La peste despierta lo mejor y lo peor de los sentimientos humanos, decía Albert Camus. Asistimos diariamente a la entrega de los trabajadores de la salud, también al enfrentar de los riesgos por parte de muchísimos trabajadores nombrados por estos días como “esenciales», vemos cómo «se la bancan» los que necesitan ganarse la diaria y subsisten mediante el ingenio y la ayuda estatal. También aquellos que deben respetar el aislamiento social, lo hacen en la inmensa mayoría de los casos.

* Por Secretaría de Previsión Social de la CTAA Capital

Pero hay quienes ven en esta crisis la oportunidad de hacer negocios. Los desmedidos aumentos de precios sin ningún asidero en los costos de producción, la especulación, la decisión de los grandes empresarios -acompañados en muchos casos por sindicalistas traidores-, de hacer pagar el costo de la pandemia a los trabajadores en vez de ganar un poco menos; son todos ejemplos de este proceder.


Pero por otra parte la epidemia, con sus necesarias medidas de excepción, ha desnudado ideologías autoritarias y discriminatorias en sectores de la sociedad. Pero cuando esto se manifiesta dentro de los estamentos de gobierno o de poder, adquiere ribetes graves.


Hubo todo un intento de sectores políticos con respaldo mediático, para que se impusiera el estado de sitio en el país. Por resistencia popular esta medida fracasó, aunque seguimos asistiendo a reiterados abusos de las fuerzas de seguridad. Menos explícitos -y hasta apoyados por parte de la población-, los «toque de queda municipales» y hasta la «ley seca» en algunos distritos, muestran cómo, ante un problema real, lo primero que se les pasa por la cabeza a estos funcionarios es recurrir a la represión.


En esta línea está el anuncio del Gobierno de la Ciudad de prohibir a partir del lunes la circulación de los mayores de 70 años. El problema es real: los adultos mayores se mueren más cuando se infectan con el COVID 19, aunque no ciertamente por ser viejos, sino porque estadísticamente las enfermedades pre-existentes se incrementan con la edad. Ante esto, la «solución» del Gobierno de la Ciudad es represiva y discriminatoria.


Discriminatoria porque detrás de la aparente lógica de «si ya está restringida la circulación de todo el mundo, restrinjamos un poco más la de los viejos, así los protegemos», queda implícito el «viejismo» que hace unas horas denunciara el Defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, cuando advertía que con esta medida se fomentaba el estereotipo del «abuelo» que no se vale por si mismo, asexuado y hasta «débil mental». Lo discriminatorio de esto es que se plantea que el mayor de 70 -una población absolutamente heterogénea, con trabajadores, artistas, profesionales, heterosexuales, gays, lesbianas, jubilados, enfermos o con buena salud-, sea identificada como una cosa “distinta» por el conjunto de la población. Falta que nos obliguen a llevar una estrella amarilla con la inscripción +70, como propone en tren de protesta el ensayista e historiador del arte, José Burucúa.


Pero además de discriminatoria, la medida es claramente represiva. La restricción a la circulación ya está establecida, tiene sus reglas claras dictadas por el Gobierno Nacional y éstas gozan del consenso de la población. La «sobreactuación» del Gobierno de la Ciudad podría ser reemplazada por un mayor esfuerzo de concientización, en lugar de la represión.


Los adultos mayores somos los que mayor interés tenemos en no enfermarnos. Cumplimos con las medidas de seguridad y somos los primeros en pedir ayuda si no podemos valernos por nosotros mismos. A pesar de la presencia de voluntarios que «harían las compras», esta medida no sólo es totalmente innecesaria y abusiva, sino casi imposible de cumplir por la gran cantidad de personas que están solos o en pareja -ambos mayores de 70 años-, que actualmente llevan una vida independiente y segura.


Desde la CTA-A Capital exigimos que la medida sea retirada.

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