En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio.

Michel foucault, vigilar y castigar, 1975

* Por Espacio Jurídico de CTAA Capital

El Covid 19, científicamente hablando, puede contagiar a cualquier persona sin distinciones. Sin embargo, dentro del sistema capitalista, los sectores vulnerables siempre fueron, son y serán los que soporten las peores consecuencias -directas e indirectas- de cualquier desastre natural o político.

Uno de los mayores doctrinarios sobre el control social, Foucault, decía que “La disciplina es un principio de control de la producción del discurso. Ella le fija sus límites por el juego de una identidad que tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas”.

El decreto que dispone el aislamiento social preventivo y obligatorio no establece excepciones según las condiciones sociales, aunque en la práctica los que viven en ciertos barrios pueden sacar a pasear el perro mientras pretenden que aquellos que viven en las barriadas populares no puedan salir ni con justificación razonable, como ser comprar comida, ir a la farmacia, ayudar un familiar enfermo o vulnerable, trabajar, entre otras.

Si salen de sus casas, no importa el motivo, las fuerzas de seguridad los humillarán y maltratarán. Si pretenden salir del barrio, directamente les disparan o los detienen.

Claro que para los sectores populares, como para todo el resto, el coronavirus es una preocupación, pero para los vulnerables es una preocupación más para agregar a la larga lista que cargan desde hace siglos.

Ahora se les pide que cumplan cuarentenas puertas para dentro de sus casas, donde no solo conviven muchas veces hacinados junto con otras personas –familias y vecinos- sino que también lo hacen en condiciones que los ponen en situación de riesgo de otras enfermedades pandémicas, como ser el dengue, el cólera, la tuberculosis o el mal de Chagas.

En el mismo sentido, seguro serán esos sectores de la población los que tengan que llorar la mayor cantidad de muertos (o enfermos que queden con secuelas) con motivo de esta pandemia. Porque, por si aún no se sabe, los sectores carenciados tienen serias dificultades para acceder a los servicios de salud en épocas “normales”, imagínense en plena crisis actual. 

También serán ellos los que sumen más desocupados y precarizados, luego de que pase el desastre sanitario.

Para los que escriben bellos textos donde se nos invita a aprovechar la cuarentena para estar con la familia, reencontrarse, hacer actividades recreativas, aprovechar el tiempo con los niños, les pedimos que incluyan en sus reflexiones a estas cuestiones y entiendan que hay millones de trabajadores que deben seguir laborando de una forma u otra, porque de lo contrario no comen. Por eso también tal vez se los ve que van todos los días al almacén, porque no pueden hacer las compras para 15 días, no ahora sino nunca. No saben que es eso.

Con gran esfuerzo y solidaridad, desde las organizaciones territoriales se siguen haciendo funcionar los merenderos y comedores, porque el virus mata, pero el hambre también. Ya desde antes de la pandemia se funcionaba con lista de espera porque la demanda es mayor a lo que llega.

El poder aprovecha todo esto para -como siempre- generar caos y miedo y, por consecuencia, disciplinamiento social. Incluso se está planteando, con mucha insistencia, que se ordene el Estado de Sitio, basándose en el supuesto de conmoción interior.

La conmoción interior, en gran parte, se genera desde el propio poder. En lo macro desde los medios de comunicación hegemónicos. En lo micro, por solo citar un ejemplo de estos últimos días, se hizo viral una noticia con un listado de comedores comunitarios que estarían repartiendo comida a la gente que la necesite.

El listado es falso. Pero lo que genera es que muchos vecinos no crean que se difunde información falsa, sino que sospechan que las organizaciones populares se están robando la comida.

La cuarentena parece necesaria en términos sanitarios, pero en muchos sentidos -en países con muchas desigualdades sociales- es una bomba de tiempo.

A modo de conclusión, dos enseñanzas más de Foucault: “Lo que quiero comunicar no es que todo es malo, sino que todo es peligroso” y más importante aún: “Donde hay poder, hay resistencia”.

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