La muerte de un niño o de un adolescente no cambia necesariamente la agenda política electoral. Ocurre que esta agenda más que expresar la realidad la construye y no siempre tenemos un lugar en ella. Solo lo que colectivamente hagamos con esas muertes podrá modificarla.
* Por Julio Macera
Carlos Cáceres tenía 16 años y era chaqueño. Nació en la provincia que Jorge Capitanich empezó a gobernar el 10 de diciembre de 2007. Carlos tenía en ese momento alrededor de 8 años.
En ese mismo año 2007 11 integrantes de comunidades originarias murieron por desnutrición en pocos meses. Las muertes se produjeron en la zona de Río Bermejo, Castelli y Miraflores y aledaños.
La conmoción fue tanta que la Corte Suprema de Justicia dictó una cautelar para esa zona, como respuesta a una causa impulsada por Eduardo Mondiño, en ese momento Defensor del Pueblo de la Nación ordenándole a las autoridades provinciales proteger la salud de esas poblaciones. La medida, hasta lo que se, sigue vigente.
El gobierno encabezado por el hoy Jefe de Gabinete tomó nota de la resolución y dispuso a su asunción una serie de medidas de mejoramiento sanitario correctas. Provisión de alimento y agua potable, campañas contra la desnutrición, el mal de Chagas y la tuberculosis. Además, capacitó a algunos miembros de las comunidades zonales como Agentes Sanitarios. De esto habló en su discurso después de la muerte de Néstor, el niño Qom, casualmente de los males que dijo querer erradicar con esas campaña. Claro que en un relato hacen falta, además del discurso, algunos datos ciertos y fundamentalmente, ocultamiento de la realidad.
En el 2009, cuando Carlos Cáceres tenía alrededor de 10 años, esas políticas se estancaron y los «Agentes Sanitarios» dejaron de recibir capacitación y pasaron a limpiar hospitales y acomodar vendas.
Como decíamos al comienzo de la nota, Carlos Cáceres tenía 16 años, había nacido en Chaco el mismo año en que se terminaba el menemismo, claro que él no se enteró, ni siquiera llegó a «disfrutar» del Plan nacional de sonrisas para todos, al igual que Néstor Femenía.
Probablemente ninguno de los dos deben haber escuchado la respuesta de la presidenta al burócrata Caló de la UOM: «…no creo que haya algún argentino que se muera de hambre…».
Lo cierto es que Carlos Cáceres, chaqueño de 16 años, murió esta semana de tuberculosis, una de las enfermedades que florecen en medio de la desnutrición y la pobreza, es decir en medio del abandono social.
Carlos Cáceres, chaqueño de 16 años, vivía en una comunidad originaria y nunca se enteró que diez de sus años los pasó en la «Década ganada», ni siquiera supo que su caso integraba la categoría de «las cosas que faltan aunque hicimos mucho».
Carlos Cáceres, chaqueño de 16 años, se murió confirmando que nunca la muerte es casualidad.
Su padre denunció que en el hospital de la localidad de Fontana no le brindaron la atención necesaria «por ser aborigen». Las autoridades de la institución, por supuesto, lo negaron…Su certificado de defunción dice: causa de muerte a) paro cardiorespiratorio, b) neumopatia en estudio y c) probable TBC. Nada dice de la pobreza, nada dice de la desnutrición, nada dice de las promesas incumplidas y no habla del relato, otra muerte aislada.
* Secretario General Adjunto de CTA Capital