El Bachillerato Popular Alberto Chejolán dio inicio a su ciclo lectivo 2022, el pasado viernes 25 de marzo, en el barrio popular Padre Carlos Mujica, con una clase abierta en memoria de la lucha de sus vecinos y vecinas.
El viernes por la tarde medio centenar de personas, entre docentes, alumnos y alumnas, se dieron cita en el local donde funciona provisoriamente el histórico Bachillerato Popular que lleva el nombre del recordado militante villero Alberto Chejolán, para dar inicio a las clases con un recorrido sobre la lucha del barrio.
La actividad comenzó con la presentación del equipo docente -que cuenta con nuevas incorporaciones- las materias a abordar, un taller sobre la lucha del barrio por su radicación oficial y, en ese marco, un repaso sobre la vida y militancia de Alberto Chejolán: vecino solidario de la Villa 31, asesinado por la AAA en una manifestación contra la erradicación de los barrios populares de la ciudad, en 1974.
Daniela Rodríguez, secretaria de Formación de la CTAA Capital, ex profesora e integrante del Equipo de Educadores y Educadoras del Bachillerato, contó: “fuimos invitados por los compañeros a esta décima apertura de un bachillerato que la CTAA abrazó desde sus orígenes y acompañó a transitar tantos años de lucha; que peleó por el reconocimiento del título oficial de este y de todos los bachilleratos de la ciudad, y estamos muy emocionados y emocionadas de participar en esta actividad tan especial”.
“Hoy estuvimos recordando a un vecino histórico que fue asesinado en una movilización por pedir la radicación definitiva de este barrio: un sueño que después de tantos años se va logrando con el esfuerzo de las y los vecinos. También hicimos un buen ejercicio de memoria porque el Gobierno de Larreta en los últimos años ha querido borrar toda esa historia de lucha del barrio, cambiándole el nombre a la calle Alberto Chejolán. Hecho que los vecinos no permitieron en defensa propia y de la historia”, concluyó la compañera.
El mencionado taller contó con la participación activa de las y los estudiantes que se apropiaron de la historia de este vecino por la cercanía con sus luchas del presente, y constó de la intervención de afiches con recortes de diarios de la época, fotos históricas y frases de los y las alumnas inspiradas en lo debatido.
Luisina Ferrante, integrante del Bachillerato Popular, contó que “el Chejolanazo es una actividad que hacemos ya hace 10 años para recordar a Alberto Chejolán, que fue asesinado en 1974 por la AAA y cuyo nombre fue elegido colectivamente el primer año en asamblea como una manera de recordar tanto la lucha que llevó adelante Alberto como la lucha del barrio y de todos les estudiantes y les profesores por la vivienda, por un espacio, por un territorio digno y por seguir construyendo territorios y escuelas populares en espacios donde realmente son necesarios”.
“Este Chejolanazo significa mucho porque es el décimo año del bachillerato y, después de dos años de pandemia, significa volver a un espacio en la villa todos los días con nuestros estudiantes, con les profes, con nuestras luchas, que en pandemia estuvieron más vivas que nunca, pero sin el espacio en dónde nos encontramos, en dónde nos miramos cara a cara, en dónde surgen un montón de cosas que la virtualidad nos impidió, no solo por sus propias complejidades sino porque el acceso a internet en la Villa 31 es muy complejo y el Ministerio de Educación no nos garantizó nada para sostener la escolaridad de forma virtual”, aseguró Ferrante.
Yanet Mendieta, integrante de la organización Somos Fuego y egresada del Bachillerato Alberto Chejolán, expresó: “este décimo Chejolanazo es una emoción porque yo amo al bachillerato y también acompañar a les nuevos estudiantes acá este primer día. Y con estos diez años que se cumplen y toda la lucha que traemos por el reconocimiento del título oficial y por un lugar propio que se está concretando en el lugar donde originalmente funcionaba, es muy movilizante. Así que estoy muy feliz”.
El impacto del Bachillerato Alberto Chejolán en el barrio, a decir tanto de alumnos como de docentes, es muy positivo, ya que enfrentar la terminalidad de los estudios no es un paso sencillo y su concreción conlleva un esfuerzo para balancear el tiempo entre el trabajo, las responsabilidades familiares y la vida cotidiana. Una realidad que se hace más llevadera con el acompañamiento de los y las docentes, el compañerismo entre alumnos y alumnas y una propuesta pedagógica desde el respeto, los saberes compartidos y la militancia por un mundo mejor.