arton10959-db326“Arrancamos el año con otro pibe muerto” con esa frase nos recibe una profesora de la Escuela Media N° 3 del Bajo Flores desde donde partirá uno de los grupos que acompaña la marcha que pide justicia por Maxi.

Por Clarisa Gambera, integrante del Espacio de Niñez y Territorio y secretaria de Acción Social de la CTA Capital.

Maximiliano de 18 años, fue alcanzado por una bala el 11 de febrero de este año, a pocos metros del puesto de Gendarmería que se encuentra a la vuelta de su casa. Estaba en su moto con un amigo que logró sobrevivir.

El papá, la mamá, sus hermanos y su hija, una beba de meses, encabezan la columna seguidos por docentes, compañeros/as de escuela de Maxi y vecinos/as.

En la Fiscalía de Pompeya un cordón de policías da cuenta de qué nos esperan. Es la misma Fiscalía que lleva el caso de Kevin Molina el nene de 9 años muerto de un balazo en septiembre de 2013 cuando estaba en su casa en la Villa Zabaleta y en el barrio se enfrentaban a los tiros dos bandas narcos, mientras que la Prefectura liberaba la zona, según se denuncia en la causa. Es también la Fiscalía que fue puesta bajo sospecha en el mediático caso conocido como “la Masacre de Pompeya” por el que fue condenado Fernando Carreras en un proceso repleto de irregularidades donde la defensa y organismos de derechos humanos denuncian que se borraron pruebas y se fraguaron otras tendientes a esconder el accionar policial.

La columna avanza desde el corte en Cruz y Perito Moreno en dirección a la Fiscalía. Cuando están a pocas cuadras caminando por Av. Chiclana hay comerciantes que se asoman y alguno se suma a los aplausos que acompañan el pedido de Justicia. Un quiosquero pregunta qué pasó y la respuesta da cuenta de la situación: “mataron a otro pibe”.

En la fiscalía las respuestas son las de siempre, para el fiscal Giménez a cargo de la causa se trató de un enfrentamiento entre bandas, es una disputa territorial que ya se ha cobrado 14 muertos.

Avanzar en una investigación sobre lo que sucede, qué papel juegan las fuerzas de seguridad, cómo puede ser que en un territorio ocupado por tantas fuerzas la inseguridad se haya apoderado del barrio y los vecinos estén tan vulnerables, cuáles son las responsabilidades, complicidades, condiciones que favorecen esta situación, quiénes son los que hacen negocios, cómo se desarrolla el crimen organizado -narco en este caso- y qué papel les ha sido asignado a los barrios más pobres en esta trama que no nace en las villas y de la que poco se quiere hablar, qué rol les toca a muchos pibes de las barriadas, cómo se convive en el barrio cotidianamente con esta realidad. Y podría seguir con cientos de preguntas que parecen del sentido común pero que no de hace la justicia.

La familia de este pibe, este que mataron y se llama Maximiliano Milesi. Este adolescente que estudiaba en el turno vespertino, que era hijo, hermano, novio, amigo, compañero, papá- exige que se investigue, eso es lo que entraron a decirle al Fiscal y quieren que los medios rectifiquen su versión. “Nos mataron a Maxi y encima ensuciaron su nombre, mi hijo era un buen chico, estudiaba, jugaba a la pelota” nos dice su papá y después su mamá se lo repite incansablemente al periodista que se acerca. Una y otra vez explican que no fue un enfrentamiento entre bandas lo que mato a su hijo, que él no era de ninguna banda, que hubo testigos que mencionaron que la bala que mató a Maximiliano era de la Gendarmería y que esta debería ser, al menos una línea de investigación.

El papá de Maxi no está solo aunque sabe que conseguir testigos -sea para acusar a bandas narcos o a las fuerzas de seguridad es muy difícil- quienes lo acompañan en esta marcha piden justicia. “Se va a acabar, se va a acabar esa costumbre de matar”. Los vecinos hablan poco, una señora se anima y dice en voz baja que “están por los techos, todos los vemos y la Gendarmería también, son gente paga y gente que paga”.

“No queremos mano dura, no queremos represión queremos para los pibes trabajo y educación”.

Cada muerte es un dolor que se renueva, los que mueren son los pibes. Todos están apesadumbrados, lo que nadie tiene es sorpresa, Tanto es así que rápidamente se organiza la marcha porque esta no es la primera que se hace en el barrio. La foto de Maxi recorrió las redes sociales, los vecinos se pusieron en contacto con los medios. La foto está en todas partes, en la puerta de su escuela, en el club, en las paredes de su barrio. Algunos autos también pegaron la foto y una piba se animó y la pegó en la puerta de la Fiscalía a pesar del cordón policial. En pocos días su familia logró incluso hacer remeras con la foto de su hijo y muchos la llevan puesta. La bandera es simple JUSTICIA POR MAXI!

Los manifestantes están a punto de volver al barrio, el acto improvisado se cierra con el grito de Maxi presente, ahora y siempre! El retorno es en silencio.

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