En una semana conmovida por la denuncia de violación que tomó envergadura mediática, en los márgenes de la Ciudad, nos estremecemos por los abusos cometidos contra menores en un jardín en el barrio de Villa Lugano.
* Por Frente Territorial Salvador Herrera
En el jardín maternal N° 10 D.E. 20, del Barrio Piedrabuena, el profesor de música, Matías Bisso, fue acusado de abusar sexualmente de niñxs que tenía a cargo, y si bien fue apartado, la orden desde el Ministerio de Educación fue que al lunes siguiente las clases continuaran con “normalidad”.
Casi en simultáneo, el Ministro de Educación Nacional, Alejandro Finocchiaro, fue acusado ante la justicia por abuso sexual.
Los sanos hijos del patriarcado, haciendo uso de toda conciencia, continúan sus vidas con la normalidad garantizada desde el poder. Son convocados a programas de televisión, o siguen dirigiendo ministerios como si nada pasara.
Según la organización Mundial de la Salud, una de cada cinco mujeres y uno de cada trece varones han sufrido abusos sexuales en la infancia.
En Argentina, aunque es el delito que menos se denuncia, se detectan 5 casos por día de abuso sexual contra niñxs. 5 por día. Hasta escribirlo duele.
En nuestro país, las estadísticas del Ministerio de Justicia muestran que en los últimos meses hubo 2094 niñxs y adolescentes víctimas de abuso sexual. Los especialistas saben que esos números representan una ínfima parte de lo que sucede en realidad.
Por su parte, el Observatorio de Femicidios de la Nación reveló que hubo 139 casos de femicidios durante el primer semestre del 2018. Se registran 670 denuncias diarias por violencia de género. El 18% de las víctimas fueron menores de 18 años. Y la mayor cantidad de casos fueron cometidos por hombres adultos del entorno cercano o un pariente en casa.
Algo está mal.
Algo está mal si leemos estas líneas sin estremecernos.
Algo está mal si los espacios que transitamos diariamente, nuestras casas, nuestras escuelas, nuestros trabajos, nuestras organizaciones, son lugares donde el abuso de poder se transforma en un devorador incansable de quienes han sido hasta hoy, lxs más vulnerables. Pero ya no más.
Por eso desde nuestros espacios y centros comunitarios alzamos una voz estremecida pero firme de repudio.
La voz se estremece pero no tiembla.
En nuestro Bachillerato Popular, hemos decidido desde nuestros comienzos no permitir ningún abuso de autoridad en nuestras aulas, ni entre pares, ni mucho menos desde lxs docentes. Hemos actuado siempre en coherencia, y lo seguiremos haciendo.
Si nosotrxs podemos hacerlo, el Estado también. Nuestras experiencias son la demostración de que no hacer, u omitir, es una decisión absolutamente política.
Por eso decimos que algo está mal, si quienes detentan el poder, silencian las denuncias y pretenden continuar como si nada hubiera sucedido.
Algo está mal si la máxima autoridad educativa a nivel nacional esta denunciado por abuso sexual y no existen medidas al respecto.
Algo huele mal en la no aplicación de la ley de Educación Sexual Integral después de doce años de su sanción. ¿O acaso tiene miedo de que muchos otros casos de abuso queden al descubierto?
Algo está mal si lxs niñxs cuentan del abuso y las clases “deben” seguir con normalidad.
Algo está mal si les pedimos a las víctimas que continúen sus vidas como si nada pasara.
Algo está mal en una justicia profundamente machista que somete a las víctimas a la infinita burocratización de la ineficacia deshumanizante.
Algo está mal y urge revertirlo. Transformarlo de raíz.
La defensa y justificación de la violencia, en todas sus aristas, ha perdido credibilidad porque se sienta junto al acusado en completa complicidad.
El principio de credibilidad hacia las víctimas que han sido sometidas al abuso primero y al silencio después, hoy grita más fuerte que cualquier intento de vuelta a la normalidad.
La normalidad patriarcal ha muerto, víctima del grito de las mujeres que dice ¡basta! ¡Paren de matarnos! ¡Basta de robarnos la vida y nuestros sueños! ¡Tienen que parar!
El grito estremece, ¿no lo escuchan?
Ya nunca tendrán la comodidad de nuestro silencio otra vez.
Ya nunca más aceptaremos la violencia en ninguna de sus formas.
Como espacio educativo, somos coherentes con este principio, por eso exigimos junto con la comunidad de nuestro barrio, que quienes tienen la responsabilidad de tomar las medidas necesarias para generar espacios educativos libres de toda violencia, actúen acorde a esa responsabilidad.
Silencio, nunca más.
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