Hace unos días te fuiste, mi héroe de la clase trabajadora. No habrá maquinaria necrológica que pueda dimensionar tu corazón de ventanas al cielo. Tus ojos, esos crayones que retrataron a este pueblo en yugo constante. Uati, tus huellas no son invisibles, aunque siempre buscaste el anonimato, porque el héroe —subrayabas desmesurado—, es el héroe colectivo.

* Por Mariano Vazquez , Equipo de Comunicación de la Secretaría de Relaciones Internacionales de la CTA

Tu prodigio será eterno porque pedacitos de tu alma dejaste en las historias que tatuaste con tu ojo mágico. Diste claridad a los rincones más oscuros de la vida fiera. Abriste tu altillo a cada necesitado de que su causa justa deje de ser silenciada, pisoteada, escupida.

Literalmente, Uati refulgía.

Uati, en tus fotos, en tus ilustraciones, en tus acordes, en tus universos creativos relataste el subsuelo despreciado de esta patria. Dejaste jirones en esa tarea de titanes sin recompensa, siempre a flor de piel, siempre tus ojos leales fosforeciendo.

Cuando la mezquindad quiebra las convicciones, desahucia los horizontes, aparecía tu corazón de 30 mil kilómetros a poner paños tibios de amor guiando a los heridos para que puedan atravesar la oscura mezquindad.

Uati, me acuerdo de tus ojos, siempre con neblinas de mar, sal y llovizna. Hoy, doblo en cuatro un papelito con tus consejos, tus risas y tus enseñanzas. Ahora todo estará desenfocado.

La nostalgia es un afecto de elección. Morarás junto a mis muertos queridos en mi altar pagano, en mi memoria, en el trazo escrupuloso del dolor, en estas cicatrices.

Uati, ¿cuántas exhalaciones de agua completan un vaso?* Equipo de Comunicación de la Secretaría de Relaciones Internacionales de la CTA

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