La experiencia que se relata apunta a la recuperación de las prácticas organizativas y a las acciones en defensa de derechos humanos, sociales, económicos y políticos. Implicó un posicionamiento político y ético.
* Por Ester Kandel, Escritora. Egresada de la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Soy parte de la generación que enfrentó a la dictadura de Onganía en la Universidad y como graduada me ubiqué como trabajadora desde la perspectiva de los oprimidos.
Quiero compartir la experiencia sobre la asistencia realizada a niños cuyos progenitores han desaparecido en la década de 1980. La camada de niños/as que he abordado hoy seguramente plantean “como a los nazis les va pasar, donde estén los iremos a buscar”. Nos une la lucha por juicio y castigo a los responsables de los crímenes aberrantes y por mantener, recobrar y desarrollar la identidad como defensores de los derechos humanos.
Tuve proyectos para continuar trabajando sobre los efectos psicológicos de la represión de los niños en edad escolar. Las leyes de Punto final y Obediencia debida marcaron un límite en el Conicet. El terror nos afectó pero no nos inhibió para pensar y accionar.
La situación inédita que tuvimos que abordar como profesionales nos motorizó a la indagación de otras experiencias sobre el tema pero también buceamos en nuestras posibilidades internas rescatando otras búsquedas que nos fogonearon para tener la convicción que la verdad por más dolorosa que sea, es el único camino para mantener la integridad de la persona.
Tal vez esta experiencia pueda servir para dar otra vuelta de espiral al tema de los efectos psico-sociales de la represión.
Acompañé a los hijos/as en la búsqueda de sus progenitores en su forma parti-cular que tienen de expresión ¿Cómo? Fundamentalmente jugando y a través de expre-siones gráficas, un medio que les permitió elaborar el profundo dolor.
La primera nena que atendí, además del secuestro de su papá, les habían “volado” el departamento. Una vez aparecido el padre, alegaba que no podía visitarlo en la cárcel porque no quería ausentarse en la escuela. Esta racionalización frente al dolor se fue transformando cuando en un espacio intermediario, creativo, construyó una casa y jugamos con los dedos, primero, representando personas, para luego modelarlas y armar una familia, incorporándolas a la escena lúdica. Después de un tiempo, se animó y realizó la visita.
Asimismo desde el equipo asistencial de Madres de Plaza de Mayo, abordé el proceso de elaboración de esta situación conflictiva en los menores. Entendiendo por ello, conocimiento y reconocimiento adecuado de la situación vivida, de su situación familiar, integrándolos con los recursos que posee, el dolor, la tristeza con la capacidad lúdica, plástica, etc., favoreciendo así una adaptación activa en el medio social. La situación de pérdida es de por sí traumática, a ello se agrega el conjunto de ideas que se ha tratado de inducir en estas familias. Esta situación ha producido una gama muy variable de modalidades de respuestas. Se observaron dos actitudes extremas: los que participaron en modalidades de respuestas colectivas hasta los que perma-necieron totalmente aislados.
Un aspecto que tuvimos en cuenta fue observar cómo operó la inducción a guardar silencio. Muchos familiares pensaban que era conveniente guardar silencio para no provocar sufrimientos en los niños/as sin advertir que el sufrimiento estaba dado por la pérdida real a la que fueron sometidos. A los niños/as que no se le comunicaba que los padres habían desaparecido, recibían igualmente la información dado que ésta circulaba en el interior de la familia.
Se producía el mismo fenómeno que se daba en la sociedad en general, caracterizado de renegación social y de retorno de lo renegado.
El desarrollo del niño/as presentaba obstáculos como producto de la imposibilidad de hablar y llorar por el desaparecido, no pudiendo ejercer algunas funciones que el medio social exige a determinadas etapas evolutivas. Estas funciones inhibidas en el niño/a nos dan cuenta de una escisión interna.
Este es el sentido que tienen la imposibilidad de leer y escribir correctamente, optando por omitir letras y palabras y manteniendo una total indiferencia por la actividad escolar, exceptuando los recreos. Otros, por ejemplo, nombran a personalidades políticas que son censuradas por la familia dramatizando una situación de proscripción como las figuras de sus progenitores.
El esclarecimiento de este fenómeno ha producido en la familia, en primer lugar, gran sorpresa al descubrir que la información y el dolor que quisieron evitar fracasó. Luego aceptaron colaboración para superar las dificultades, entendiendo que el esclarecimiento facilita un mejor desarrollo de la personalidad. Este esclarecimiento debió re-flejar la situación de separación ajena a la voluntad de los progenitores, subrayando que no han sido abandonados.
Los profesionales que trabajamos con niños/as de desaparecidos hemos observado que presentan una serie de conductas que tienen una relación directa con la situación traumática vivida, por ejemplo, llantos y expresiones como “no sé si voy a parar de llorar”, “no puedo dormir porque pienso cosas feas”, “no quiero crecer, porque cuando sea grande si pienso distinto a los militares, ellos me van a matar”.
Entendimos que estos niños y estas niñas vivían, repetían y elaboraban la situación traumática. El síntoma operaba como denuncia, como no aceptación de la situación establecida. Verificamos que estos sujetos no han cumplido con el mandato de silencio, de olvido y de dar por muertos a sus progenitores desaparecidos que ha querido imponer la dictadura.
A pesar de la situación traumática vivida estos años por la separación repentina y violenta que han tenido y de la información distorsionada que en muchos casos han recibido, ellos/as los buscan.
Como ya los expresamos en otro párrafo, los menores tienen un lenguaje especial, prefieren determinadas actividades como “pescar”, juegos como “la escondida” o esconder objetos y encontrarlos, o presentar modalidades de conducta catalogadas como distraído, confundiendo letras, días, etc. “Juguemos a encontrar el fantasma”, decía Mariano, quien está informado de la desaparición de su mamá y papá.
Pescar, robar dinero, buscar el fantasma y mirar películas de terror son las acti-vidades deseadas. El fantasma de Mariano, es un objeto pequeño y blando parecido a una sabanita. Creemos que Mariano hacía referencia a sus progenitores, de quienes fue separado a los tres años no recordando exactamente la situación pero señalado que fue-ron hombres encapuchados. La conducta antisocial manifestada por Mariano, a través del robo, también hacían referencia a la búsqueda que hacía de los mismos.
La experiencia clínica nos muestra que existen diferencias de conexión con el desaparecido/a, según el período evolutivo del menor y del discurso familiar.
Ello se refleja en la representación de la familia. Ejemplificaré tres situaciones: La primera es la de Luis, que tenía cinco meses en el momento de la desaparición de sus padres. Podemos observar tres momentos importantes en la conducta de Luis, desde que su abuela inició una serie de entrevistas con nuestro equipo.
En la primera oportunidad la abuela nos relató que Luis no estaba informado de la desaparición. Le dijeron que llame “papi y “mami” a sus tío/a, quienes tienen dos hijos que los llaman papá y mamá. A su vez, se hablaba de Oscar y Luisa, nombres de sus progenitores pero sin comunicarle la relación. En esa oportunidad Luis dibujó una familia representada por la prima, primo, abuela, Luis, “papi” y “mami”. Al nombrar a las personas dibujadas, se quedó muy pensativo, cuando tuvo que nombrar a los dos últimos. El hecho de que haya ubicado a la prima en primer lugar fue muy significativo pues ella se encargó durante mucho tiempo de dar información oculta respondiendo en algunos casos a personas extrañas “yo no te voy a contar más”. En la segunda consulta Luis manifiesta saber de la desaparición. En el dibujo de la familia aparecen él y su abuela con la cual conviven. Actualmente pide información directa, preguntando: “¿qué es Oscar mío?”
Otra situación es la de Mariano, que tenía tres años en el momento de la desaparición. Dibuja a una pareja formada por un esqueleto y un monstruo.
La tercera situación es la de Ariel, quien incorpora al padre en el dibujo, habiendo nacido después de la desaparición. Su familia está compuesta por cinco hijos, siendo Ariel el menor. La representación gráfica del padre expresa la presencia simbólica de éste en este grupo familiar. Aunque esta familia fue sometida a una arbitrariedad extrema, su organización interna se preservó, debido a la información adecuada que circulaba en el interior de la misma y a la actitud activa y de participación colectiva que tuvo la madre.
La reestructuración que se ha hecho en estas familias en las cuales las funciones maternas y paternas son cumplidas por abuelos y tíos no les cierra a los niños/as de buscar lo que falta, que por numerosos elementos de la realidad lo perciben hayan sido in-formados correctamente o no.
Los modos de expresión de esta problemática son varios, pero tienen un deno-minador común, ellos se dan en esa zona intermedia de experimentación, así llamada por el psicoanalista inglés, Winnicott, donde lo que se expresa no es todo lo interno ni todo lo externo. Un ejemplo de ello es el de Juan, actualmente tiene 13 años, quien construye un muñeco y no le puede poner nombre, pero sí fecha de creación. Identificando al muñeco con NN., por un lado, y dándole fecha y lugar de nacimiento por el otro (este muñeco fue construido en la casa de las Madres de Plaza de Mayo en enero de 1984). En lo que hace al desarrollo de nuestra tarea con los menores, hemos observado que todos tienen posibilidades de manifestar sus inquietudes y emociones, pero también que han necesi-tado un espacio facilitador. Este lugar en nuestra experiencia lo desempeña la casa de Madres de Plazo de Mayo, donde realizamos la asistencia.
Observamos tres momentos importantes en el período de consulta: 1- El esclarecimiento de la función de las Madres y la exploración del lugar, especialmente el panel de fotos, tratando de ubicar a sus progenitores.
2- Exploración del lugar específico de trabajo, que se hace contactándose fundamentalmente a través del reconocimiento táctil y visual llegando algunos a espiar por el agujero de la cerradura, dramatizando así la situación de búsqueda que hemos señalado anteriormente.
3- Creación de una situación de caldeamiento que permite jugar las escenas fantasmáticas.
Esta situación, por ser inédita, nos requirió a los profesionales utilizar todos los instrumentos que disponemos pero fundamentalmente tener una posición activa y de replanteo de los conceptos de salud y enfermedad.
Por último los menores tienen que manejar la información para construir una identidad en la que no esté fijada la situación traumática.