La cifra que arroja un informe de UNICEF es alarmante: la mitad de los chicos argentinos viven en la pobreza. Para Laura Taffetani, de la Fundación Pelota de Trapo, la exclusión es parte del sistema.
“Lo bueno de las cifras es que refrescan el problema, porque muchas veces a uno le parece que la que sufre es una porción pequeña de la población y es mucho más grande lo que pensamos. Pero hay que volver a unir las causas con los problemas porque si no parece que estas cifras brotaron de la nada. Esta situación viene siendo desde hace tiempo. Hay un modelo de país que se instauró después de la dictadura militar y que generó esa gran exclusión de un determinado sector de la sociedad en el cual hay niños y niñas”. La reflexión es de Laura Taffetani, abogada y miembro de la Fundación Pelota de Trapo y del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo. Y viene a cuento de un dato alarmante: casi la mitad de los chicos de Argentina son pobres.
La cifra surge de un estudio de UNICEF basado en datos del INDEC. Según el informe, hay 5,6 millones de niños y adolescentes en situación de pobreza monetaria. De ellos, 1,3 millones están en situación de extrema pobreza.
En términos porcentuales, el 47,7% de los hogares en donde residen niñas, niños y adolescentes no cuenta con suficientes ingresos para acceder a la canasta de bienes que traza la línea de la pobreza. Ese número supera con creces al de la población en su conjunto, que es del 29,7%. Lo mismo ocurre con los datos de pobreza extrema, que representa el 5,6% de la población en general pero, si nos enfocamos en niños y adolescentes, la cifra trepa el 10,8%.
Para las organizaciones que trabajan con niñez, estos números no son una sorpresa. Desde hace mucho tiempo vienen notando un deterioro creciente en las condiciones de vida de la población infantil, y advierten que en su mayoría se trata de hogares con una pobreza estructural de varias generaciones. La explicación, para Taffetani, es sencilla. “Nosotros siempre decimos que detrás de cada chico pobre hay un padre desocupado”, resume. Los números coinciden con su mirada. La amplia mayoría de los hogares pobres son los que dependen de los ingresos de un jefe o jefa de familia con un empleo informal, o aquellos que son cuentapropistas no profesionales. Y la tasa de pobreza aumenta al 85% cuando el niño o adolescente reside en un hogar cuyo jefe o jefa está desocupado.
“Hay varios efectores del Estado que son indispensables para la infancia, como salud y educación. El sistema de salud pública, por ejemplo, está muy deteriorado y fuera de él hay un sistema privado que está armado a través de las obras sociales, a las cuales acceden los trabajadores en blanco. Pero la gran población en la Argentina no tiene trabajo en blanco. Por eso la posibilidad de ejercer políticas que tengan impacto en la infancia es a través de la familia, y de esto no se habla -sostiene la experta-. Inclusive la Asignación Universal por Hijo, por la que hemos peleado tanto, es un insumo para trabajar otras cosas. Pero si se eterniza como la única medida a tomar en relación a los chicos y chicas, tampoco sirve”.
Uno de los factores que suma dramatismo a la situación y empuja los números hacia arriba es la inflación. La canasta básica, según explica el diario Página/12, se encareció un 35% para el INDEC. Esa modificación metodológica explica 12 de los 30 puntos del nivel actual de pobreza e impide, además, la comparación con los valores previos de la serie de pobreza.
Sin embargo, la correlación entre inflación y deterioro del poder adquisitivo -sobre todo en los hogares de menos recursos o dependientes de trabajos en negro, por fuera de cualquier convenio- es histórica. También lo es la que existe entre pobreza y desocupación, otra variable que sigue en ascenso.
Para Taffetani es, en el fondo, un problema económico y sistémico. “Éste es un sistema tan inhumano que nunca hemos vivido desigualdades tan grandes. Si estamos decididos a que una porción muy pequeña viva a costa de la gran mayoría del pueblo argentino, estamos en problemas. Hay que saber que el capitalismo en esta forma tan cruel ha llegado para quedarse muchos años y está en nosotros ver cómo hacemos para enfrentarlo. Nada cambiará si seguimos escondiéndonos en cifras frías sin entender que son consecuencia de un modelo de país“, sentencia.
Fuente: www.canalabierto.com.ar