meritocracia-2La Asamblea por la Educación Pública y Popular dio comienzo a sus actividades de encuentro, difusión y debate. En ese marco, el 13 de mayo llevó adelante una charla-debate sobre las relaciones entre escuela, meritocracia y desigualdades, y sobre los desafíos que esta problemática implica para la construcción de pensamiento crítico.

Con la presencia como panelistas de Jorge Cardelli (Secretario de Cultura CTA-A), Susana Colli (Secretaria Pedagógica de Ademys), Roberto Elisalde (Director de RIOSAL) y Ana Pagano (de la Secretaría de Cultura CTA-A), se analizaron las derivaciones de la “utopía meritocrática” que nos empuja a ser parte de un mundo signado por una “moral” cada vez más individualista y despolitizada, presente tanto en nuestra sociedad como en la escuela.

Durante el encuentro se puso el acento en el carácter selectivo de la escuela y en la vigencia de una voluntad política que mantiene la “pirámide educativa”, la escuela restrictiva, la selección de clase y donde la evaluación cobra un papel central. Lo cierto es que se plantea que el debate sobre la meritocracia no posee un carácter técnico, sino político. Y es que en él se pone en juego un proyecto político integral y un modelo de sociedad.

La relación entre meritocracia, igualdad de oportunidades y desigualdad también se puso de relieve. Principios que se hallan en el corazón de la mayoría de las teorías de justicia y que implican una ausencia de cuestionamiento sobre la estructura desigual de las sociedades capitalistas y sobre las jerarquías sociales que las atraviesan. Se impulsa, así, un modelo de sociedad donde gana el individualismo, la despolitización, la imposibilidad de construir poder social y político, y de potenciar la acción colectiva. De este modo, se apuesta a una sociedad que debilita la democratización, lejos de la distribución, del reconocimiento y de un protagonismo “a fondo”.

En la charla se llamó la atención sobre cómo se articula la fórmula para el mérito: coeficiente intelectual, más esfuerzo. Se da por finalizada, así, lo que se suele llamar “pedagogía de la compasión”. En este marco, se hace visible el mensaje de las políticas estatales: hay que “merecer” la educación. Sobre esta base, el “gerenciamiento” educativo se expande, en tanto las escuelas sí o sí tienen que mostrar “buenos resultados” para poder seguir vigentes. En el “mérito” el éxito personal posee un carácter clasista y biologicista, y así el “fracaso escolar” y “social”, se transforma en un problema individual.

La situación de la Educación de Jóvenes y Adultos (EDJA), ilustra gran parte de estos debates. La EDJA es una muestra de la desigualdad que produce la institución escolar, habitada por lo general por aquellos jóvenes que dejaron la escuela primaria o secundaria y que ahora el sistema educativo les otorga una nueva “chance” en uno de sus circuitos más desiguales. Se evidencia, allí, las relaciones entre escuela y clase social, ya que las propuestas de la EDJA se hallan destinadas a las clases subalternas.

Lo cierto es que frente a la utopía meritocrática que pulveriza por completo la posibilidad de vivir en una sociedad de iguales, es necesario potenciar la escuela como herramienta de organización popular y de politización de la educación.

 

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