P1060206-768x1024«enREDando» conversó con el periodista y pensador uruguayo Raúl Zibechi, en el marco del 3er Congreso Internacional de Salud Socioambiental, realizado en Rosario entre el 16 y el 19 de junio.

¿Cómo cambiaron las relaciones de fuerza al interior de los movimientos, a partir de la implementación de políticas sociales?; ¿Por qué el modelo extractivo genera una sociedad sin sujetos? Zibechi analiza la coyuntura político-económica y su relación con los movimientos sociales.

El escritor y periodista uruguayo Raúl Zibechi, es un referente ineludible a la hora de pensar en los movimientos sociales de América Latina como sujetos políticos emancipatorios. Lleva décadas de trabajo de investigación y acompañamiento de distintos movimientos de nuestro continente, analizando los procesos internos y articulaciones.

Zibechi fue el encargado de abrir formalmente el 3er Congreso de Salud Socioambiental el martes 19, a través de la conferencia “La ciencia digna en contextos latinoamericanos”, en el Espacio Cultural Universitario (ECU). Esa misma tarde «enREDando» conversó con él en torno a la actual coyuntura político-económica y su relación con los movimientos sociales, sobre el implacable avance del modelo extractivista y respecto de los gobiernos progresistas latinoamericanos, alrededor de los cuales Zibechi avizora un “fin de ciclo”.

-¿Cómo podés explicarnos esta idea del “fin de ciclo” de los gobiernos progresistas en América Latina?

- El progresismo en América Latina, que arrancó hace 10, 15 años, según los países, produjo algunos cambios positivos, pero yo creo que ese ciclo terminó. Independientemente de que siga habiendo gobiernos progresistas, lo que digo es que se terminó el progresismo como fuerzas políticas que trajeron algo relativamente positivo. Por tres razones básicas:

Una, porque el paso del tiempo ha desgastado al propio progresismo, y en países como la Argentina se acaba el ciclo K, lo que viene no sabemos si será igual, mejor o peor, pero el ciclo se termina; en Brasil y en Uruguay, los gobiernos del PT y del Frente Amplio están más agotados, por cuestiones internas de los propios gobiernos, sufrieron procesos de desgaste interno.

En segundo lugar, la base sobre la que se asentaban esos progresismos, que eran los precios de las commodities, ahora están cayendo.

Entonces ese plus que había de ingresos, para lubricar políticas sociales que amansaban a los movimientos, está reduciéndose también. O sea, con el cambio que ha habido en el precio de las commodities, o vamos hacia ajustes fiscales como el caso de Brasil, y reducción de las políticas sociales y de los beneficios salariales, o hay que tocar estructuralmente la riqueza, que es el gran problema, lo que no quiere hacer el progresismo.

Y en tercer lugar, porque, la paz social que habían garantizado los progresismos durante 10 años, se empieza a quebrar. En lugares como Brasil, que es el más claro, en junio de 2013, millones de personas salieron a la calle contra la represión y contra el aumento del precio del boleto. Por eso digo que la paz de los movimientos se terminó.

Por estas tres razones el progresismo está en una encrucijada, o muta hacia un movimiento político de cambios de verdad, tocando las estructuras de la sociedad: la propiedad de la tierra, la reforma impositiva, tocando los privilegios, o empiezan a ser gobiernos conservadores, yo creo que en eso ya están transformándose.

-¿Puede vincularse el apaciguamiento de los movimientos sociales justamente con el avance de las políticas sociales de la última década?

- Yo no le llamaría avances, perdón, creo que las políticas sociales son políticas contrainsurgentes, destinadas a domesticar los movimientos populares.

En el caso de la Argentina en 2001, fueron los que quebraron el modelo neoliberal privatizador, la primera fase del neoliberalismo. Entonces las políticas sociales vienen a ser una forma de institucionalizar, de domesticar y de amansar a los movimientos.

Lo que hacen las políticas sociales es convertir los movimientos en instituciones sociales, que tienen que tener una junta directiva, una estructura, entonces el aparato termina comiendo al movimiento. Algo clásico ¿verdad? Las políticas sociales aceleran ese proceso.

Las políticas sociales, son contrainsurgentes, no sólo porque institucionalizan, aparatean a los movimientos, sino porque los intentan conducir por la senda de la negociación con el Estado.

Y un resultado que tenemos hoy en Argentina es que a 12 años de la aplicación de políticas sociales, el grueso de los movimientos (de lucha, de combate, de cambio social), se han convertido en movimientos electorales, entonces, con todo el respeto que me merecen la mayoría de ellos, hoy están mirando hacia las elecciones.

Mirar hacia las elecciones quiere decir abandonar el territorio, donde hay una disputa muy fuerte de las políticas sociales -que a veces es grosera, al lado de un bachillerato popular te crean un bachillerato oficialista, y para la gente común es muy difícil distinguir, porque al oficial lo llaman Che Guevara o Agustín Tosco- esto es muy complejo de diferenciar, los dos funcionan y tenés que estar un largo tiempo adentro para diferenciar cuál es cuál. Entonces, esa confusión, ha desarticulado el aspecto más rebelde, más críticos de los movimientos sociales.

Hoy lo que tenemos son movimientos sociales convertidos en movimientos electorales, creo que esa es la síntesis de una década larga de progresismo. No critico que se vaya a las elecciones, sino que haya abandonado los territorios, el trabajo de base, de transformación social.

-¿Cómo pensar esta situación del modelo extractivista debilitando al sujeto social de cambio, a diferencia de, por ejemplo, el movimiento obrero cuando la industria era fuerte en el país?

- El extractivismo genera una situación dramática, una parte de la población sobra, porque no está en la producción, porque no es necesaria para producir commodities, “un campo sin campesinos”.

Pero también tenemos un extractivismo urbano, una ciudad donde los pobres son llevados cada vez más lejos, y si esto funcionara a tope -lo que pasa es que hay resistencias- hoy las villas ya no existirían. Las villas son espacios de resistencia, de organización popular, entre muchas otras cosas.

El modelo extractivo tiende a generar una sociedad sin sujetos, porque nos hay sujetos vinculados al modelo extractivo, es un modelo de tierra arrasada.

Entonces, los movimientos que surgen, lo van a hacer en los margenes del modelo extractivo, en los márgenes de la sociabilidad, de la producción capitalista. Es muy difícil organizar a la gente que está en esta situación, “por fuera de”. Eso nos coloca en una situación tremendamente compleja, que nos está llevando a la necesidad de organizar a la gente en las peores condiciones, en los margenes, sin vinculación con la producción, donde hay una degradación de la trama social muy profunda. Esa es otra de las consecuencias nefastas del modelo extractivo.

En la medida que no hay sujetos en la producción, no hay sujetos colectivos, aquel movimiento obrero fue un sujeto en la producción. El movimiento obrero, la fábrica necesitaba un montón de obreros en la producción que normalmente venían del campo, que hacían carrera de vida en la empresa, y había consumidores.

Había personas en los dos polos, la producción y el consumo. Acá no hay nada de eso, sino una masa social muy grande, que se integra a través del consumo, y esa es la peor forma de integrarse a una sociedad porque no genera conciencia, vos te integrás en la medida que luchás por tus derechos, que luchás por algo, te organizás para luchar por algo.

Ahí se da una conciencia, una integración. En este caso hay gente que está por fuera y que es víctima del consumo del shopping, o de sustancias ilegales, por las cuales son criminalizados.

Entonces, por el lado que lo mires, es una sociedad que tiende a eliminar sujetos colectivos y lo que tiende a hacer es clientes de políticas sociales, que es otra cara del consumismo. Estamos complicados.

-¿Cómo no desmovilizarnos en el marco de este panorama tan poco alentador, ¿vislumbras algunas luces para posibles cambios?

- Hay muchas luces, la situación en Brasil, son enormes las luchas, incluso en favelas donde es más difícil de organizar; también tenés una potentísima lucha estudiantil y mapuche en Chile, una fuertísima lucha antiminera en Perú, en Colombia, en Ecuador, en Argentina.

Y con triunfos muy concretos como el de Malvinas Argentinas (Córdoba), contra el modelo extractivo, esto es enormemente esperanzador.

Pero miremos quienes son esos sujetos, son sujetos que no preexistían a la lucha, sino que se forman en torno al combate para que no se instale la planta de Monsanto. Son sujetos muy heterogéneos, jóvenes del barrio, amas de casa, docentes. Tengo mucha esperanza porque están habiendo luchas importantes, pero a su vez son luchas de nuevo tipo. No tienen empatia, no tienen relación, no son herederas directas de aquel movimiento obrero. Hoy, grupos muy chicos están haciendo cosas muy grandes, si mirás el grupo que milita en Malvinas Argentinas, es muy pequeño pero ha logrado cosas enormes, como la adhesión de mucha más gente del grupo que está allí movilizado.

Veo que opciones políticas y éticas como las de enfrentarse al extractivismo, tienen repercusiones políticas muy grandes como la de frenar no sólo a Monsanto en Malvinas, muchos emprendimientos mineros que están paralizados, que han sido frenados en muchas partes del mundo. Entre ellos en Argentina con la UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas) y otros movimientos que están en eso.

Está empezando a abrirse un vínculo entre campo y ciudad, tenés el glifosato, las fumigaciones, la soja, pero en la ciudad tenés la especulación inmobiliaria, cómo te la van ordenando para el consumismo. Creo que ese diálogo se está profundizando, y espacios como éste – 3er Congreso Internacional de Salud Socioambiental / Semana de la Ciencia Digna- son una forma de vínculo de las luchas tan diversas, y a veces tan difíciles de unir y de encontrar.

Fuente: Vivi Benito, www,enredando.org.ar

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