Por Carlos Chile, Secretario de organización de la CTA-A
La primera cuestión es que, con el tema de la elección en Estados Unidos, es que hay que salir de la parte, yo diría, decorativa, de la parte del emergente, de lo que se ve del proceso electoral norteamericano. Porque el proceso electoral norteamericano no es un proceso que esté cerrado en el marco del territorio norteamericano, ni en el marco de los personajes, algunos, chaplinescos, como el presidente electo. El problema no es ese.
Hay que ir más atrás, porque en realidad lo que está desordenado, lo que no soporta el sistema capitalista, es no resolver su problema interno, donde Estados Unidos ha entrado en una crisis que o estalla todo. Hay que remontarse hasta para Yalta y arrancar desde ahí. Es decir, tomar el pacto Yalta cuando se constituye una hegemonía mundial. Se constituye una bipolaridad que estalla con la caída de la Unión Soviética. La primera etapa termina con la caída de la Unión Soviética.
Ahí comienza un nuevo momento, que es la idea de la construcción, el intento imperial más importante que haya conocido la humanidad. No existe otro intento de esa magnitud, de construir un imperio político, militar, económico y cultural, que es el ensayo que hace Estados Unidos. La idea de la unipolaridad, un mundo único, jefe único, imperio único. Eso se encuentra con la resistencia de una contradicción inter-imperialista que plantea unipolaridad, sino una multipolaridad en el marco de la disputa de, por supuesto, los recursos y las ganancias del planeta, de la apropiación de los recursos del planeta. Esa etapa tiene varios componentes. Uno de esos componentes inesperados es la aparición de los BRICS. Ese es un elemento que complica la idea de esa multipolaridad que ellos pensaban que podía ser una multipolaridad apoyada en tres patas, cuatro patas. Que podía ser China, Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos. Y con esa multipolaridad ellos podían.
Pero, emergen otros sujetos y se sigue desordenando el modelo económico, productivo. Y se va desordenando a tal nivel que todas las herramientas de control económico, social y de producción de la humanidad, se desordenan a tal punto que hoy son más importantes los mercados negros de los metales, que la bolsa de metales; por lo tanto el mundo no sabe cuánto cobre existe, ni quién lo controla, ni cuánto vale. Y esto está sujeto a la especulación permanente de los grandes capitales. Esto hay que resolverlo porque aparte hay otro problema.
El otro problema es que, en el marco de este desorden estructural, se produce un endeudamiento. En ese intento, en ese sueño de todo imperio de ser el imperio único, se produce un desbalance económico de tal magnitud que China comienza a tener la centralidad de la hegemonía económica del planeta, pasa a ser la primera potencia mundial. Parte de esa deuda muy importante, es la de los Estados Unidos. Hay un problema, esa hegemonía no se puede resolver porque una parte de los recursos necesarios para que esa hegemonía se constituya en hegemonía efectiva, política, económica, cultural, militar. Para que eso suceda, hace falta, indudablemente, transformar esa deuda en capacidad. Pero una parte de los recursos para que eso se consolide, los administra Rusia. Por lo cual, estamos frente a un escenario donde hay que ordenar el escenario mundial, pero hay que ordenarlo pensando en un mundo donde haya un pacto chino-norteamericano de administración de la miseria, de la pobreza, de la expropiación, de la expoliación de los recursos del planeta. Pero, con una Rusia que necesariamente, indispensablemente y porque no hay ninguna posibilidad de que sea de otra forma, sea el tercero, sea el árbitro y sea quien imponga las condiciones.
Yo creo que lo que nosotros tenemos que entrar a pensar ahora es cómo se reconstituye ese pacto inter-capitalista y qué consecuencias va a tener para el tercer mundo.
La otra gran pregunta es, si los llamados BRICS y los países emergentes van a estar dispuestos a rendirse dócilmente frente a esta nueva hegemonía mundial. Eso es una duda, eso no lo podemos contestar hoy. Pero, yo haría una mirada desde ahí. Me parece que cerrar el capítulo entre “la dama y el bárbaro”, es una locura, no tiene mucha lógica. El problema me parece que es mucho más profundo, el problema no es en los Estados Unidos. Es, los Estados Unidos, también, pero no con centralidad únicamente en Estados Unidos. No es que si los yanquis se van a vivir a Canadá, se termina el problema de la humanidad. Y no es cierto que esto habilite “que están con el botón rojo apretándolo”. No es cierto eso. El conflicto militar clásico, el conflicto militar atómico, como clásicamente estaba planteado, responde a un problema que es la lucha de clases en el mundo. El problema es que ese andarivel, ese camino por donde transitaba la lucha de clases de la humanidad, está cerrado, está obturado y no ha sido recompuesto.
Hay coincidencias en las miradas de cómo salir del momento político. Ahora, una cosa es que apuesten y otra cosa es que haya coincidencias. Hay coincidencias porque objetivamente tienen necesidades iguales. Los chinos no pueden sostener este cabalgar cotidiano de una humanidad que a ellos se los lleva puestos. Y Putin tampoco lo puede sostener, porque Putin no puede seguir siendo el anónimo de la historia cuando, en realidad, está en condiciones de arbitrar este conflicto, en el marco de una situación inter-imperial.
Yo insisto, olvidate del botón rojo, olvidate de la guerra fría porque no hay lucha de clases. La guerra fría era producto de la lucha de clases de pueblos que peleaban por independizarse de un sistema, de un modelo que era el sistema capitalista y construir un modelo alternativo con los medios de producción. No estamos en ese escenario. Entonces, a esto de que nos vengan ahora a sembrar pánico con el botón rojo, hay que decirle que no, que no compramos, que no es cierto, que son parte de lo mismo, nada más que reconfiguran el modelo de otra forma. Y, esta reconfiguración, si termina de cerrar, es una reconfiguración a 20, 30 años. Es una reconfiguración a largo aliento y donde seguramente va a ser muy difícil en los próximos 30 años, o dentro de 30 años, determinar cuál es el carácter del imperialismo que ha conseguido hegemonizar el sistema mundial, porque el grado de fusión, el grado de complicidad va a ser tal que va a ser muy difícil saber quién es el dueño de ese sistema.
Lo que estoy haciendo es una reflexión en voz alta que intenta por lo menos escapar a que me dejen atrapado en el debate que me quieren plantear. Indudablemente a Trump le gustaría que no exista Cuba, a Trump le gustaría que Daniel Ortega se muera mañana, a Trump le gustaría que cualquier visión de independencia o de construcción de liberación en la Argentina, fracase. El sistema capitalista necesita de eso, necesita terminar con los palestinos, con los saharauis, necesita terminar con los pobres del mundo.
Lo que no podemos permitir es que nos comiencen a encajar fantasías, tenemos que tratar de ser muy fríos. Esta es otra mirada, al menos la mía.