Por Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga.
Cuando a los 45 días de tu desaparición alguien se decide a hablar y me cuenta que habías sido detenido y golpeado, que te habían visto prácticamente muerto en el ex destacamento policial de Lomas del Mirador, no me sorprendió lo que decía quien luego se convertiría en testigo de identidad reservada, y acto seguido, en un testigo atemorizado por las amenazas. Una vez terminado el relato corrimos con la petisa, las dos entramos a esa casa inaugurada como destacamento en el 2007. Nos atendió Herrera y nos invitó a entrar a su oficina. Sin poder controlarme, lo primero que salió de mi boca fue: “Devuélvanme a mi hermano, sé que ustedes lo detuvieron y lo golpearon, devuélvanmelo ahora porque los voy a hacer mierda”. Después de algunos cruces de palabras, nos dejó en su oficina. Sobre el escritorio quedaría un arma y dos balas. Con la petisa nos miramos y sin decir una palabra entendimos todo, supimos que ellos no iban a devolverte, y que el camino por justicia a partir de ese momento lo construiríamos nosotros, tus familiares y amigos.
La justicia que tiene oficinas, fiscales y jueces, en esta causa nunca existió. Durante los primeros 45 días exigíamos a la fiscal Roxana Castelli que investigara a la Bonaerense, pero le otorgó la investigación del caso a ese organismo. Vendría el escondimiento de pruebas, las amenazas a testigos, a tu familia y amigos, y por qué no, el ocultamiento definitivo de tu cuerpo. Así, nos alejábamos de la verdad. Mientras tanto, seguíamos golpeando puertas de funcionarios que lejos de entender este caso como hecho grave de violencia institucional, se preocupaban por distinguir cuán opositora podía ser yo. Más opositora tu hermana, más se iban deshumanizando, convirtiéndose en los peores opositores a la memoria, la verdad y la justicia.
Las visitas a las oficinas de funcionarios políticos y judiciales con poder de decisión, sólo endurecerían mi mensaje a favor de la vida y en defensa de los derechos humanos de pibes y pibas de los barrios humildes como vos. Escuchar una verdad que se pretende invisibilizar molestaría a “militantes”, doctores y licenciados. Hablar de tu causa como ejemplo de una problemática terminaría con nosotros echados, ninguneados, discriminados, maltratados y todos los “ados” que se imaginen. Nos tuvimos que hacer fuertes en la discusión, levantar la mirada, hablar con firmeza y exigir nuestro derecho como víctimas sin sentir que nos estaban haciendo ningún favor, sin sentirnos opositores, sin sentir cómo pretendían hacernos creer que denunciando esta causa, jugábamos para la derecha. Tuvimos que aprender entre muchas otras cosas a tener cintura política, porque aunque suene triste, ese es el juego perverso de este sistema mezquino.
Luego de Castelli vendría la fiscal Celia Cejas, ella junto al juez Gustavo Banco darían lugar a la segunda etapa de impunidad. En vez de investigar a la Policía por tu desaparición, nos investigarían a nosotros, las víctimas. Así fue como mi teléfono, junto con el de mi vieja y abuela serían pinchados. Durante un año y medio se metieron en nuestra privacidad, nos investigaron, nos criminalizaron, dejaron pasar el tiempo, 4 años en los cuales se intentó por sobre todas las cosas desgastar a tu familia. Nosotros sufrimos hasta el día de hoy la tortura psicológica de no saber la verdad, de no poder acceder a una justicia que investigue, castigue y al mismo tiempo nos libere de la incertidumbre de no saber dónde estás.
Castelli, Cejas y el juez Banco afrontarán un jury de enjuiciamiento por faltar a los deberes de funcionarios públicos y violar los derechos de tu familia como víctimas que en vida buscan justicia. Ellos junto a Scioli, Casal, Stornelli, Espinoza, Arcidiacono y toda la basura política son los responsables de muchos años de desidia e impunidad. Ellos son los responsables de que tu desaparición se consolide. Y si hoy Herrera, el mismo que dejó esas balas sobre su escritorio, tiene en su poder herramientas jurídicas que lo amparan para volver a trabajar en la fuerza, es por el nulo compromiso asumido por estos funcionarios.
Fecter, Sotelo, Monte, Vázquez, Márquez, Díaz, Herrera, Zeliz… Ellos saben la verdad. Ellos son los mismos que nos amenazaban cuando estábamos realmente solos, cuando la Justicia y la política se asociaban para silenciarnos. Ellos son los que adulteraron el libro de guardia del destacamento, los que se mantuvieron estacionados en el monte Dorrego durante varias horas la madrugada del 31 de enero de 2009, donde un perro detectaría tus restos. Ellos son los que manejaban el patrullero que salió de jurisdicción la madrugada que desapareciste. Ellos son los que lavaban un patrullero, también detectado por un perro que buscaba tus restos, en la cara de la fiscal Cejas, cuando debía hacerse una investigación judicial. Ellos son los que mintieron en su declaración. Estos delitos, junto a otros, son las pistas que fundamentan nuestra hipótesis de que ellos te desaparecieron.
Después de 4 años de impunidad logramos junto a los abogados sacar la causa de la Justicia provincial. Al federalizarse cambió la carátula; lo que antes era considerado una simple averiguación de paradero se transformaba a partir de marzo de 2013 en DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONA. Y si bien esto no es más que un título, el peso es grande, como grande será la mancha en la conciencia de muchos y muchas. Porque la presión de esta lucha va dejando en evidencia a aquellos que intentan ocultar, silenciar o deslegitimar, y tendrán que ubicarse de un lado o del otro, porque los derechos humanos se defienden o se violan, no hay puntos medios. Y para defenderlos, primero tenemos que dejar de ser simples soldados respondiendo a la voz de mando, para pasar a ser actores con memoria activa, crítica y humana; para dar lugar a las voces que quieren ser silenciadas, para sacar a la luz la verdad y de ese modo acceder a una real y total justicia.
Por vos, Lu, por los 200 desaparecidos y los 4000 asesinados por las diferentes Fuerzas de Seguridad en democracia, gritamos fuerte: ¡NUNCA MÁS!
Vanesa Orieta
Fuente: http://lapoderosa.org.ar