Durante las últimas semanas y a partir del asesinato público de David Moreira, el pibe de 18 años, supuestamente por arrebatar la cartera de una mujer embarazada, las escenas de violencia pública, ya sea por su concreción o imposibilidad de llevarlas adelante ocuparon la atención de los medios de comunicación.
Día a día un nuevo hecho forma parte de la agenda pública. Las constantes alarmas por los hechos delictivos, llevan al anuncio del Plan de Emergencia sobre “in” seguridad planteado por el gobernador Daniel Scioli el sábado pasado, en el que anunció la inversión de 600 millones de pesos y decretó la “emergencia en seguridad pública” en la provincia por el término de doce meses.
Además, Scioli anunció la convocatoria al “personal retirado de la policía y del Servicio Penitenciario” para sumarse a tareas activas ante la crisis de seguridad y la incorporación de “más de 40 mil agentes de seguridad privada” a lo que denominó “red de prevención con la obligación de avisar a la policía situaciones de riesgo” y el uso de chalecos reflectantes con número de patente a quienes circulen en motocicleta.
El comienzo del plan Sciolista no tiene ninguna magia. Basta recorrer algunos espacios, “muros de facebook” para saber que se incrementaron las “sospechas policiales” sobre los “morochos de gorrita” que caminan por las calles. En palabras de Rosario Hasperué, coordinadora del Foro por los Derechos de la Niñez y Adolescencia de la provincia de Buenos Aires, es una agudización de “la criminalización de la juventud pobre” y cita como ejemplo al intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra, quien días atrás dijo que “habría que organizar escuelas para niños violentos”. El terror que se crea sobre los pibes, jóvenes y adolescentes hace que veas “en la vereda a un pibe de gorrita y cruces la calle. Nosotros hablamos de 500 mil pibes como mínimo en provincia de Buenos Aires que no estudian ni trabajan y no tienen la posibilidad de proyectar un futuro como un pibe de clase media, si esos pibes fueran chorros, estaríamos en una guerra civil”.
Días atrás, en su blog, elniniorizoma.wordpress.com, Julián Axat, Defensor del Fuero Penal Juvenil escribía sobre los “linchamientos”: “El fenómeno del linchamiento tiene varias aristas que me parece deben analizarse en profundidad. La primera es si la repetición de una escena de linchamiento, lleva a fabricar copycats de linchadores. O dicho de otro modo en forma de pregunta: ¿Es posible que recrudezca esa forma de violencia, si los medios y redes bombardean los casos? Creo que a la hora de tomar estado público un linchamiento, se pone a prueba a la sociedad toda, se la testea para saber qué capacidad moral de aceptación o rechazo tiene, eso no implica el nacimiento espontáneo de linchadores por imitación. Ahora bien, eso no implica un efecto reproductor, a menos que como consecuencia de ese testeo o interpelación por la imagen del linchamiento, la sociedad termine banalizando-naturalizando simbólicamente la crueldad del caso difundido. Ya lo decía Susan Sontag, en un ensayo sobre la naturalización del horror por medio de la fotografía (ante el dolor de los demás), la puesta en evidencia de la imagen, a la larga anestesia el ojo del espectador. ¿Qué sentimos internamente al ver la escena de un linchamiento cuando es captada por una cámara? ¿Nos indignamos? ¿Hacemos algo? ¿Nos paraliza? ¿Quién empatiza de tal manera que tiende a repetir el acto de linchar?”
La calle de las desigualdades
En la provincia de Buenos Aires se encuentra vigente la Ley 13.298 de Protección y Promoción Integral de Niñas, Niños y Adolescentes. La Ley, pensada, defendida y articulada por cientos de organizaciones sociales, no se cumple en la mayoría de los municipios de la provincia. Los Consejos Locales que deberían funcionar para asistir y acompañar a los pibes en situación de calle carecen de recursos e infraestructura.
Omar Giuliani es coordinador del Hogar Ruca Hueney. Un espacio dedicado al acompañamiento y contención de pibes y pibas con derechos y saberes. Sobre la violencia callejera, y el supuesto ejercicio de la “justicia por mano propia”, Giuliani opina que “la justicia por mano propia, es injusticia”, y pone el acento en que la “verdadera justicia debería haber estado antes de que este pibe pueda llegar a cometer un delito. Si hay pibes que llegan a una situación de calle, de delinquir, la verdad es que para ellos la justicia no existe. Para algunos medios de comunicación la justicia sería aniquilar a aquél que no viene de una vida justa. El verdadero eje de discusión es construir una sociedad igualitaria donde los pibes tengan el derecho de vivir dignamente”.
Mario Juliano, juez y director de la ONG Pensamiento Penal dice que hay una situación “montada sobre un reclamo real. Hay sitios donde existen situaciones de inseguridad y hay personas que son muy permeables a un discurso autoritario. Esta campaña de ley y orden está muy focalizada en cierto tipo de delincuentes y en cierto tipo de delitos. Y se protege a quienes realizan otro tipo de delitos que no necesariamente tienen que ver con el arrebato de una cartera”. Sobre este tipo de situaciones en las cuales hay una persona en el piso, sola, indefensa, y es atacada, como fue el caso de David, hasta provocarle la muerte, su sentencia es firme: “Estos son asesinatos de personas. Esto responde a un instinto criminal desatado”.
¿Los linchamientos, se dan sólo en la vía pública? Hasperué agrega al respecto: “A los pibes que están vinculados a algún hecho delictivo se los golpea. Tenemos linchamientos en comisarías, tenemos a Luciano Arruga desaparecido y tenemos rasgos de una sociedad cada vez más intolerante y ahí es donde ponemos la señal de alerta porque el estado de derecho nos garantiza que no sea la pelea de todos contra todos”.
Agrega Axat en su blog: “Hace muchos años que como defensor penal juvenil me ha tocado casos de linchamientos lesivos de jóvenes al momento de su detención, ya sea con participación de civiles o con connivencia de policías (torturas y apremios como parte del linchar). Me atrevo a decir que de un 80% de las detenciones de adolescentes pobres en la provincia de Buenos Aires, por motivos de flagrancia, en el momento de su aprehensión, reciben represalias de todo tipo (golpes, patadas, cachetazos, empujones, escupidas, etc.). Pues la policía o los particulares cuando se da el caso de que logran reducir a quien se supone cometió un delito, llevan a cabo despliegues de todo tipo, y es como si estuviera “aceptado” en el imaginario policial (aun cuando sea absolutamente ilegal) ejercer una inmediata reprimenda o ’correctivo’ (hay varios estudios de antropología criminal juvenil que hablan de la pena informal o accesoria anticipada a la pena formal que reciben los jóvenes infractores de las periferias urbanas, ante la policía). Muchísimas veces me ha tocado atender a jóvenes que se presentaban detenidos ante la justicia que provenían de una detención violenta, y a los que se les había aplicado un “correctivo” vía linchamiento de las víctimas (a quienes la policía incitó a que participen en el correctivo, o directamente lo hicieron por motus propio). También he denunciado una serie de ejecuciones sumarias de adolescentes como consecuencia de supuestos enfrentamientos con policías de civil (durante 2012 y 2013, denuncié ante la Corte Provincial siete homicidios de adolescentes por gatillo fácil). La sombra del linchamiento la he notado en esos casos, cuando en alguno de ellos, el cuerpo del adolescente estaba molido a golpes y la bala ingresara por la nuca (todo indicaría un remate tras la golpiza). Lo cierto es que estos casos, pese a tener formas de linchamiento, nunca toman estado público, pues a los medios dominantes no les ha interesado en lo más mínimo cada vez que se hicieron públicos”.
Por último, Esteban Rodríguez, sociólogo, integrante del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica define a los linchamientos como prácticas que no son novedosas. “Hay que pensarlas al lado de otras violencias. El estado ha perdido porque no tiene capacidad de conducción política sobre la policía. No existen controles sobre la portación de armas. De alguna manera estos linchamientos están dando cuenta de los procesos de estigmatización social. Cuando el gatillo fácil no alcanza, se dispara con el linchamiento”.
Fuente: www.laolla.tv