Desde Estación Central (Radio Sur, FM 88.3) dialogaron con Juan Vazquez, editor del periódico El Visor Boliviano, para ampliar la información sobre el incendio que se desató el pasado lunes 27 de abril en un taller de costura clandestino ubicado en el barrio de Flores, que tuvo el triste saldo de dos niños muertos.
Juan Vazquez estuvo presente el lunes por la noche en una asamblea que se organizó de boca en boca, en La Casona de Flores, para discutir sobre la problemática que vive la comunidad boliviana en los talleres de costura clandestinos de la Ciudad de Buenos Aires.
– Contanos un poco sobre la asamblea que se llevó a cabo en La Casona de Flores.
– Nosotros venimos hablando sobre la oportunidad que tiene la comunidad boliviana y la sociedad argentina para modificar esas condiciones de vida. Entonces, un poco ya sobresaturados de lo que había pasado la semana pasada con Rosa Pairo, una chica de 20 años encontrada atada de pies y manos, golpeada, violada y un montón de vejaciones más en un taller textil en Villa Celina. Y el lunes con esta noticia, quisimos dejar de estar trabajándolo con perfil bajo y salir para encontrarnos con otros que estén buscando alguna otra forma de pensar este sistema de trabajo textil.
– Muchos de los que llegamos a la asamblea necesitábamos ponerle palabras al horror de volver a enterarnos de que quedaban chicos encerrados en esos talleres y ahí nos encontramos con la complejidad de la temática, con este sistema de producción que tiene como modelo el taller clandestino, pero que tiene otras múltiples dimensiones que a veces quedan eclipsadas con esta mirada solo sobre el taller.
– Ese creo que fue el gran paso que se dio en la asamblea, ampliar esa mirada colectivamente, ampliar esa mirada típica y muy mediática que se tiene; para comunicar algo rápido, es necesario simplificar un montón de cosas. Bueno, este simplificar implica no poder pensar esa estructura y así poder entenderla para luego empezar a deconstruirla.
Entonces, creo que ese fue el gran paso del lunes a la noche. Lo que quedamos en la reunión esa, fue de armar espacios donde seguir trabajando, no con ese embrollo de situaciones y complejidades, sino más bien que cada uno vaya desarrollándose en la medida que se vaya pudiendo, en esos espacios, desde qué consumimos nosotros, qué ropa nos ponemos, hasta la complicidad de la Policía, pasando por las instituciones del Estado, pasando por el Estado Boliviano, pasando por el consulado boliviano. Creo que tiene un millón y medio de aristas y está bueno que se vayan entendiendo cada una de esas aristas y desarrollando actividades para esas aristas.
– Los datos indican que aproximadamente el 80 por ciento de las prendas que usamos vienen de talleres clandestinos. Que hay un sector que consume prendas más baratas y por ahí se vinculan con Avenida Avellaneda, Once y La Salada, y otro sector que compra en los shoppings, donde también llegan prendas que se confeccionan en los mismos talleres.
– Desde que me trajeron, a los 9 años, hasta los 23, viví adentro de un taller. Entonces, cuando me fui de mi casa a trabajar en otro lado, entré a otro taller, en el cual trabajaba menos horas pero de la misma forma, a destajo y en pésimas condiciones. Cosía para Cheeky, Montagne, Le Coq Sportif, Chocolate y un montón de marcas. Entonces, me parece que analizar las distintas capas hace que entendamos de que no es solamente “ilegal”, “Flores”, “Salada” y “manteros”, sino que también tiene todo un trasfondo fuerte.
Enrique Martínez, ex Director del INTI, había propuesto de que todas las marcas llevaran un pin que implicara que estaba corroborado que esa ropa estaba hecha en condiciones legales y humanas. Llamó a una por una a todas las marcas de indumentaria de Argentina y la única que aceptó usar ese símbolo que garantiza que esa ropa está hecha en condiciones humanas es Ombú, que es una empresa brasileña.
Lo mismo extendió para instituciones del Gobierno y una sola oficina aceptó esto. Nilda Garré cuando estaba en el Ministerio de Defensa fue la única que dijo ‘bueno, toda la ropa que se use en Defensa va a ser con ese símbolo’.
Entonces, podemos quejarnos de los manteros; podemos hablar de La Salada, que tiene una gran implicancia. Pero también a Jorge Castillo, que es uno de los directivos de ahí, lo llevaron en una comitiva presidencial junto con Guillermo Moreno, ex Secretario de Comercio y Axel Kicillof, ministro de Economía, al Congo para hacer tratados mercantiles.
Ese es el nivel de complejidad de este tema. Mediáticamente se instala como esclavos y un montón de formas, pero si no vemos estas complejidades, realmente no se van a modificar y van a seguir pasando este tipo de cosas, por las condiciones que nosotros mismos nos negamos a ver.
El resultado de la asamblea me parece muy importante en el sentido de que no queremos hacer una marcha y después olvidarnos, sino más bien organizarnos y pensarlo más ampliamente. El trabajo en los talleres familiares, que se quiere empezar a normativizar, implica de que, por ejemplo, mi compañera fue traída por los tíos y trabajaba 16 horas al día y después de un año de trabajo le pagaron 300 dólares. A esos talleres familiares también hay que discutirlos, pero el Gobierno tiene que ser el que posibilite que esas personas puedan trabajar en condiciones. El Gobierno tiene que hacerse cargo, nosotros como sociedad tenemos que hacernos cargo y nosotros como comunidad boliviana nos tenemos que hacer cargo.