun desde la aparente desigualdad en la correlación de fuerzas, una cuestión que se enarbola cotidianamente para impedir modificar los condicionantes estructurales del legado neoliberal en nuestros países. Me refiero a las reformas estructurales de los años 80 y los 90 que condicionan la cotidianeidad, sea en el ámbito de la producción o de los servicios y las finanzas, endeudamiento mediante; como en los tratados internacionales suscriptos en su momento y que condenan a los países a la subordinación a tribunales externos y a la lógica de la liberalización de la economía.
La parábola de confrontación del débil contra el supuesto fuerte sirve para pensar los desafíos de la contemporaneidad, en pleno desarrollo de la crisis del capitalismo y la emergencia de capitalismos que pretenden enarbolar el sello de un nuevo tiempo, recreando la categoría del “capitalismo nacional”, el “capitalismo humano”, o renovadas versiones de un “desarrollo capitalista” para el subdesarrollo y la “emergencia” sustentada en fuerza de trabajo barata y abundancia de bienes comunes en disposición de explotación, sustento del “capitalismo verde”. No existe debilidad a priori, sino proyectos que intentan construir una organización social en disputa contra el régimen y el orden del capital.
Solidaridad con Venezuela y lucha por la Paz en Colombia
Vale también considerar que la soberanía popular se esgrime en estas horas en la defensa de la autodeterminación de Venezuela ante la agresión de EEUU. No solo se sustenta en su territorio la defensa del gobierno legítimo en la patria de Bolívar, sino que la suscripción de solidaridad se extiende más allá de las fronteras con 10 millones de voluntades que exigen a EEUU derogar la declaración de “amenaza a la seguridad” por parte de Venezuela.
La dominación pretendida por el imperialismo encuentra límites en el accionar colectivo. Son límites a la impunidad que hasta hace muy poco ejerció sin obstáculos el poder hegemónico y que la nueva realidad mundial condiciona.
Es un tema asociado a la disputa de la hegemonía mundial, pero también a la nueva institucionalidad de la integración, que entre sus novedades más destacadas es la plena participación cubana en las relaciones continentales. La verdad es que ante la debilidad explicitada con Cuba, el imperio estadounidense pretendió evidenciar su poder atacando y condicionando a Venezuela, y la respuesta ha sido masiva en la defensa de la autodeterminación y sustentada desde la solidaridad gestada por la nueva institucionalidad de la integración regional.
Queremos poner en evidencia, a propósito de la Cumbre de Presidentes en Panamá, el ejercicio del poder de la dominación y al mismo tiempo, la potencialidad de proyectos alternativos que pregonan propuestas de orden social contra-hegemónicas.
Aludimos a Cuba y a Venezuela, que formulan y sostienen la lucha antiimperialista, pero que en estas horas también puede extenderse a la movilización callejera en Colombia. Es que la movilización popular se hizo escuchar en su demanda por la Paz este pasado 9 de abril, a 67 años del Bogotazo.
Se trata de negociaciones por la Paz que está atravesada por los diálogos en La Habana, entre el gobierno colombiano y la insurgencia. EEUU no fue ajeno a los acontecimientos de aquellos tiempos y Colombia se constituyó, especialmente en estos años de promoción neoliberal, en cabeza de playa de la militarización regional y hoy se define la “paz colombiana” en las discusiones habaneras y en las calles de Colombia y del continente, rodeada de la solidaridad internacional.
Lucha contra la dependencia capitalista
La reflexión que traemos es que como nunca antes, en la coyuntura se cruzan reivindicaciones democráticas de los pueblos de Nuestramérica para afirmar un cambio político favorable a las necesidades económicas, sociales y culturales de los pueblos. Es una afirmación que vale para pensar las posibilidades de rumbos alternativos al orden capitalista. Es una afirmación que podemos abonar con ejemplos.
Para el caso de la Argentina, ante un nuevo fallo contra el país en el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), ámbito del Banco Mundial en defensa de los intereses de las inversiones transnacionales y por 405 millones de dólares demandados por la francesa SUEZ en juicio desde el 2006; o para terminar con la herencia de la legislación financiera de la dictadura ante la agresión de la especulación financiera sustentada desde las transnacionales de las finanzas, que hoy se manifiesta en la demanda judicial en Nueva York por cifras incalculables, entre 1600 y 15.000 millones de dólares.
Pero también para pensar en desandar la sorpresiva y secreta inclusión uruguaya en el TISA, el “acuerdo en comercio de servicios” (en inglés: Trade in Services Agreement). Del mismo modo y que no tan secreto se negocian tratados de libre comercio entre el Mercosur y Europa, o entre nuestros países y una gama variada de aspirantes a relaciones mercantiles favorecidas en la región, sean viejos o nuevos socios comerciales y potenciales inversores en áreas de la producción y los servicios.
En rigor, hace una década se demostró que podía eliminarse de la agenda de debate el ALCA, que hoy retorna en variadas negociaciones por la liberalización. La lectura política sustentada en la lucha por la soberanía de los pueblos y puesta de manifiesto en Panamá o en Colombia, nos señala que no existe la fatalidad para que los países se subordinen al CIADI o a cualquier forma de promoción de la liberalización de las relaciones comerciales y el movimiento internacional de capitales.
Los diversos tratados de libre comercio, o los tratados bilaterales de inversión que sostienen la defensa de la seguridad jurídica de las inversiones constituyen la base de una institucionalidad que promueve la dominación del orden capitalista contemporáneo, o sea, las corporaciones transnacionales, los principales Estados del capitalismo mundial y los organismos internacionales.
Estos actúan como sujetos hegemónicos de la mundialización capitalista desde la legalidad y legitimidad que le otorgan la ausencia de confrontación por proyectos alternativos, y más aún, la limitación de una nueva institucionalidad regional y mundial que se insinúa en los intentos por reformular el Mercosur, en la emergencia de la Unasur y más aún en la CELAC. Esa nueva organicidad global venía sugerida también por la demorada nueva arquitectura financiera que esgrimía al Banco del Sur como su propuesta inmediata.
Nuestro comentario apunta a sustentar la posibilidad de profundizar la conformación de una subjetividad e institucionalidad alternativa que sostenga un modelo productivo y de desarrollo a contramano al del orden hegemónico y que supere los condicionantes de la dependencia capitalista.
Si Cuba sostuvo su dignidad pese al bloqueo y su agresor no tuvo más remedio que habilitar negociaciones para la normalización de relaciones y compartir debates en la Cumbre de Presidentes; y si la Venezuela agredida es sostenida por su lucha nacional y la solidaridad regional e internacional; y si el mundo se moviliza por la paz contra la militarización regional y global desde Colombia; entonces, los límites para la independencia pueden ser superados.
Más aún si se consideran los avances de la organización y lucha popular que devino en nuevas articulaciones de las relaciones políticas en Nuestramérica.